Amores perros
- raulgr98
- 4 sept 2024
- 3 Min. de lectura
¡Bienvenidos pasajeros! El día de hoy regresamos al cine mexicano para comentar brevemente la película que catapultó a su director al reconocimiento internacional: Amores Perros (siendo además su debut directorial).
Estrenada en el año 2000, la cinta es dirigida por Alejandro González Iñárritu y escrita por Guillermo Arriaga. Un éxito crítico y taquillero (sobre todo considerando su bajísimo presupuesto), arrasó en los premios Ariel y fue nominada al Oscar a Mejor Película en lengua Extranjera. El elenco está encabezado por Gael García Bernal (Octavio), Emilio Echeverría (Chivo), Goya Toledo (Valeria Amaya), Vanessa Bauche (Susana), Marco Pérez (Ramiro), Humberto Busto (Jorge), Álvaro Guerrero (Daniel); Jorge Salinas (Luis Miranda Solares), Rodrigo Murray (Gustavo Miranda Garfias), Gustavo Sánchez Parra (Jarocho), Diego Bertoldi (Leonardo) y Adriana Barraza (Madre de Gustavo).
Los aspectos más conocidos de esta película son su estructura no lineal y de ensamble, con lo que quiero decir que la secuencia de hechos no es cronológica, sino que gira en torno a un choque de automóvil que involucra a personajes de las tres historias diferentes que la película cuenta: la de una supermodelo española, un asesino a sueldo y un muchacho involucrado en peleas de perros. Además del mismo choque, la cinta está cargada de elementos simbólicos, de las cuales el perro es el más importante, pues es tanto muestra como de la lealtad como de la corrupción del ser humano (en ese sentido, Cofi/Negro es el personaje central de la película, y una metáfora de la naturaleza cambiante de la humanidad y la influencia externa en la personalidad.
Las tres historias están marcadas de alguna u otra manera por la infidelidad y las relaciones familiares complicadas (Octavio-Ramiro, Daniel-su antigua familia, Luis-Gustavo, Chivo-Maru) y muestra a sus protagonistas a la deriva, aferrados a un amor que es o bien imposible o bien condenado al fracaso por las decisiones de los propios personajes tanto en el pasado como en el presente, con la violencia (ya sea doméstica, animal o criminal) un elemento recurrente de la película. El final de cada historia logra ser a la vez abierto pero satisfactorio, retomando ideas como el karma y la impotencia.
A nivel de producción, la dirección logra ser a la vez naturalista y horrorizante, gracias en gran medida a un excelente uso de locaciones, pues la Ciudad de México se convierte en un personaje en sí mismo. Cada historia involucra a una clase social diferente (Octavio es de media baja, el Chivo vive casi en la indigencia y Valeria es de posición elevada), y aunque son evidentes los contrastes entre los tres grupos de personaje, sobre todo en el acceso a oportunidades y grado de hipocresía (El Chivo, pese a ser un delincuente explícito, resulta ser el más honesto de todo el elenco), también están entrecruzados y presentan caracterizaciones comunes, unidos no sólo en el choque inicial sino en la última toma, que muestra la ciudad en la que todos cohabitan como un páramo. En ese sentido, no hay una crítica política explícita, pero el diagnóstico social es devastador, al mostrar el bajo mundo que domina el entorno urbano y la injusticia de la misma.
Las actuaciones son excelentes a lo largo y ancho de la cinta, combinando drama con humor negro, y cada espectador tendrá su subtrama favorita. De las tres, la de Daniel y Valeria me pareció la menos interesante, si bien creo que su conclusión es a la vez la más optimista (del lado de Daniel) y la más poética (por el final agridulce de Valeria). En la historia de Octavio y Susana veo personajes muy bien delineados, en los que Iñárritu y Arriaga subvierten las expectativas del arco de personaje (se trata, en esencia, de hombres y mujeres que se niegan a evolucionar); mientras que la historia de Chivo me pareció por mucho la más interesante, al tener una caracterización compleja (el asesino a sueldo que siente compasión por los perros), un trasfondo muy interesante donde mejor concentra el guion su crítica social (la evolución maestro-guerrillero-preso-asesino), así como la que me parece por mucho la escena mejor lograda de la película, el monólogo del personaje, brillantemente interpretado por Emilio Echeverría.
Tardé muchos años en tener oportunidad de ver esta película, pero aunque conocía de ella, no fue hasta hace poco que comprendí el por qué fue tan influyente para revitalizar el cine mexicano. Valiente y cruda, Amores Perros refleja una ciudad y un país con el que es difícil sentirse orgulloso, pero imposible no identificarse.
Hasta el próximo encuentro...
Navegante del Clío
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