Burda pero contundente
- raulgr98
- 25 jun 2023
- 6 Min. de lectura
¡Bienvenidos pasajeros! Esta semana estuve concentrado trabajando en un pequeño texto analítico y no pude preparar el texto de los viernes. Sin embargo, puesto que versa sobre la relación entre una novela y una película, temáticas recurrentes en este espacio, se los dejo esperando que encuentren contenido interesante.
Burda pero contundente
Simplificación y efectividad en la crítica política de “La sombra del caudillo”
La capacidad de cuestionar, criticar y denunciar la realidad siempre ha sido una cualidad clave del arte. Sin embargo, si el comentario no se integra al texto de una manera orgánica, sutil o mesurada es posible que la obra pierda su valor crítico, o que el mensaje quede reducido a un discurso simplista. Comparando el texto La sombra del caudillo (1929), de Martin Luis Guzmán con su versión fílmica del mismo nombre (1961), a cargo de Julio Bracho, busco ejemplificar como un discurso de crítica política y social complejo, al simplificarse para su adaptación cinematográfica, perdió partes importantes de la denuncia contenida en la versión original.
Antes de entrar en materia, debo hacer un par de aclaraciones importantes. En primer lugar, trataré de reducir lo más posible la información contextual de ambas obras, suprimiendo detalles de la trama no relevantes para los temas aquí discutidos. Por otra parte, no pretendo hacer una evaluación de las obras en tanto textos literarios y fílmicos respectivamente, sino únicamente destacar el desarrollo temático de los mismos. Asimismo, debo dejar en claro que, para propósitos de este texto, con “régimen” me refiero al gobierno emanado de la Revolución Mexicana que eventualmente se transformó en el PRI y que con “crítica política” aludo al cuestionamiento que ambos textos hacen de las prácticas electorales y de gobierno de aquel.
Previo al análisis de las diferencias entre ambos textos, me parece relevante señalar las semejanzas entre las dos versiones. En un sentido estrictamente textual, creo que la adaptación cinematográfica es bastante fiel al material original, los acontecimientos de la trama se desarrollan a grandes rasgos al mismo ritmo y en el mismo orden, llegando incluso a replicar diálogos literalmente. Sin duda, la principal dificultad del proceso de adaptación consiste en que en una narrativa visual no existen las mismas facilidades que en la literatura para desarrollar introspección de los personajes y dotarlos así de trasfondo, pero creo que el guion fílmico logra sortear de forma relativamente efectiva estos obstáculos gracias a la inserción de nuevas escenas en forma de debates en el Congreso, así como brindando información al espectador a través de titulares de periódico y un número musical.
En términos de ritmo narrativo, creo que el guion cinematográfico es más efectivo, puesto que la trama está simplificada, evitando las extensas referencias a vehículos y la geografía de la Ciudad de México de la novela, aunque se hace un guiño a estos aspectos mediante paneos de tomas exteriores. Me parece que la principal fortaleza de la película es que mejora la estructura de la novela, que se puede sentir casi episódica, al introducir personajes antes y dotándola de un hilo conductor más fuerte, lo que permite que el mensaje sea más directo y mucho menos sutil.
Ahora bien, ¿Por qué si el mensaje de crítica es más evidente en la película, es simultáneamente menos efectivo? Esto, en mi opinión, se debe a las diferencias entre ambos textos. La mayoría de los cambios son reducciones de escenas transitorias (trayectos, cavilaciones internas) pero hay dos bloques de omisiones clave que, aunque hacen sentido narrativamente, afectan la visión original de Guzmán.
De los veintinueve capítulos de la novela, únicamente cuatro son eliminados completamente en la adaptación, incluyendo el último. De esos, tres conforman la subtrama de Taranbana, un empresario amigo de Aguirre (el protagonista), personaje prácticamente borrado de la adaptación. Aunque es una historia ajena al conflicto principal —pues involucra el cierre de un negocio con una industria petrolífera extranjera, y por lo tanto entiendo su remoción—, creo que tiene efectos adversos en la caracterización de Aguirre, pues en la versión escrita las circunstancias económicas de los personajes influyen mucho más en sus ambiciones personales. En la novela el Secretario de la Defensa posee las mismas virtudes que en la película, pero el escritor es explícito en mostrar como a la vez está involucrado en una red de corrupción (ajena al régimen, pero corrupta aun así). Asimismo, muchos de los pasajes del despilfarro y excesos de Aguirre y sus compañeros (tanto en dinero y alcohol como en mujeres) son eliminadas o reducidas a rumores y calumnias en la cinta, agregando el guion más escenas con el personaje de Rosario (uno muy secundario en la novela) para que Aguirre tenga una caracterización más arquetípica del héroe romántico del cine clásico.
