Kriptonita
- raulgr98
- 10 nov 2023
- 7 Min. de lectura
¡Bienvenidos pasajeros!
Ni siquiera sé si debería estar escribiendo esto, quizá me arrepienta y lo borre todo; pero si lo estás leyendo, es porque me debo a mí mismo ser honesto. Pensé que el anonimato me daría más seguridad y Navegante del Clío me proporcionaría la libertad que anhelo, mostrar a la versión de mí a la que sólo tres personas han podido acceder. La indecisión es mi perdición, pero no porque no tenga ideas, sino porque me aterroriza lo que piensen de mí si las digo. Estoy consciente que eso me haría un pésimo escritor, pero creo que soy un poco más valiente con la pluma que con la lengua, pues en mi vida diaria hago lo posible por rehuir el conflicto, cuando mis emociones no me dominan.
Quizá sea por eso que, aunque desearía con todas mis fuerzas que este blog tuviera un mayor alcance, me resisto a compartirlo en muchos de mis círculos, pues implicaría quitarme muchas máscaras, y no sé si pueda soportar encontrar decepción del otro lado. "Lee más" "No eres tan listo" "No escribes bien" "Te falta cultura" "No tienes buen gusto": son cosas que una voz dentro de mí me repite en las noches de insomnio, pero ver eso mismo en las miradas de otro lo haría más real. Aunque no lo crean, he crecido mucho este año, la pandemia me sumió en un abismo que incrementó mis inseguridades del que estoy aprendiendo a salir. Tengo mis recaídas, como todos, pero dependo menos de la validación externa, y siento esperanza por el futuro. No estoy en un mal lugar, pero me debo obligar a confesar: si no puedo terminar de mostrarme como soy en éste, mi lugar más seguro, no lograré romper las ataduras en el mundo real, y agradezco a quienes me han dado su apoyo incondicional, pues sin el pilar que son para mí no podría tomar esta decisión.
He ahí la confesión de mi debilidad: mi miedo, mi necesidad de reconocimiento, mi falta de confianza, pero ¿por qué este texto se llama kriptonita? Por que nada representa más mis dificultades para sentirme parte del mundo, que mi relación con los superhéroes: pese a ser adulto, y disfrutar de lo que comúnmente se considera arte, me siguen interesando, consumo las películas y series con lealtad, y el amor que siento por Marvel ha llegado incluso a doler. No es mi género favorito, ese sería la fantasía, y ninguna película basada en cómics está cerca de mis preferidas, pero el apego existe. Todo era más sencillo antes de descubrir el internet, cuando parecía que estábamos en común acuerdo, o al menos podíamos disentir de manera civilizada, pero 2017 me abrió los ojos. Fue cuando mi hermano comenzó a ser crítico de cine, y tuvimos diferencias muy serias de criterio. Lo amo, y creo que estamos avanzando hacia un equilibrio, pero que mi hermano menor tuviera un criterio más refinado que el mío me hacía sentir cada vez más atascado ¿es que acaso no maduraría nunca? ¿Estaba condenado a ser un niño-adulto, hipnotizado por el más simple del entretenimiento? Ese sentimiento sólo empeoró con los años, y ha llegado a un punto máximo. Las pocas personas con las que he intercambiado opiniones de esto, fuera de mis confidentes, me llaman indulgente con una condescendencia que detesto. A quienes hayan leído mis reseñas sabrán que soy perfectamente capaz de darme cuenta de las cosas que no funcionan, pero mis valoraciones tienden a ser positivas, porque por más que me esfuerzo en ser crítico, no puedo ignorar que las películas de Marvel me hacen feliz.
Esa es la gran ironía de esta relación que he construido: ver superhéroes en pantalla me hace feliz, e intercambiar opiniones sobre ellos me vuelve miserable. No me considero una persona cerrada y siempre defenderé el derecho de los demás a su propia opinión, por lo que debo ser enfático: no me duele que los demás no opinen igual que yo, me duele el sentirme solo en mi postura, e incapaz de atreverme a defenderla. Cuando la nueva historia de Marvel es vapuleada por la crítica, y las redes sociales se regodean augurando su fracaso, sufro, pero no por la película (yo no la hice) ni por su éxito (no ganaré o perderé nada); sino por lo aislado que me hace sentir. Muchas veces he creído que lo mejor sería odiarlas, y muchas veces desearía poder juzgarlas sin emoción alguna, pero la realidad es que hasta ahora no ha llegado la película del UCM que no me haga sonreír, por mala que sea, e ir en contra del consenso general me hace sentir más que solo, como un anormal, un animal raro, un cerebro defectuoso.
¿Por qué soy así como soy? He tardado en comprenderlo, y al compartir la anécdota con la que cierro este artículo, no espero de nadie que cambie su opinión, pero me gustaría que entendieran porque me importa lo que no tiene importancia.
