El método de elección más efectivo
- raulgr98
- 6 nov
- 5 Min. de lectura
¡Bienvenidos pasajeros! Como ustedes bien saben, la historia de los procesos democráticos es una que me fascina, y en este blog pueden encontrar varios análisis al respecto, desde distintos ángulos. Ya sea el abstencionismo, la sobrerrepresentación, el “gerrymandering” (trazo tendencioso de distritos y líneas electorales) u otros factores que hemos revisado, la conclusión parece ser la misma: el voto plural directo (en el que gana el candidato que más votos reciba, aunque sea en un porcentaje menor al 50%) causa más problemas de los que resuelve, y más veces de las que no resulta en gobiernos que carecen de legitimidad popular, y porcentajes muy amplios de la población quedan insatisfechos con su representación, sobre todo en las elecciones legislativas.
Y sin embargo, pese a sus fallas, la democracia es por mucho el mejor modelo que existe actualmente. Sin embargo, lo que muchos ignoran es que existen más de un modelo para ejercer el voto, y durante décadas se han discutido alternativas para hacerlo más justo y equilibrado, minimizando la posibilidad de corrupción e inconformidad. Muchos países actualmente practican la segunda vuelta, en la que los dos candidatos más votados van a una ronda adicional de votación, garantizando que el triunfador tenga un voto que rebase a la mitad del padrón. Durante mucho tiempo he defendido esta propuesta como una verdadera práctica democrática, pero tiene dos fallas evidentes: tanto económica como logísticamente, realizar dos procesos electorales puede resultar complicado, y el resultado indirecto puede ser un mayor porcentaje de abstencionismo, sobre todo en países como México.
La propuesta que presento hoy, que se discute desde del siglo XIII pero que sólo recientemente ha ganado impulso en Europa y algunas elecciones locales en Norteamérica, es lo que se conoce como elección rankeada, que tiene todos los beneficios de la segunda vuelta, pero se puede realizar en una sola jornada (desde el punto de vista del votante, el proceso para escrutadores sería más largo).
De manera simplificada, consiste en lo siguiente: en lugar de tachar en la boleta el nombre del candidato preferido, a cada uno de los aspirantes se le asignará un valor numérico, en el orden de preferencia. Si el candidato que recibe más “números uno” obtiene más del cincuenta por ciento de los votos, en automático es declarado ganador, pero si ninguno alcanza el porcentaje deseado, se procede a:
Eliminar al candidato menos votado como primera opción
Reasignar sus votos a los candidatos marcados como segunda opción
Repetir el proceso, eliminando y reasignando a los candidatos menos votados hasta que uno alcance el porcentaje requerido.
La principal crítica de esta propuesta es que el proceso de conteo puede tornarse demasiado largo, y sin duda será necesaria una curva de aprendizaje, pero creo que esta es una de las áreas donde la automatización (con sus debidas medidas de seguridad) puede ser de mucha agilidad para acelerar el procedimiento. Por otra parte, creo que los beneficios son evidentes, entre los que se incluyen:
Oficiales electos más representativos, pues se vuelve imposible que el ganador haya sido rechazado por la mayoría de la población.
Permite una mayor pluralidad política, pues los y las ciudadanas pueden votar de verdad por el candidato que más los convenza, sin verse influenciados por tendencias y la necesidad del “voto útil”
Los partidos deben hacer un mayor esfuerzo por apelar a las necesidades de la ciudadanía, pues las bases duras serían insuficientes para alcanzar victorias estrechas.
Transparentar las fases del proceso ayudaría a los ganadores a visibilizar a las minorías que lo ayudarían a obtener el triunfo, y en teoría estas tendrían por lo tanto mayor poder político.
El llenar todos los espacios de la boleta disminuiría el riesgo de fraude electoral.
Tener que ordenar a todos los candidatos, y no sólo escoger a uno, desarrollaría en el electorado, sobre todo en el más joven, pensamiento crítico y la necesidad de investigar a los aspirantes.
El sistema pluripartidista se beneficiaría, incluyendo mayor competitivad de candidaturas independientes, que podrían crecer en las posiciones medias incluso careciendo de voto duro.
