El león, la bruja y el ropero
- raulgr98
- 4 nov
- 4 Min. de lectura
¡Bienvenidos pasajeros! Durante dos de los tres años de Navegante del Clío, dediqué las últimas semanas del año ha hablar de series famosas de literatura fantástica. Como no sé si este año me tomaré la semana de Navidad para descansar, y la saga planeada para este año es un poco más larga, decidí adelantar ligeramente el comienzo del evento. Durante siete semanas, cubriremos en esta sección las Crónicas de Narnia, y tras reflexionar mucho sobre el orden en el que debía hablar con ellas, me decantaré por el de publicación.
Por lo tanto, este martes comenzamos con el que, en orden cronológico sería el segundo tomo, pues fue el primero en llegar a los anaqueles. Una historia que ya se convirtió en arquetípico, sigue el modelo de fantasía en el que el mundo ordinario penetra en el extraordinario, y cuenta la historia de cuatro niños que se transportan a un mundo mágico sumido en un invierno eterno, cumpliendo un rol clave en la derrota de una malvada bruja.
No hablaré mucho del trasfondo del autor, pues es muy similar al de Tolkien, quien fue amigo suyo: académicos británicos, traumados por la primera guerra mundial e influidos por un espectro amplio de mitologías. Sobre este último punto, aunque la construcción de mundo de Narnia no es tan compleja como la Tierra Media, sobre todo en este primer volumen, aún así cumple a la perfección su tarea de inmersión, y la selección de criaturas (una combinación de nórdicas, grecorromanas y del folclor británico, así como animales parlantes), puede que sea mi favorita de las grandes historias de fantasía; en parte influida por las sencillas pero efectivas ilustraciones a mano de Pauline Baynes, originales, que la mayoría de las ediciones conservan.
El ritmo de la historia es perfecto para una novela infantil, pues tiene sólo diecisiete capítulos (y poco más de doscientas páginas en mi edición). De estos, los cinco primeros se dedican a construir de forma metódica la historia antes de que todos los personajes crucen juntos el portal a Narnia. Los siguiente siete tienen todo el encanto y asombro de una típica novela de aventura, mientras que los últimos cinco refuerzan el contenido temático y las reglas mágicas que caracterizarían a toda la saga. Sin embargo, el mote de “infantil” no es del todo exacto para esta historia, pues las descripciones de algunas de las criaturas pueden resultar impresionantes para los niños pequeños, y el narrador no tiene miedo de ir a lugares oscuros con sus descripciones (en mi más reciente relectura, reparé en el hecho de que el fauno Tumnus, contrario al mitológico, es descrito con cola larga, lo cual me parece una decisión interesante, dado el paralelismo que genera con otra criatura), sobre todo en el último tercio.
La mitología no es la única inspiración de Lewis, sino que su mundo se nutre también de la Historia, pues su misma génesis está en la experiencia del autor dando asilo en la campiña inglesa a niños durante la segunda guerra, un paralelismo al planteamiento del libro. En ese sentido, Lewis encuentra la forma de insertarse a sí mismo en la narrativa a través del viejo profesor, quien pese a tener una presencia reducida deja una fuerte impresión en uno de mis pasajes favoritos, en los que desglosa porque cree en el mundo de fantasía (en general, se supera muy rápido el escepticismo de los dos hermanos mayores hacia la magia, lo que considero refrescante, pues evita muchos clichés).
En cuanto a los personajes, creo que el libro se beneficia de un colorido grupo de personajes secundarios que aportan un efectivo sentido del humor (los chistes de los castores, por ejemplo, son atemporales) y pasar un tiempo significativo con la villana principal, sobre todo sus dotes de manipulación, distingue a esta novela de otras en el género y público objetivo, en los que el antagonista cumple un rol periférico. En cuanto a los cuatro protagonistas, Susan y en especial Peter reciben relativamente poca caracterización, siendo los más arquetípicos de entre los personajes; Lucy es una excelente protagonista de los capítulos iniciales, pues Lewis logra capturar la inocencia y curiosidad de los niños pequeños, pero es Edmund el personaje más interesante, y quizá el mejor reflejo del propio autor, pues en este libro vierte su experiencia como un cristiano que tuvo una temporada de ateísmo antes de regresar a la religión.
Esto me lleva al apartado con el que concluiré cada recomendación durante las próximas semanas, sobre la interpretación religiosa de las crónicas de Narnia. Aunque la alegoría religiosa es menor en este primer libro que en algunos de sus sucesores, es bastante evidente que la crucificción, y el papel que cumple en la redención, es el principal referente. Me parece el paralelismo está bien logrado, simplificado a ser un sacrificio por la salvación de una sola persona (quizá para volverlo más comprensible a los lectores más jóvenes), pero sin convertirse en un sermón dogmático, pues convertir a la figura religiosa en un león ayuda a que la regalidad y asombro de los narnianos se dé de forma orgánica, y el personaje es una figura de autoridad moral con varias enseñanzas de sabiduría más allá de su interpretación religiosa, permitiendo que la lectura sea disfrutable incluso por el público no creyente.
Título original: The Lion, the witch and the wardrobe
Autor: CS Lewis
Año de publicación: 1950
Hasta el próximo encuentro…
Navegante del Clío
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