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Atrapados sin salida

¡Bienvenidos pasajeros! Después de la ceremonia del domingo, de la que escribiré un poco mañana; dediqué un poco de tiempo a pensar en ceremonias pasadas. Para no dejar ir el tema todavía, pues aún hay un puñado de publicaciones planeadas, hoy quise hablar de uno de los clásicos ganadores, considerada de las mejores películas de todos los tiempos, y una de las pocas en ganar los cinco grandes Oscares.


Basada en la novela de Ken Kesey, la cinta de 1975 es escrita por Lawrence Hauben y Bo Goldman, y dirigida por Miloš Forman. Protagonizada por Jack Nicholson (RP McMurphy), Louise Fletcher (Mildred Ratched), Will Sampson (Chief Bromden), Brad Dourif (Billy), Sydney Lassick (Charlie), Danny DeVito (Martini), William Redfield (Dale), Christopher Lloyd (Taber), Delos V. Smith Jr. (Scanlon), William Duell (Jim), Vincent Schiavelli (Bruce), Scatman Crothers (Turkle) y Marya Small (Candy). Un éxito en taquilla, como mencioné en la introducción gozó de una excelente recepción crítica y ganó cinco Oscares (Película, Director, Actor, Actriz y Guión adaptado) de un total de nueve nominaciones.


En un concepto de historia que ya se consolidó como un arquetipo, un criminal finge padecer una enfermedad mental para ser enviado a un hospital psiquiátrico en lugar de prisión. Una vez admitido, establece lazos con un grupo de pacientes y se enfrenta a una tiránica enfermera que gobierna el ala con puño de hierro. El producto de un proceso complicado de reproducción, en el que el propio director enfrentó persecución soviética y crisis mentales antes de poder aceptar el trabajo, y más de un cambio en el elenco, pero el resultado final habla por sí mismo. Grabado en un hospital psiquiátrico de verdad, cada miembro del elenco hizo seguimiento de un paciente, y algunos de los internos formaron parte del equipo detrás de cámara (el director del hospital tiene un rol menor en la cinta).


A un nivel técnico, la película es muy efectiva en recrear el sentimiento de claustrofobia de la locación, con ángulos cerrados que contrastan muy bien con la paleta de colores, un blanco estéril que aparenta ser puro. Aunque no es muy dinámica, la cinematografía de esta película incluye algunos avances importantes, como el uso de múltiples cámaras para grabar simultáneamente las reacciones de todos los actores en las terapias grupales ( una estrategia nueva en la época). Aunque casi toda la trama se desarrolla dentro de la locación, las distintas salas de ésta (los dormitorios, las regaderas, la sala común, el patio, etc.), tienen vida propia, con la zona de terapia de electroshocks especialmente aterrradora, pero que contrasta muy bien con la secuencia del paseo en bote, en mi opinión la mejor de toda la cinta, en la que el cambio de lo artificial del hospital a la belleza natural del exterior es notable, y donde mejor se percibe el sentimiento de camaradería entre el grupo, y sus aspiraciones de libertad.


El ritmo de la película es impecable, en el que es a la vez deliberado para mostrar la creciente rebeldía de McMurphy contra Ratched, pero también construir de forma creíble genuinos lazos de amistad con los pacientes. Sin embargo, la trama en ningún momento se estanca, y la lucha entre protagonista y antagonista mantiene en todo momento el dinamismo narrativo. Sin duda, este guion me parece uno de los mejores ejemplos en cine del difícil género del comi-drama, en el que hay un excelente uso del sentido del humor, gracias al carisma del elenco y la astucia del diálogo, pero a lo largo de toda la cinta hay una tensión subyacente, con momentos muy oscuros que logran encajar con el tono del resto de la película, muy bien equilibrado.


Las actuaciones de todo el elenco son excelentes, encabezado por un Jack Nicholson que evita caer en sus estrategias actorales clásicas, y muestra una personalidad magnética que vuelve al personaje atractivo para la audiencia pese a sus claras fallas morales, llevándolo a un genuino viaje de crecimiento que rápidamente supera la fase de manipulación egoísta. Del resto de los pacientes, aunque en las primeras escenas sus actuaciones puedan parecer hiperbólicas, le debo dar mucho crédito al elenco por aún así encontrar una sinceridad en los roles que se asoma en los momentos más callados (Christopher Lloyd y Brad Dourif, que inician ambos su carrera en el cine con estos papeles son especialmente buenos); pero para mí son dos actores los que dominan cada escena. El primero es Will Sampson, cuyo “Jefe” es desde mi punto de vista el corazón de la cinta, y cuya interpretación ha sido injustamente infravalorada pese a la complejidad que requiere darle capas a un personaje que es mudo gran parte del metraje. La otra, como era de esperarse, es Louise Fletcher como la enfermera Ratched, una de las mejores villanas del cine, pues nunca recurre a la violencia, pero aún así ex extremadamente cruel, pues la manipulación, la actitud pasivo-agresiva y el orden intransigente con el que gobierna son sus armas. Que solo tres miembros del grupo estén encerrados, y el resto pueda darse de alta pero no lo haga por el miedo paralizante a Ratched dice mucho.


Las celdas de “Atrapados sin salida” no son necesariamente físicas, pero no por eso son menos reales. Una película temáticamente rica, muestra las barreras psicológicas de un sistema corrupto, representado por el hospital psiquiátrico, en la que la burocracia es apática en el mejor de los casos y amoral en peor; que invita al espectador a reflexionar sobre la importancia de la libertad del espíritu, que sólo puede lograrse en comunidad, del poder de la empatía para generar valor, sobre sobreponerse a los prejuicios y, con un final agridulce que no contaré aquí, sobre la inspiración que puede ejercer una persona sobre sus pares, aunque implique un sacrificio.




Hasta el próximo encuentro…


Navegante del Clío




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