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Catedral

¡Bienvenidos pasajeros! El año pasado pasé por un momento difícil en mi formación como escritor, y un amigo se propuso la misión de recomendarme lecturas para ayudarme a superar una desilusión, y la que tuvo el mayor impacto en mí fue un cuento de Carver, autor al que he seguido leyendo. Aunque lo que reseño hoy no es el relato que me introdujo al autor, sí es mi favorito, con un mensaje ideal para estos tiempos.


En el cuento, de mediana extensión, un narrador anónimo lidia con la incomodidad que le produce recibir en su casa a un amigo ciego de su esposa. Una historia con una estructura intimista (la acción no sale de la casa de los protagonistas), tiene aún así alcances muy ambiciosos, pues le da a la mujer y al ciego trasfondos ricos que podrían constituir historias completas en sí mismas (de hecho, la relación entre el ciego y su fallecida mujer me pareció tan evocativa que pone a filosofar incluso al protagonista), y gran parte de la tensión radica en que el autor logra que el lector desee conocer más detalles de los personajes, inseguro de las dinámicas del trío principal.


Los tres personajes me parecen muy bien delineados, pero es el protagonista el que recibe la caracterización más compleja, y dónde Carver hace un ejercicio creativo muy interesante, pues se trata de un protagonista completamente desagradable: la acción se mueve hacia adelante por sus celos y prejuicios, que rozan la paranoia, casi todos sus diálogos son pasivo-agresivos e incluso realiza un no tan sutil comentario racista en la primera mitad del relato. Sin embargo, en el núcleo de la caracterización se encuentra una casi completa falta de sensibilidad y capacidad de asombro, pues desdeña la poesía de su esposa (afirma categóricamente que no la entiende), y cuando en el clímax debe realizar una descripción, esta es somera y material, con el narrador encontrando dificultad para encontrar emociones y metáforas. Y aún así, el clímax del relato, la transformación del protagonista, es una que resulta no sólo creíble sino emotiva, casi un despertar espiritual por parte de un ateo confeso.


En cuestión de estilo, Carver es un maestro para crear un estilo casual y cotidiano; guiado por el diálogo (ya sea interno o externo), pero que a la vez conserva la pulcritud, con cada palabra cuidada con exactitud sin ser por eso menos accesible. Sin embargo, me parece que el elemento principal que resalta a este relato en la cuestión de composición es como se logra una voz anecdótica. Esta se encuentra presente sobre todo en la primera mitad, donde las interjecciones a un interlocutor desconocido por parte del narrador aportan gran humor a la narrativa e invitan a la interacción; pero incluso en la segunda mitad recursos como el uso de paréntesis ayudan a construir de una manera más clara y cercana el carácter de los personajes, cuya voz recrea muy bien la oralidad.


Gracias a una estructura que se puede categorizar como "vistazo a la vida", el autor decide dejar algunas interrogantes sin responder (cual es la opinión que Robert, el ciego, tiene del narrador, por ejemplo), y el mismo final no es uno explícito, sino que se debe interpretar a partir de las emociones, no la razón. Pese a esto (o con más probabilidad debido a ello), el final es excelente, y uno de los mejores en la tradición del cuento norteamericano, bello gracias a su brevedad, y temáticamente relevante, pues remite a la necesidad humana de conexión, el poder del arte para mover e inspirar, y un recordatorio de la importancia de la empatía, más allá de prejuicios imaginados.



  • Título original: Cathedral

  • Autor: Raymond Carver

  • Año de publicación: 1981





Hasta el próximo encuentro...


Navegante del Clío

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