top of page

Oklahoma!

¡Bienvenidos pasajeros! Para la obra de hoy vamos a hacer un experimento. Los fanáticos de esta sección sabrán que, en la medida de lo posible, me gusta analizar elementos que complementan la narrativa, como el montaje y la dirección. Puesto que hoy es el tercer aniversario de nuestro espacio, consideré que era el momento idóneo para discutir la que se considera la primera obra de teatro musical en el sentido contemporáneo. Sólo un pequeño problema con eso, nunca he visto una producción de Oklahoma!, ni en vivo ni en digital; y tampoco sé más que unas cuantas generalidades de la historia.


Sin embargo, siempre he defendido la noción de que el musical es la forma más efectiva de la narración, y aprovechando que el soundtrack del revival de 1979 en Spotify contiene todos los números musicales excepto dos, decidí hacer un pequeño experimento. Lo escuché, sin leer el resumen de la obra, para probar si es posible seguir la historia sólo escuchando los números musicales.


El resultado, es por desgracia, un no; la consecuencia de que la obra no sea cantada por completo; pero comprobé que mi punto se sostiene: sólo escuchando los motivos musicales creo que entendí a la perfección la personalidad y motivaciones de los personajes, algo que yo considero más importante que la misma trama para que una historia sea efectiva; fui capaz de intuir algunos de los ejes temáticos (algo que comprobé con un poco de investigación) y, pese a carecer de mucho contexto, incluso conecté con muchas de las emociones de la obra. Llegar a ese nivel de comprensión de una historia contando con sólo cincuenta minutos de más de dos horas y media es algo que sólo se logra con el elemento musical.


¿De qué trata Oklahoma? Si leyeran una sinopsis de la obra, sería difícil entender cómo esta historia, basada en una obra (no musical) fracasada pudo desencadenar un titán cultural: se trata del prototípico triángulo amoroso entre una joven (Laurey) y dos hombres opuestos: el optimista Curly y el peligroso Jud, estructura dramática que se ha repetido incontables veces en muchos medios. Sin embargo, la obra original fue un enorme éxito, y aunque no tiene premios a su nombre (pues su estreno precede a la creación del Tony), su impacto en la cultura es innegable, con más de un revival, homenajes y parodias en series y películas.


Debo decir, la obra no ha envejecido a la perfección: un par de chistes se considerarían hoy ofensivos, y la caracterización de un personaje secundario en particular parte de estereotipos racistas; pero también creo es una narrativa adelantada a su época: aunque Laurey es introducida como la prototípica dama caprichosa y egoísta (a la “Lo que el viento se llevó”) predilecta por los escritores de la época, sus canciones reflejan una madurez y complejidad emocional que casi se podría describir como proto feminista; y al burlarse de la promiscuidad sexual, aunque la historia es igual de crítica con hombres que con mujeres, se burla más de los primeros, pues condena el aspecto de su doble moral.


Transcurriendo en los primeros años del siglo XX, la historia aprovecha para su narrativa una coyuntura histórica interesante, la transformación de Oklahoma de un territorio a un estado. Si bien el musical omite elementos sociales como el despojo de los nativos americanos y la secuelas de la esclavitud; celebro mucho que la banda sonora lograra recrear el ensueño del mundo rural semi legendario norteamericano, sin descender a algunos de sus mitos más nocivos. Sí hay un comentario social en la obra, el conflicto, en ocasiones sangriento, entre vaqueros (o ganaderos) y granjeros, elemento cultural poco difundido fuera de Estados Unidos, pero al que el musical logra darle capas de complejidad al asociar el conflicto social con la rivalidad entre los dos protagonistas masculinos, que pertenecen a los respectivos grupos.


