A chorus line
- raulgr98
- 29 mar
- 5 Min. de lectura
¡Bienvenidos pasajeros! Revisando la lista de los diez musicales que han pasado más tiempo en cartelera, de toda la historia de Broadway, decubrí que ya hablé de ocho de ellos en este espacio, y por los próximos dos meses completaremos esa lista. Por su icónico legado, considero importante empezar con el que ya se ha convertido en clásico, con algunas de las canciones más emblemáticas del medio: A chorus line.
Producto de una complicada producción, que más de una vez estuvo cerca de cancelarse, la historia de un grupo de bailarines profesionales que audicionan para formar parte del coro de una nueva producción. Un éxito de taquilla impresionante, que se ha trasladado a muchos países, recibió doce nominaciones a los premios Tony y ganó nueve de ellos: Mejor musical, Mejor libreto, Mejor actriz protagónica, Mejor actor de reparto, Mejor actriz de reparto, Mejor banda sonora, Mejor director, Mejor coreografía y Mejor diseño de iluminación.
Mencioné alguna vez, aunque ya no recuerdo si fue en este espacio o en curso, que el musical es uno de los medios narrativos más ricos que existe para caracterización, pues es el único (fuera de la literatura) que permite a los personajes decirle a la audiencia sus motivaciones, deseos y pensamientos íntimos. Incluso con el apoyo musical, escritores poco hábiles pueden aún así caer en una exposición sosa y forzada, lo que vuelve aún más impresionante que A Chorus line funcione: reducido al absurdo, se trata de un director entrevistando a los aspirantes a bailarines, y estos contando su vida a él (y por lo tanto a la audiencia). Si uno leyera una sinopsis, salvo los tres momentos de audición, una lesión en los momentos finales y la relación secreta del director con una de las aspirantes, la obra parecería tener muy poca acción, concentrándose en los testimonios, pero la música y el montaje se combinan para lograr un ritmo cautivador.
Sin duda, una de las principales virtudes del libreto es su capacidad de generar tensión y momentum narrativo, ya que es muy claro lo que está en juego: de los diecisiete personajes que pasan la ronda de eliminación al final del primer número, solo ocho serán seleccionados. Sin embargo, la totalidad de los aspirantes es dotada de personalidad, trasfondo y una voz distintiva, con lo que se vuelve imposible predecir quiénes serán los ganadores, la audiencia escoge sus favoritos, y la incertidumbre lo deja al borde del asiento, de hecho, algunos de los números y momentos más icónicos de la obra corren a cargo de personajes que no serán seleccionados.
Aunque el libreto nunca sacrifica la seriedad de lo que está en juego para sus protagonistas, otro de sus aciertos es un muy buen sentido del humor, pues hay pocas maneras tan efectivas de hacer a un personaje fácilmente identificable que con un chiste diseñado específicamente para él o ella (aunque el humor hace maravillas por el ritmo, no es el único recurso que utiliza el libreto para hacer que los personajes no se pierdan en el ensamble). Con sólo siete personajes “de fondo”, que no participan en la trama más allá del primer número, este musical cuenta con uno de los elencos de personajes con nombre, solos y caracterización más extensos de la historia, pero de alguna manera todos tienen su espacio para brillar: algunos miembros del elenco ya se conocen previamente (pareja, amistad, etc.), otros tienen una personalidad conflictiva que da indicios de un pasado por revelar, y otros hacen conexión al coincidir con algún elemento de su trasfondo, lo que permite que las interacciones sean ricas. Con la posible excepción de Cassie, distinguida del resto por ser la única no denominada por un número, la obra no tiene un protagonista claro, sino que es un verdadero ensamble, con un elenco diseñado desde la página para ser diverso, pues busca ser un reflejo de la vida misma.
