Alcanzo a ver el paraíso
- raulgr98
- 16 feb 2023
- 4 Min. de lectura
Fuerte de Agra, 22 de enero de 1666
¿Vienes ya por mí Mumtaz? Estoy cansado, estoy viejo, estoy triste. Pero aun recuerdo haber sido joven, libre, amado. Se siente como si hubiera sido varias vidas atrás, pero alguna vez fui Shah Jahan, emperador de los mogoles.
¿Recuerdas el día que nos conocimos Mumtaz? Yo entonces podía todavía sostener la espada y tu radiabas con la belleza de una diosa persa aunque tan sólo tenías catorce, un año menos que yo. Nunca te lo confesé, pero si por mi hubiera sido nos habríamos desposado ese mismo día, pero padre me obligó a esperar cinco años más, los que más agonía me han producido en mi existencia.
Si no hubiera nacido quien soy, atrapado en las tradiciones de mi pueblo, no habría tenido más mujer que tú, pero siempre supiste que mi corazón te fue fiel. No tuve más opción que tener cuatro esposas a la vez; una por obligación, otra por política, otra para evitar la guerra, pero no compartí lecho con ellas más que para darles el hijo que la ley me obligaba, pues solo contigo encontré el placer. ¿Y donde están esas mujeres ahora? Me abandonaron cuando perdí el trono, pero no las extraño un instante, pues mi único anhelo es volver a ver tu rostro.
Diecisiete hijos engendré, y catorce de ellos fueron contigo; pero ahora me pregunto ¿acaso fui yo el culpable de tu partida? ¿Me habría detenido de haber sabido el daño que los partos te hacían? ¿O era tanta mi obsesión contigo que habría insistido en gozarnos aunque nuestra última criatura te matara al llegar al mundo? Tus hijos, al menos los que permanecen aquí, te extrañan Mumtaz, partiste demasiado pronto. Ahora se matan entre ellos por mi trono, hacen la guerra como yo lo hice con los míos porque no tuvieron aquí a su madre para que les enseñara a otro camino. Nuestra hija mayor está conmigo, la única compañía que tengo en mi encierro, y cada día se parece más a ti. Lloro cuando me lee y me canta, pues es tu voz la que resuena en tan vacías paredes de mi celda.
¿No crees que el destino tiene un humor particular Mumtaz? Tu estabas aquí, en esta misma fortaleza, cuando me coroné hace casi cuarenta años, estos muros que vieron el inicio de mi reinado ahora se burlan de mí en su aletargado final. Ocho años son los que llevo prisionero aquí, pero ahora me doy cuenta que dejé de vivir hace mucho, el día que me abandonaste,
Diecinueve años estuvimos juntos, y no fueron suficientes para disfrutarlos contigo, pues fuiste mi sol, mi luna y mis estrellas. Casi todos fueron cuando era tan sólo un príncipe, pero te mantuviste a mi lado cuando las intrigas me desterraron, y tuve que usar la fuerza para recuperar lo que era mío. ¿Por qué entonces, destino, no la dejaste disfrutar de la corona? ¿Por qué me condenaste a sufrir el peso del gobierno solo, arrebatándomela solo tres años después de hacerla mi reina?
¿Qué dirá la historia de mí Mumtaz? ¿Habré sido un buen rey? Quizá al principio, cuando te consultaba en todo y usabas mi sello para uayudarme a gobernar. Que fortuna la mía que además de hermosura encontré en ti la inteligencia de un gran estadista y la confianza que no le tuve a ningún consejero antes o después. Pero he languidecido desde tu partida, y sé que sólo soy una sombra de lo que fui.
Las fuerzas me abandonan, amada mía, pero debo levantarme de este lecho, pues si he de morir hoy lo haré viendo el mausoleo que construí para ti. Miles de manos trabajaron en él, y doce años me tardé pero no te merecías menos. En la armonía de sus paredes rojas y blancas, de mármol cuyo esplendor sólo se compara con los jardines y fuentes que erigí para honrarte me aguardas pacientemente. Cuando muera me colocarán junto a ti, pero las instrucciones fueron claras: no moverán tu tumba para que los dos ocupemos el centro, sino que me colocarán a tu lado sin trasladarte. Poco me importa que esto rompa el perfecto equilibrio del santuario, porque lo construí para que te veneren a ti, y permanecerás en el centro por toda la eternidad.
Me cuesta respirar y me duelen todos los huesos del cuerpo, pero ya estoy mirando por mi ventana, como he hecho todas las mañanas desde mi encierro, porque en la lejanía te veo y te siento contigo. Hoy, en mi último día, alcanzo a ver el paraíso, pero no el celestial en el que pronto nos reuniremos, sino el terrenal que construí para ti.

¡Bienvenidos pasajeros! En esta semana del amor y la amistad les traigo una recreación de los últimos momentos de Shah Jahan, conocido como "el arquitecto" que pasó a la historia por preservar la herencia cultural de la cultura mogol (que combina elementos persas, hindúes, musulmanes y cristianos) a través de la construcción de una de las nuevas maravillas del mundo: el Taj Mahal.
¿Por qué les cuento esa historia en esta semana? Por que entre los gobernantes es realmente poco común ver un matrimonio de iguales, en el que los sentimientos y la confianza mutua sobrepasen las alianzas políticas que usualmente llevan a los esponsales. Si uno ve su manera de pelear guerras y sofocar rebeliones, Jahan tuvo actitudes claramente tiránicas (aunque la influencia de Mumtaz se nota sobre todo en ayudas sociales que impulsó mientras vivió), pero no por eso se debe despreciar el enorme amor que sintió por su esposa favorita, al que le lloró el resto de su larga vida (permaneció viudo treinta y cinco años) y a cuya tumba le dedicó prácticamente el resto de su reinado, doce de construcción y diez más de renovaciones, dejando un fideicomiso para su cuidado que no se agotó hasta finales del siglo XIX.
El Taj Mahal, uno de los edificios más bellos de la historia de la humanidad, resplandece hasta hoy en día como lo que es: el mejor monumento al amor jamás creado.
Hasta el próximo encuentro...
Navegante del Clío
Comentarios