Breve introducción a la fantasía
- raulgr98
- 16 sept 2022
- 4 Min. de lectura
¡Bienvenidos pasajeros! Para dar fin a esta semana de la fantasía me pareció pertinente repasar un poco de la historia del género, sus características principales y la que me parece la mejor clasificación para distinguir las formas en las que un autor puede explotar lo fantástico en una narrativa.
Primero que nada, hay que hablar de las dos grandes categorías de ficción: la realista, que se debe ajustar a las reglas científicas, naturales e históricas de la realidad, y la especulativa, que puede prescindir de ellas. De este último grupo se distinguen los siguientes géneros:
Fantasía: Sus elementos ajenos a la realidad comúnmente están relacionados con la magia, y recuperan criaturas y elementos del folklor y la mitología. Algunos subgéneros que se desprenden de este grupo (además de la fantasía clásica) son el horror y la narrativa sobrenatural.
Ciencia ficción: Lo que la distingue es la presencia de tecnología avanzada que no existe en la realidad, pero que teóricamente podrían crearse en un futuro lejano. Algunos de los elementos recurrentes son robótica, viajes espaciales y manipulación genética. Algunos de sus subgéneros son apocalíptico y posapocalíptico.
Ficción alternativa: Estos textos son los que más se acercan a la ficción realista, pero tienen alguna diferencia clave que cambia radicalmente la sociedad dentro de la narrativa. Entre sus subgéneros se encuentran ficciones utópicas, distópicas e historias alternativas.
El género de la fantasía tiene su origen en la tradición oral, particularmente los mitos y leyendas. En formato escrito surge en el teatro y épica griega, Las mil y una noches (mundo islámico) y Beowulf (tradición nórdica), entre otros ejemplos de la Antigüedad, mientras que en el mundo occidental posmedieval se mantuvo vivo gracias a los cuentos de hadas, las fábulas y otros textos breves. Sin embargo, la fantasía moderna (asociada en la literatura principalmente con las novelas) surge con el trabajo del escocés George McDonald (1824-1905) pero cobró popularidad en el siglo XX con obras clásicas como Peter Pan, El mago de Oz, Alicia en el País de las Maravillas y El señor de los anillos. El éxito de estos textos, junto con un esfuerzo consciente de varios gobiernos por recuperar mitologías para formar una identidad nacional provocó que el género gozara de gran popularidad entre el público y rápidamente se extendiera a otros medios como el cine (Furia de Titanes), series de televisión (Xena: la princesa guerrera), videojuegos (La leyenda de Zelda) y particularmente juegos como Calabozos y Dragones, que contribuyeron a forjar con el tiempo una subcultura que define su identidad en torno al consumo y creación de narrativas de fantasía.
Si intentamos construir una clasificación de la fantasía que gire alrededor de las distintas subcategorías englobadas dentro de esta, el esfuerzo sería eterno pues muchas veces las barreras entre uno y otro son difusas. Por el contrario, en este espacio les deseo compartir una nueva organización (basada en la taxonomía planteada en 2008 por Farah Mendlesohn) y que toma como principal fuente dos categorías: si el mundo es externo (totalmente ficticio, en un mundo que es completa invención del autor) o interno (los elementos fantásticos están integrados a una versión alternativa de nuestra realidad, comúnmente ocultos), y si el personaje central está familiarizado (toda su vida ha sabido de la existencia de la magia y lo acepta como verdad) o sorprendido (descubre junto con el lector los elementos fantásticos) con el mundo de la historia; formándose entonces cuatro tipos de historias fantásticas:
Fantasía paralela: Un personaje central habitante del "mundo real" (sorprendido) se ve transportado a otra realidad (mundo externo) donde vive una experiencia que lo transforma, usualmente antes de regresar a su dimensión. Un ejemplo claro es la saga de libros infantiles Las crónicas de Narnia de CS Lewis.
Fantasía inmersiva: Transcurre por completo en un mundo ficticio (externo) siguiendo a personajes originarios (familiarizados) de este que aceptan con naturalidad la realidad en la que viven sus aventuras. La obra de JRR Tolkien, El señor de los anillos, es el arquetipo de esta literatura.
Fantasía disruptiva: Un personaje que toda su vida a crecido en un mundo parecido al nuestro (sorprendido) se enfrenta a una visión de la realidad que cambia radicalmente cuando se entera de la existencia de magia y/o elementos sobrenaturales escondidos en este (mundo interno). Harry Potter, de JK Rowling es quizá el ejemplo más popular de esta categoría.
Fantasía limitada: En esta poca explorada categoría (que en Latinoamérica se clasifica como realismo mágico) los elementos extraordinarios forman parte de nuestro mundo (interno) pero son aceptados con naturalidad y sin extrañeza por los personajes (familiarizados). Juan Rulfo es uno de los autores representativos de este estilo en obras como Pedro Páramo.
Antes de despedirme quiero tocar brevemente dos ejemplos que exploran los límites de la fantasía y demuestran que pertenecen al género obras que no encajan con las ideas preconcebidas que muchas personas tienen con el concepto: por un lado los cómics de superhéroes recuperan elementos fantásticos como una cosmogonía propia (con entidades semidivinas que influyen en el mundo) y poderes basados en la magia y lo sobrenatural. Por el otro Star Wars es comúnmente considerado ciencia ficción, pero un análisis profundo revela otra verdad: si bien existen naves espaciales y androides, al contrario de otras obras (como Star Trek) nunca hay un esfuerzo real por explicar científicamente la tecnología, y por el contrario, el carácter épico del viaje de los protagonistas, arquetipos clásicos del género (el guerrero, el viejo mentor, el canalla, la princesa, etc.) y elementos que parten de nociones cercanas a la magia (particularmente la Fuerza) lo vuelven en realidad una pieza de la fantasía disfrazado de ciencia ficción. En conclusión, lo fantástico nos rodea continuamente, incluso cuando se esconde a plena vista.
Hasta el próximo encuentro...
Navegante del Clío
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