A un nivel técnico, la obra se refleja por su aparente sencillez, algo que todos los montajes comparten: pues toda la historia transcurre en un solo espacio, el teatro donde se realizan las audiciones, la escenografía es de mínima a inexistente (un espejo es el único elemento físico presente en la más elaborada de las producciones). Asimismo, el vestuario es uno que parece mundano (salvo el usado en el número final, que contrasta por su tela brillante, siempre dorada) pero que es el único aspecto que, de forma sutil, permite dar pistas sobre los personajes. Esta casi total ausencia de elementos tangibles tiene el efecto de que la fuerza narrativa caiga exclusivamente en el elenco y su capacidad de generar empatía con la audiencia, y también en la excelente coreografía, que prioriza la uniformidad y precisión, lo que la hace ver aún más compleja.
Enmarcándose dentro de la era de la contracultura en la historia del teatro musical, lo que más celebro de esta historia es que se niega a ser glamorosa en cuanto a su tratamiento de la industria, algo que vuelve insoportable muchas producciones que hablan de su propio medio; pero tampoco es cínica en su desarrollo: si bien deja muy claro que una carrera artística es una difícil, donde los fracasos son mucho más comunes que los éxitos, y donde un sueño puede terminar de forma abrupta en cualquier momento, por el otro lado también hace un esfuerzo genuino por explicar la pasión, y el porqué es un riesgo que vale la pena tomar, si es lo que de verdad se desea. Pese a que el tono es ligero en su mayor parte, facilitando el ritmo, el musical está socialmente cargado, y algunos de los temas que toca, tales como la homosexualidad, la raza, la edad, la estética, la pobreza, los conflictos familiares, los roles de género y el ego no son superficiales, sino que son tratados desde muchas perspectivas, con la madurez requerida.
Durando menos de dos horas (corto para estándares de Broadway), su estructura es inusual, sobre todo para su época, pues se desarrolla en un solo acto, y solo cuenta con quince números musicales (el mínimo estándar actual son dieciocho), pero casi todos ellos son icónicos, y estoy seguro que incluso quienes nunca hayan oído hablar de la obra están familiarizados con al menos un puñado de ellos, incluyendo el impresionante opening “I hope I Get it”, que dura más de diez minutos, el igualmente memorable número de cierre (“One”), con otras piezas icónicas oscilando entre la comedia (Sing!) y el drama (At the ballet!) o poderosos números que equilibran ambos tonos, y que son algunas de las mejores piezas de teatro (“Nothing”, “What I did for love”).
La obra, pese a que tiene la esperanza como eje central, no es una fantasía: todos los personajes están conscientes que ninguno de ellos será una estrella, al menos no en esa producción, pero en esa realidad se esconde el mensaje más importante de la obra, sobre todo en el número final: el coro es tan importante como los protagonistas, su trabajo es más complejo y también más ingrato. Al tener una obra dedicada a ellos, el público puede poner el reflector sobre los artistas anónimos, personas con sueños e ilusiones, un talento que no siempre se reconoce.
Año de estreno: 1975 (Broadway)
Música: Marvin Hamlisch
Letra: Edward Keblan
Libreto: James Kirkwood Jr. y Nicholas Dante
Dirección: Michael Bennett
Elenco original:
Robert LuPone (Zach, el director)
Clive Clerk (Larry, el asistente)
Ron Kuhlman (Don, aspirante #5)
Kay Cole (Maggie, aspirante #9)
Wayne Cilento (Mike, aspirante #81)
Baayork Lee (Connie, #149)
Michael Stuart (Greg, aspirante #67)
Donna McKechnie (Cassie, la veterana)
Kelly Bishop (Sheila, aspirante #152)
Thomas J. Wash (Bobby, aspirante #84)
Nancy Lane (Bebe, aspirante #37)
Patricia Garland (Judy, aspirante #23)
Ronald Dennis (Richie, aspirante #44)
Don Percassi (Al, aspirante #17)
Renee Baughman (Kristine, aspirante #10)
Pamela Blair (Val, aspirante #179)
Cameron Mason (Mark, aspirante #63)
Sammy Williams (Paul, aspirante #45)
Priscilla Lopez (Diana, aspirante #2)
Hasta el próximo encuentro…
Navegante del Clío
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