Estás encerrado en tu cuarto, creando mundos alrededor de un bizarro puñado de juguetes y recortes. Amor no te falta, pero cuando tus papás son tus mejores amigos, no puedes evitar sentirte extraño. Siempre te ha costado relacionarte con los demás, y aunque aún no lo sabes, cuando seas adulto, todos los que te conocieron de niño te dirán que la imagen que recuerdan es tu rostro escondido detrás de un libro. En la escuela, hablas poco y juegas menos. Has probado mil deportes y los abandonas todos. Ser el más listo de la clase te acerca a tus maestros, pero te aleja de tus pares. Crees que no te importa, siempre te has llevado mejor con los adultos de todas formas, pero comienza a pesar. En todos los años, hay un par de amigos que son muy especiales para ti, pero incluso de adulto, tendrás miedo de quererlos más de lo que te quieren a ti.
Entonces recuerdas lo que te acaban de comprar esa tarde en un puesto de periódicos. No sabes cómo se llama, pero pronto lo descubrirás: Cómic. La portada está llena de coloridos personajes, pero hay uno que te atrae en especial, la razón por la que lo pediste de regalo. En el centro, hay un hombre que te recuerda a tu padre. El parecido es tal que ignoras que uno está en silla de ruedas, y el otro camina, pero por lo demás los ves idénticos: calvos, siempre con traje, un rostro siempre serio, pero en el que puedes imaginar con facilidad una sonrisa.
Lees con atención la historia del profesor Xavier y sus Hombres X, hasta cinco veces el mismo día, y sientes algo que no sabías que anhelabas: conexión. En esos personajes dispares, eclécticos, marginados, compartes mucho. Ellos también se sienten solos, pero encontraron una comunidad, superan con un chiste los obstáculos. El profesor puede leer mentes, y en tu historieta pelea contra una villana que cambia de forma. En esa rivalidad encuentras los poderes que más desearías tener: poder descubrir qué piensan realmente de ti, y poder cambiar para encajar en cualquier grupo.
Será el primer y el último cómic que leas por un largo tiempo, pero no los necesitas, pues con la computadora del estudio descubres un mundo aún más grande. De repente, tus amigos ya no sólo son los Hombres X, pues exploras el espacio con los Cuatro Fantásticos y destruyes robots con los Vengadores. Logan, Tony, Janet: memorizas sus nombres, sus trajes, sus poderes. No sabes cómo empezar a coleccionar sus aventuras, pero gracias a una combinación de resúmenes e imágenes en línea, las conoces todas.
Después, descubres por pura casualidad las series de televisión, y ver los dibujos en movimiento los hacen aún más vivos. Tú, que amas dormir, te despiertas los domingos a las seis de la mañana para sintonizar la retransmisión de viejas caricaturas por el canal cinco. Para entonces, ya eres lo bastante mayor para saber que no son reales, pero aún así son parte de ti, y puesto que sólo existen en tu imaginación, no te guardan secretos y nunca podrán ignorarte.
Quizá lo habrías superado, pero entonces llegan las películas y te atrapan para siempre. El cine siempre te ha gustado, pero hasta ese momento era una sorpresa, no sabías lo que te esperaba, y tenías que aprender a conocer un nuevo mundo cada vez que entrabas. Ahora, desde que ves el poster afuera del cine reconoces a quien vas a ver, y sonríes con complicidad. Adivinas las sorpresas, y entiendes los guiños más ocultos. Ya no te limitas a ser un espectador pasivo, sino que te preguntas quién será el siguiente en aparecer, comparas la película con la serie, le explicas a tus papás las promesas después de créditos. Por sólo la segunda vez (la primera fue con los dinosaurios, tu primer amor), hay algo de lo que sabes más que ellos y aprendes a sentir anticipación, emoción. Los amigos con los que creciste te rodean cada vez más, y antes de que te des cuenta, los has hecho parte de tu identidad.
¿Es sano? Seguramente no, y aunque la conexión emocional nunca llegó al grado de dependencia, sé que debo aprender a manejarla. Aun así, si no existieran los superhéroes, otra cosa se hubiera convertido en mi refugio, por que sé que soy diferente, pero es momento de aceptarlo. Consideré dejar de comentar algunos de mis gustos más "básicos" en este espacio, pero anoche decidí que eso sería una cobardía, y una traición al sentido del blog, que debería ser una extensión de mí, con todos sus claroscuros, sus momentos de reflexión y sus pasiones infantiles. Muchos me han dicho que madurar es dejar ir algo malo, algo que quizá nunca fue bueno, pero yo no estoy de acuerdo. Madurar es aceptar que las cosas tienen más valor para ti, en tu subjetividad, y aprender a vivir con eso. En compañía de quienes amo, haré un esfuerzo por ser más valiente, y no esconder mi opinión aunque sea el único que la tenga, pues no me resignaré a esconder una simple verdad: hay veces que no busco una estimulación elevada, puedo balancear lo culto y lo banal, y merezco mis momentos sin ambiciones, sólo de felicidad. No sé si algún día cambie, ni cuando deje de doler ir contra la corriente de mis círculos, pero nada puede ser peor que el silencio.
Hasta el próximo encuentro...
Navegante del Clío
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