Lo que convirtió en histórica a Oklahoma! es que se trata de una de las primeras obras en las que los elementos musicales no son un añadido para entretener al espectador, usualmente mientras cambia la escena, sino que forman parte activa de la historia y el desarrollo de personaje. Si bien se puede entender a grandes rasgos la historia de un musical sólo escuchando las canciones, realizar ese proceso a la inversa (ver sólo las escenas habladas) se torna imposible, quedando a lo sumo con el esqueleto estéril de un drama. Cada uno de los personajes centrales tiene un motivo (secuencia de notas) que permite a la audiencia identificar quién es el foco en cada escena dada, y tratándose de un romance, la simetría entre los temas de cada uno de los personajes permite intuir cómo terminarán establecidas las parejas. También la música es fundamental para marcar tono, y escuchar las canciones vuelve evidente el contraste entre el triángulo central (Curly-Laurey-Jud), dotado de seriedad dramática y momentos en extremo maduros, sobre todo para un género que en su génesis se consideraba más cercano a la comedia, y el triángulo secundario (Will-Annie-Ali), que es el principal alivio cómico de la obra. Sin embargo, que la música sea un pilar de la narrativa no significa que sea en perjuicio de su valor como entretenimiento: mucho se ha hablado de la compleja y multifacética coreografía de Agnes de Mikel, quien construye espectaculares números dancisticos que continúan explorando tanto a los personajes en lo individual como sus dinámicas (el ballet de ensueño, en ese sentido, es una de las piezas más importantes de la historia del teatro musical, pese a su falta de diálogo, pues la coreografía de quince minutos es una fina pieza de narrativa que inspiró a muchas de sus sucesoras).


Cierro con un análisis de las canciones, aunque no tengo espacio para hablar de todas: Oh, what a beautiful Morning y Many a New day son grandes ejemplos de baladas con orquestación clásica, una tendencia sinfónica iniciada por esta obra, mientras que, aunque no es mi favorita, debo decir que algo debió hacer bien Oklahoma, que se convirtió en himno oficial del estado del mismo nombre. Mis favoritas, sin embargo, son algunas de las piezas secundarias como la hilarante It’s a scandal, it’s a outrage (una burla perfecta de la falsa masculinidad), Lonely Room (que considero un gran ejemplo de cómo un villano que podría pasar por plano en una narrativa tradicional es elevado a través de su tema musical) y The Farmer and the Cowman, un ejemplo temprano del poder que pueden tener los números de ensamble.


Muchas veces el destino de las “primeras” en cualquier rama, estilo o disciplina es quedar rebasadas, ser poco más que una anécdota, un precedente de los verdaderos grandes ejemplos. El teatro musical ha evolucionado mucho desde Oklahoma!, pero eso no significa que la primera obra musical deba quedar relegada al olvido, pues incluso sin tomar en cuenta su peso histórico, se sostiene por sí mismo como un romance mucho más efectivo de lo que tiene derecho a ser.


  • Año de estreno: 1943

  • Música: Richard Rodgers

  • Letras: Oscar Hammerstein II

  • Libreto: Oscar Hammerstein II

  • Dirección: Rouben Mamoulian

  • Elenco original

    • Alfred Drake (Curly McLain)

    • Joan Roberts (Laurey Williams)

    • Howard da Silva (Jud Fry)

    • Celeste Holm (Ado Annie Carnes)

    • Lee Dixon (Will Parker)

    • Joseph Buloff (Ali Hakim)

    • Ralph Riggs (Andrew Carnes)

    • Betty Garde (Tía Eller)

    • Marc Platt (Curly en el ballet de ensueño)

    • Katharine Sergava (Laurey en el ballet de ensueño)






Hasta el próximo encuentro…


Navegante del Clío

Entradas recientes

Ver todo
Movin’ Out

¡Bienvenidos pasajeros! Durante mucho tiempo ya he querido cubrir de nuevo un musical juke box, es decir, aquellos que utilizan música existente, pues me parece un ejercicio brillante de creatividad,

 
 
 
El jorobado de Notre Dame

¡Bienvenidos pasajeros! ¿Cuando una adaptación se aleja tanto de la obra original que deja de serlo? Para muchos puristas de la...

 
 
 
Rent

¡Bienvenidos pasajeros! Hay canciones tan buenas que trascienden el medio para el que fueron escritas, y adquieren una vida y legado...

 
 
 

Comentarios


bottom of page