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Amanecer del planeta de los simios

¡Bienvenidos pasajeros! Cuando se discute si hay películas que pueden funcionar tanto como entretenimiento blockbuster como "alta cultura", el cine de Christopher Nolan o Quentin Tarantino es frecuentemente mencionado, sin embargo, durante la última década la trilogía reboot de El Planeta de los Simios ha consolidado su reputación como uno de los mejores conjuntos de películas del cine moderno. Por eso, el día de hoy recomiendo la que no sólo considero la mejor de la trilogía, sino de toda la franquicia.


Escrita por Mark Bomback, Rick Jaffa y Amanda Silver, la cinta de 2014 dirigida por Matt Reeves transcurre diez años después de la película anterior, cuando la sociedad humana a colapsado y los pocos sobrevivientes colisionan con una colonia de simios evolucionados. Un éxito crítico y taquillero, nominada a un premio Oscar por efectos visuales, la cinta incorpora a un elenco tanto de acción real como de motion capture (identificados estos con cursivas), que incluye a Andy Serkis (César), Jason Clarke (Malcolm), Toby Kebbell (Koba), Nick Thurston (Ojos Azules), Keri Russell (Ellie), Gary Oldman (Dreyfus), Karin Konoval (Maurice), Kodi Smit-McPhee (Alexander), Judy Greer (Cornelia), Terry Notary (Rocket), Doc Shaw (Ash) y Kirk Acevedo (Carver).


Quizá el aspecto más revolucionario de esta trilogía de películas es que, aunque en las tres los personajes humanos juegan un rol importante, el eje narrativo y emocional de la historia está en los simios, y sobre todo en César, quien es uno de los protagonistas mejor desarrollados de la década pasada. Creo que no se debe subestimar lo impactante que es que el equipo creativo logre volver entrañables construcciones de CGI; pero esto se debe a dos factores: por un lado, la tecnología de efectos especiales es impecable, y recrea a la perfección la más mínima expresión facial, y por el otro el total compromiso de los actores, que logran ya sea con lenguaje de señas, corporalidad o unas cuantas líneas comunicar expresiones complejas y personajes redondos, una de las mejores pruebas que la actuación de motion capture (que Serkis ya había revolucionado diez años antes con El Señor de los Anillos) es trágicamente infravalorada por Hollywood, y está a la par de métodos más convencionales.


Lo primero que quiero abordar es el elemento de como funciona esta cinta como blockbuster: al ser la segunda parte, y por lo tanto ya no tener que ocupar tiempo para explicar el mundo ficcional, Amanecer tiene por mucho el mejor ritmo de toda la franquicia, con cada escena cumpliendo múltiples propósitos. Aunque después de la cacería y la confrontación inicial hay muy poca acción hasta el clímax, el diálogo es intrigante y cargado de tensión, y la dirección de Reeves rodea toda la cinta de una atmósfera de tragedia inminente, con pequeños atisbos de esperanza a los que el espectador se pueda aferrar. Cuando llega el tercer acto, la dirección y el diseño de producción lograron que conceptos que pueden parecer absurdos (chimpancés a caballo usando armas de fuego) se vieran épicas y realistas en la pantalla, y la última media hora en ningún momento le da al espectador un momento para respirar, desde el asalto a las ruinas de San Francisco, hasta la confrontación final entre César y Koba, pues el temor por el destino de personajes en ambos bandos es palpable. La cinematografía, que tiene un excelente contraste de colores entre los entornos de los simios y los humanos, así como uno de los mejores usos que el cine comercial le ha dado al fuego para iluminar escenas nocturnas, contribuyen a darle más peso a la acción.


Pese a ser excelente, no es la acción el elemento más memorable de la cinta, y es aquí donde quiero recuperar los elementos más "artísticos" de la película: a quienes no la han visto les puede parecer risible, pero Amanecer del Planeta de los Simios es una de las mejores películas de guerra que he visto, pese a no estar basada en ninguna real: las escenas de diálogo, donde los personajes pasan del recelo a la confianza, y después a la confrontación, crean dinámicas muy interesantes que involucran a la audiencia emocionalmente en el conflicto, y el foco en una planta hidroeléctrica como punto narrativo es apropiado para explorar temas de coexistencia y supervivencia. El clímax de la película es la violencia, pero esta no es maniquea, sino producto de los prejuicios y las mentiras en ambos bandos, explorando no sólo las diferencias entre facciones sino divisiones ideológicas complejas al interior de las mismas. Aunque Koba y Dreyfus son sin duda los antagonistas de la historia, son villanos con motivaciones claras, y si bien el guion en ningún momento disculpa sus acciones, arroja a la audiencia preguntas sobre la violencia y el trauma sistémicos, y si nosotros hubiéramos obrado de forma diferente (en ese sentido, pequeños momentos con el antagonista humano y una infravalorada actuación de Kebbell como el bonobo son claves para el éxito de la historia). Aunque hay mucha empatía con la pérdida de los antagonistas, la historia los hace responsables de sus acciones, y como una respuesta alternativa al trauma están los personajes de Malcolm y César, que construyen una amistad que aunque surge por necesidad, se convierte en genuina para el final de la cinta, y muestra una profunda humanidad en ambos. Maurice y Ellie, como guías morales de la cinta, tienen pocas escenas pero algunas de las líneas más reflexivas, y el uso de los personajes jóvenes en ambas especies (interpretados por Thurston, Smit-McPhee y Shaw) ofrece una dualidad interesante sobre como las nuevas generaciones son simultáneamente faros de esperanza (por la ausencia de traumas y prejuicios propios) y candidatos idóneos de adoctrinamiento y radicalización por parte de líderes fanáticos.


La película inicia ya en una distopía, y no tiene miedo de ir a lugares temáticos y narrativos muy oscuros, pero el elemento más agridulce, y el que la vuelve una historia especial, es que pese a que las diferencias muchas veces parecían irreconciliables, hubo un momento en que líderes con empatía casi lograron crear algo nuevo y duradero, de no ser por el odio y el miedo. Como en casi todas las guerras que han aquejado a la humanidad, hay una lección fundamental en esta tragedia: la paz sí era una opción.




Hasta el próximo encuentro...


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