Como ejercicio, les propongo el siguiente ejemplo de cómo se realizaría la elección en un cargo del poder ejecutivo, con cinco candidatos en la boleta. En la primera ronda, se obtienen los siguientes resultados:
Candidato A: 17%
Candidato B: 4%
Candidato C: 23%
Candidato D: 31%
Candidato E: 25%
En un sistema como el que tenemos actualmente, el candidato D sería declarado ganador, pese a haber sido respaldado por menos de un tercio de la población. En cambio, con el sistema rankeado, el candidato B sería eliminado y en una segunda ronda, sus votos se repartirían entre aquellos puestos en segunda posición, supongamos que E capta la mayoría y C el restante:
Candidato A: 17%
Candidato C: 24%
Candidato D: 31%
Candidato E: 28%
Como pueden ver, aún es insuficiente, por lo que el candidato A sería eliminado. En este ejercicio, los candidatos C y E recibirían 7% cada uno y el D el 3% restante:
Candidato C: 31%
Candidato D: 34%
Candidato E: 35%
Repartidos los votos equitativamente, se procedería a eliminar al candidato C, y supondremos que el E es el preferido de ese grupo de votantes en proporción de 2:1, con lo que quedaría:
Candidato D: 45%
Candidato E: 55%
De esta manera, el candidato electo sería uno con mayor respaldo popular, pese a haber ocupado el segundo lugar en la primera ronda, gracias a que sus propuestas son consideradas favorables, o al menos, aceptables, por aquellos cuya primera opción no resultara favorecido, y con tantas opciones, resulta estadísticamente imposible que gane un candidato que haya sido calificado en última posición por un número amplio de elecciones. De hecho, se ha comprobado que éste método favorece candidaturas mesuradas, dispuestas al diálogo, con las posiciones extremistas debilitándose a partir de la segunda ronda.
Aunque el ejemplo utilizado fue para el poder ejecutivo, hay una variante interesante del mismo concepto, que ha dado resultados muy favorables en las elecciones legislativas. En síntesis, consiste en que, por ejemplo, en lugar de tener quince distritos pequeños con un representante cada uno, se conformen cinco distritos grandes con tres representantes, elegidos mediante voto rankeado, con el objetivo de que la conformación de los representantes coincida de manera más certera con la distribución del voto, evitando la sobrerrepresentación.
Sé que puede resultar un poco complejo de entender, pero les ofrezco el siguiente escenario:
Una población tiene la siguiente distribución: votantes del partido A (20%), votantes del partido B (10%), votantes del partido C (40%), votantes del partido D (25%), votantes del partido E (5%) divididos en tres distritos con una proporción similar. En el sistema actual, de tres distritos, los tres serían ganados por el partido C, mientras que los otros cuatro, que suman al 60% del electorado, no tendrían nada.
En cambio, con el modelo de voto rankeado, que implica la transferencia de votos, en lugar de tres distritos con representantes individuales, se convertiría en un distrito con tres representantes, ocupados por aquellos candidatos que obtuvieran al menos un treinta por ciento del voto. Por supuesto que el partido C, dados los resultados, alcanzaría en automático uno de los escaños, pero los partidos B y E serían eliminados y, en este escenario, sus votos transferidos a los partidos A y D, de cercanía ideológica, con la siguiente distribución:
Partido A: 30%
Partido C: 40%
Partido D: 30%
De esta manera se propicia un poder legislativo plural y representativo pues, siguiendo el ejemplo anterior, tres partidos llegarían al congreso, no sólo uno; y el 85% de la población se vería representada de forma directa, no sólo el cuarenta (e incluso el 15% restante vería sus intereses reflejados en su segunda opción).
Me gustaría seguir explorando este tema, pero no es mi intención abrumarlos. Por lo pronto, espero que esta publicación sea una invitación a la reflexión, sobre cómo nuestra democracia aún puede fortalecerse más, resultando en gobiernos más justos, legítimos y representativos.
Hasta el próximo encuentro…
Navegante del Clío
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