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Anastasia

¡Bienvenidos pasajeros! En Navegante del Clío, los meses inician en día 29, y este arranque de jornada es especial, puesto que por primera vez en este espacio, no nos encontramos ante la recomendación de un musical con el que ya estaba familiarizado, sino con la reseña de uno que veo por primera vez: Anastasia.


Apegándose a la película animada de 1997, el musical está inspirado en la leyenda urbana que afirma que la Gran Duquesa Anastasia Romanov sobrevivió a la ejecución de la familia imperial tras la Revolución Rusa (el prólogo es en 1907 y 1917, el resto de la obra en 1927). Cuando la emperatriz viuda María ofrece una recompensa por su nieta, dos estafadores reclutan a una huérfana con amnesia para hacerla pasar por ella, ignorando que es la verdadera Gran Duquesa. Un éxito moderado en taquilla, la producción original recibió críticas mixtas pero estuvo nominado a dos Tonys (Mejor actriz de reparto y mejor vestuario), iniciando una gira que se ha extendido a distintos países.


Habiendo visto la producción mexicana, con un elenco integrado por Mariana Dávila, Javier Manente, Manu Corta, Carlos Quezada, Gloria Treba e Irasema Terrazas; y que según mi investigación (como es costumbre para la compañía OCESA), es prácticamente idéntica a la producción original, estas son mis impresiones:


Antes de comenzar, creo que es importante discutir la estructura de la obra. Después del prólogo, el primer acto sucede casi en su totalidad en San Petersburgo, y el segundo en París. Aunque esto en papel es buena idea, y me parece que contribuye a crear un favorable cambio de tono, implica ciertos problemas de ritmo.


Comenzaré con los aspectos negativos, pues creo que estos pueden afectar el disfrute del espectáculo. Aunque ambas partes tienen en teoría el mismo número de canciones, el primer acto es sin lugar a dudas demasiado largo, pues tiene la responsabilidad de plantear la historia, los personajes y desarrollar dos tercios del metraje de la película original. Asimismo, creo que al libreto le cuesta balancear el tono ligero y familiar con la seriedad de la Unión Soviética y la tragedia inicial, pues quiere hacer ambas con resultados mixtos (el caso más notorio, una muerte al final del primer acto es dirigida con muy poca claridad). Por otra parte, aunque el segundo acto tiene una mejor focalización tonal, el final se sintió extremadamente apresurado, lo que afectó al cierre de casi todos los personajes principales.


Por otra, el musical tiene muchas cosas que ofrecer al espectador, pese a sus debilidades: las canciones, que en su mayor parte son más pausadas que otras megaproducciones, permiten que los vocalistas tengan más oportunidades de demostrar su rango, en especial la actriz protagónica. Cambiar el villano de Rasputín a Gleb Vaganov, que implicó eliminar todos los elementos sobrenaturales, fue una decisión acertada, pues aterriza a la historia en un realismo pseudohistórico (sumado a un intento de contrastar París y la URSS, que triunfa más en el aspecto visual que narrativo, que se quedó en lo superficial) y da a la trama un villano más complejo, cuyas dudas internas fueron algunas de las escenas más interesantes de la puesta en escena. El elemento trágico está bien logrado en el prólogo (muy bien montado), los solos de Gleb y los sueños de Anya (estos últimos con un humor negro que me tomó por sorpresa); pero aún así el libreto encuentra muchas oportunidades para el humor, sobre todo en el segundo acto, mismo que me resultó sorprendentemente efectivo.


Sin embargo, el elemento que más vuelve a Anastasia una experiencia satisfactoria es sin duda el elemento técnico. Los vestuarios, en particular para los personajes femeninos, son muy hermosos, y creo que la dirección logra un buen contraste entre la majestuosidad de la corte imperial y la desesperanza del presente. Asimismo, el uso de un escenario giratorio, plataformas de doble vista que giran y sobre todo proyección en pantallas ayudan a volver muy dinámicas las transiciones, y darle una aura mágica a los escenarios (en particular la llegada a París). El nivel de complejidad que requiere manejar la maquinaria es logrado gracias a la colaboración de un efectivo diseño de iluminación, y la dirección eleva de esta manera elementos que musicalmente son más débiles (incluyendo una travesía en tren, que el movimiento hace memorable).


En cuanto a las actuaciones, el libreto está hecho para que el personaje de Anastasia brille, y la actriz principal está a la altura del desafío. En cuanto al resto del elenco mexicano, Vlad funcionó muy bien como alivio cómico, la emperatriz viuda logró aterrizar los momentos más serios y Gleb tuvo algunas de las secuencias más interesantes (aunque sus pocos minutos en escenario resultaron decepcionantes), pero Dmitry, aunque adecuado, no brilló como sus compañeros de reparto. Tras revisar clips del montaje neoyorquino y escuchar el soundtrack, creo que no es por completo responsabilidad del actor, pues también en la producción original es el personaje más débil de la historia, en cuanto a caracterización, pues los elementos más complejos están limitados al segundo acto.


No hay una exploración temática tan profunda, pero creo que el musical supera a la película en el desarrollo sobre el duelo, el arrepentimiento y las secuelas de una tragedia. Su elemento principal es el romance y la búsqueda de pertenencia, y creo que es efectivo en construir ambas partes: pues el primero se da de una manera más orgánica que en la película, y el desarrollo de la segunda rodea toda la producción de un aura agridulce de nostalgia que sirve muy bien a la trama.


Cerrando con mi evaluación de la música, la orquestación me pareció absolutamente preciosa, y creo que aprovecha bien las melodías recurrentes (the rumors never end, no incluído en el soundtrack, es uno de los mejores motivos originales), sobre todo en los números más callados, mientras que los más veloces ofrecen buenas oportunidades para coreografía que incorpora de manera efectiva ballet y ritmos folclóricos rusos (aunque la canción no está entre mis favoritas, Land of Yesterday fue donde la coreografía más brilló). Sin embargo, en cuestión de letra, lamento que casi todas las nuevas canciones palidecen en comparación con las que se originaron en la película, en parte porque tienen melodías muy homogéneas. De las nuevas incorporaciones, Still, Close the door y sobre todo Stay I pray you fueron las que más destacaron para mí, las tres canciones más lentas sobre el dolor, pues creo que la letra encapsuló muy bien distintas perspectivas del periodo, así como In a crowd of thousands, que hace mucho por elevar el romance central y Quartet at the ballet, que aunque decepcionante en su montaje, es una de las piezas más complejas del conjunto. Por otra parte, de las canciones "recicladas", Once Upon a December cumple a la perfección su rol como balada triste y Learn to Do It me pareció mejor ejecutada (tanto a nivel musical como narrativo) que la versión original, pero es Journey to the Past, sabiamente movida al cierre del primer acto, por mucho la pieza más memorable de la producción.


  • Año de estreno: 2017 (Broadway)

  • Música: Stephen Flaherty

  • Letra: Lynn Ahrens

  • Libreto: Terrence McNally

  • Dirección: Darko Tresnjak

  • Elenco original:

    • Christy Altomare (Anya)

    • Derek Klena (Dmitry)

    • John Bolton (Vlad Popov)

    • Ramin Karimloo (Gleb Vaganov)

    • Caroline O'Connor (Lily Malevsky-Malevitch)

    • Mary Beth Peil (Emperatriz Maria Feodorovna)



Hasta el próximo encuentro....


Navegante del Clío

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