El otro cambio importante no es una omisión completa de una sección de la historia, sino producto de su simplificación. Si bien la crítica a la hipocresía, ambición y doble moral del régimen (especialmente de los militares), no sólo está presente en la película sino acentuada; en tres secuencias cruciales: el mitin en Toluca, la consolidación del bando agurrista y la noche en prisión los monólogos internos del personaje del diputado Axkaná y los comunicados de prensa mencionados por el novelista son reducidos o borrados. Es cierto que no hay manera fácil de introducir orgánicamente todo este contenido en una narrativa visual —y puedo entender la reticencia a adaptar la carga clasista del comentario que hace Guzmán en voz del diputado (su álter ego) —, pero su eliminación tiene el efecto de volver a la historia exclusivamente política, pues el comentario sobre “las masas”, “el pueblo” y “la autoridad moral y popular del caudillo”, conceptos importantes de la novela, queda reducido a un par de diálogos.
En conjunto, estos dos cambios tienen como resultado que, aunque el desenlace trágico es exactamente el mismo en los dos textos, la película tenga un tono ligeramente más esperanzador, si bien a costa de perder la compleja crítica social de la novela original, resultando en una visión idealizada, simple y maniquea de la lucha por formar una oposición al régimen en el México pos revolucionario.
La novela, escrita desde el exilio a un año de los acontecimientos que se adaptan, presenta una visión totalmente pesimista de la realidad mexicana: En La sombra del caudillo, aunque Aguirre pueda tener más virtudes individuales que su contrincante Hilario Jiménez o el propio caudillo, también cae en la corrupción y sus ambiciones son alimentadas y manipuladas por la clase política y militar. El problema, por lo tanto, está en el sistema, pues por un lado las instituciones (gobierno, partidos, prensa) son susceptibles a la descomposición, y por el otro es también la sociedad, a la que el autor considera ignorante y voluble, la que es responsable del problema, al carecer de pensamiento crítico y dejarse engañar por las narrativas creadas desde el régimen.
Al contrario, “La sombra del caudillo” es una película que, con treinta años de distancia de los hechos y pese a recrear de manera muy dura la duplicidad del ejército, divide a los políticos en dos bandos distintivos: los idealistas y los convenencieros, evitando tajantemente hacer comentario social al permanecer en la esfera política. De esta forma, el problema ya no es el sistema, sino un puñado de individuos que se han aprovechado de éste, mientras que la oposición al régimen es en gran medida idealizada como un ente virtuoso con posibilidades reales de mejorar al país (pues en ningún momento se considera a la sociedad parte del problema, sino una víctima de la élite, y por lo tanto es posible movilizarlo), esfuerzo que el discurso fílmico asegura, hubiera triunfado pues el discurso fílmico asegura que sólo las intrigas y engaños del régimen, con un poco de idealista ingenuidad del protagonista, impidieron el cambio.
Ambas piezas artísticas enfrentaron dificultades de difusión en México, e incluso fueron prohibidas; pero me parece que, más allá de las circunstancias en las que se realizó cada una, es posible que uno de los motivos por el cual la película enfrentó una censura más estricta (además de estar dirigida a un público más amplio), es que el Aguirre fílmico representaba la esperanza de oponerse al régimen, mientras que el literario no es más que una prueba de la inevitabilidad de la continuidad. Por lo tanto, este final ligeramente más optimista podría impulsar a la oposición con mayor contundencia que el derrotismo presente a lo largo de la novela.
Si bien el análisis superficial (listado de hechos y personajes) de ambas obras da la ilusión de que ambas son casi exactamente iguales, una mirada más profunda revela que, haya sido accidental o intencionalmente, la versión fílmica renunció a exponer la ambigüedad moral, la desesperanza y las complejidades sociales de la historia en favor de un discurso político básico y fácil de comprender, pero cuyo burdo idealismo lo volvió quizá incluso más peligroso que el de la obra original.
Hasta el próximo encuentro...
Navegante del Clío
Comentarios