Las expectativas imposibles de la intelectualidad
- raulgr98
- 23 sept 2022
- 3 Min. de lectura
¡Bienvenidos pasajeros! Me disculpo de anteman0 por lo disperso de lo que van a leer a continuación, pues la publicación de hoy es menos estructurada de lo que acostumbro, hoy me limito a poner por escrito pensamientos sobre los que he reflexionado durante mucho tiempo ya, pero estuvieron especialmente presentes esta semana.
La crítica de todo tipo: cinematográfica, literaria, musical, etc. debería funcionar como un espacio para compartir conocimientos y opiniones, que aquellos apasionados por algún tema o medio puedan aprender y profundizar en la comprensión de aquellos que les gusta, así como mejorar la manera de reflexionar y expresar las opiniones. Sin embargo, el punto que quiero hacer en esta ocasión es que en realidad la crítica nunca ha cumplido con este utópico propósito, sino que se ha convertido en una barrera elitista y discriminatoria usada para definir un "buen gusto" y denigrar de esta manera a los que no se ajusten a estos estándares preestablecidos.
La oposición entre lo "bueno" y lo "malo" adoptó muchas etiquetas: en la literatura es el canon contra el libro comercial, en el cine se divide en arte y entretenimiento, la música es elevada y popular, etc. Lo curioso es que estas clasificaciones rara vez siguen patrones de evaluación objetivos, sino que en gran medida depende del contexto del grupo en el poder (tristemente, casi exclusivamente conformado por hombres occidentales, blancos, adinerados, viejos y heterosexuales) cuando la obra en cuestión es elaborado, y por eso lo socialmente aceptado como "arte" o "cultura" muta a través del tiempo (hubo un momento en que el teatro shakespeariano y la música de los Beatles se consideraron del vulgo).
Afortunadamente, la mayoría de las personas son capaces de consumir arte y cultura sin mayores preocupaciones, ya sea porque ignoran la crítica o porque han modificado sus gustos para ajustarse a lo que "les corresponde" por su posición en el estrato cultural, sin embargo, para aquellos que pretenden ser considerados intelectuales, que han tenido la oportunidad de recibir una educación amplia y tienen opciones de consumo cultural extensas, el contacto con la crítica puede generar expectativas imposibles de cumplir que derivan en dos escenarios imposibles:
Una primera situación es que el aspirante a intelectual asuma su papel y se dedique exclusivamente a consumir "alta cultura", leer textos considerados de alta calidad por círculos especializados y desdeñar las manifestaciones artísticas "populares". Si la persona en cuestión comparte genuinamente los intereses que las expectativas sociales le imponen disfrutará probablemente de su posición y consumo, pero corre el riesgo que para mantener un estatus cultural recurra a la pretensión, humillando y discriminando a aquellos con intereses diferentes. Por el otro lado, también puede ser que el intelectual tenga otros intereses secretos, pero temeroso de perder la validación externa de sus pares oculte una parte de su identidad, condenado a la amargura.
El segundo escenario es cuando el que se concibe como intelectual se niegue a cumplir con las expectativas y se aproximen a sus gustos personales por "comunes" que estos sean considerados por la élite. Los más fuertes tendrán éxito y se consolidaran como reaccionarios, y quizá en el futuro contribuyan a darle validez a estas expresiones, pero hay individuos más frágiles. Estos, con una seguridad interna tambaleante, corren un riesgo severo de sentirse excluidos o incluso tontos, creerse no merecedores de su educación o su inteligencia por disfrutar de películas, canciones, pinturas, libros "de mala calidad". El intelectual debería ser un líder de opinión, una aspiración, pero en el fondo en muchos contextos sigue siendo poco más que un elitista que deja fuera a individuos y voces valiosas por no ajustarse a lo preconcebido, a los vicios parciales de la élite.
Quiero concluir con un comentario que aplica tanto a intelectuales como a no intelectuales, creadores y consumidores, críticos y espectadores: uno de los mayores problemas del pensamiento humano es que tiende a dos vicios muy importantes, toma como verdadero lo que dicen aquellos en su contexto (falacia de mayoría) y busca activamente opiniones que sean iguales a las propias (falacia de confirmación). Esto, sobre todo con el auge de redes sociales, ha exacerbado los conflictos y reducido la comunicación efectiva sobre todo al discutir cultura. Si queremos escapar del abismo de discriminación y acoso en el que estamos sumidos, todos debemos de hacer un esfuerzo por aceptar dos verdades que pueden resultar difíciles y hasta doloras: no todo lo que te gusta es perfecto, ni es un ignorante el que disfruta lo que tú no.
Hasta el próximo encuentro...
Navegante del Clío
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