Cenicienta (2015)
- raulgr98
- 19 mar
- 6 Min. de lectura
¡Bienvenidos pasajeros! Para los cinéfilos, pocas palabras causan tanta repulsión como “remake”, asociada a las más cínicas y vulgares prácticas del capitalismo, en detrimento de las cualidades artísticas del medio. Y en una era de incertidumbre financiera, donde los riesgos son cada vez menores, hay pocos fenómenos más “anti artísticos” que las nuevas versiones live-action de los clásicos animados. No hay que llamarnos a engaño, todos y cada uno de ellos fueron producidos pensando solo en el beneficio monetario, pero hay ocasiones en las que, casi por accidente, se contrata a creativos que tienen algo que decir sobre el material original. El día de hoy no es una recomendación como tal, sino un estudio de caso de cuando un remake sí funciona, tomando como ejemplo al que sigue siendo, en su décimo aniversario, el mejor esfuerzo de la compañía del ratón.
Estrenada en 2015, la cinta fue escrita por Chris Weitz y dirigida por Kenneth Branagh, siendo protagonizada por Lily James (Ella), Richard Madden (Kit), Cate Blanchett (Lady Tremaine), Holliday Grainger (Anastasia), Sophie McShera (Griselda), Stellan Skarsgard (Gran Duque), Nonso Anozie (Capitán de la guardia), Derek Jacobi (Rey) y Helena Bonham Carter (Hada Madrina). Gozando de una buena recepción crítica (llegando a recibir una nominación a Mejor Vestuario en los Oscar) y un éxito taquillero, es considerado casi unánimemente como el mejor remake de la compañía, algo extraordinario considerando que Cenicienta es el cuento de hadas más veces adaptado a la cultura popular, incluso en telenovelas.
¿Por qué este remake si funciona? Creo que la principal clave es la razón por la que un remake no debería ser un concepto que se descarte de entrada: si bien rehacer una gran película es un proyecto con casi toda seguridad destinado al fracaso, la película animada original, aunque bellamente animada, es en mi opinión el clásico de Disney más sobrevalorado, y una cinta que no ha envejecido del todo bien. Fortalecer y dar una ejecución más precisa a un concepto con potencial no realizado debería ser el objetivo de todo remake, y Cenicienta (2015) es, de las muchas adaptaciones de la historia, la única que logra modernizar y darle un toque feminista a la historia sin perder la atemporalidad del cuento de hadas.
Una de las tareas más difíciles de un remake es cómo lograr cambiar las cosas sin faltarle el respeto a la original, y Disney es especialmente malo en este balance, oscilando entre copias sin alma (El Rey león), cambios superficiales innecesarios (Bella y la Bestia) o total desvirtuaciones del material original (Mulán). No mencionaré todos los cambios que hace el guion, pero creo que Cenicienta se logra salir con la suya gracias a que no busca subvertir la personalidad de ninguno de los personajes centrales, conservando la inocencia y empatía que hizo entrañable a la protagonista, lo que también permite conservar íntegro el tema de la original, sobre la importancia de mantener la amabilidad en un entorno opresivo. La cinta toma todos los elementos importantes de la original, pero rara vez los copia a un nivel directorial, sino que la cámara de Branagh logra darles una nueva interpretación, que puede ser más trágica, emotiva o incluso oscura (un buen ejemplo es la confrontación final entre Cenicienta y su madrastra, cargada de tensión), y cuando hace cambios (como eliminar los números musicales, volver al gran Duque una figura antagónica o matar al rey al final del segundo acto), estos fortalecen los temas o arcos narrativos.
En términos técnicos, Branagh y su equipo logran aterrizar la trama con un fuerte realismo histórico sin sacrificar los elementos de fantasía; y esto se logra con tres elementos claves: el primero es el diseño de personajes (incluyendo maquillaje y peinado), que no intenta copiar, ni siquiera emular el diseño de la original, sino que sin perder el glamour los adapta a las épocas de donde toma inspiración (siglo XVII, siglo XIX, incluso los años cuarenta), creando estéticas que simultáneamente parecen algo que personas reales usarían en el pasado, pero que no está encadenado a un año específico. El segundo es la cinematografía (usan rollo, no cámaras digitales) que le da un aire de magnificencia o sencillez, según sea el caso, a cada set y vuelve el espacio una pieza narrativa sólida y real, que parece vivida pese a la opulencia de locaciones como el castillo, y esta estética “clásica” que apunta al realismo se contrasta con una paleta de colores saturada, que da el toque de magia a las secuencias, sobre todo en la secuencia de baile que aún hoy quita el aliento al espectador. En ese mismo sentido del balance entre realismo y fantasía es la decisión narrativa de volver mudos a los animales, pero diseñarlos de tal forma que tengan personalidad, sin caer en la poca expresividad de las criaturas que las sucedieron en futuras adaptaciones del estudio.
Kenneth Branagh como director forjó su carrera en adaptaciones de Shakespeare, y su excelente ojo para el diseño de producción es una de las principales virtudes de la película: nada en la cinta parece artificial (el otro gran delito de los remakes comerciales), pues está construido con una gran atención al detalle, perfectamente iluminado (con una inversión significativa en candelabros y velas) y propósito narrativo. Para lograrlo, la película casi no tiene efectos digitales, intentando lograr la mayoría de los elementos (la carroza, la zapatilla, el brillo del hada madrina, los cientos de extras en el baile, el ganso y las lagartijas) de forma práctica. Cuando se usan efectos digitales, estos normalmente son para dar más vida a los ojos de los animales, o engrandecer los espacios abiertos, pero se muestra mucha mesura, reservando el principal uso de efectos especiales hasta la secuencia de la transformación del vestido, que logra ser aún más mágica que la animada pues es la primera disrupción fuerte del realismo de la cinta. En ese mismo sentido, no me detendré mucho en los vestuarios, pues hay varios videos de expertos en el tema que pueden encontrar en internet, solo me limitaré a decir que son absolutamente hermosos y, al desarrollar simultáneamente a los personajes, es por mucho el mejor diseño de vestuario que he visto en una producción de Disney, juntando todas sus divisiones.
Otro de los grandes desafíos de un remake, sobre todo cuando la original es animada, es lograr tener interpretaciones que no caigan en la exageración o caricaturización, pero tampoco resultan planas o aburridas al espectador, y el elenco de esta cinta está a la altura del desafío. Al reinterpretar a los personajes de la animada que sirvieron como alivio cómico (el duque y el lacayo, transformado en capitán de la guardia en la adaptación) no sólo se le da al príncipe personajes tridimensionales con los cuales interactuar (volviendo más relevante su presencia en la trama), sino que se reserva la hipérbole actoral a un solo personaje: el hada madrina, lo que refuerza su posición como elemento disruptivo de la trama (incluso las hermanastras, aunque cumplen su rol humorístico, evitan caer en la auto-parodia), Todos los actores logran imprimirle a sus roles una seriedad que permite conectar a un nivel humano con la historia, pero cuando lo requiere también son capaces de inyectarle la capacidad de asombro necesaria para que la historia, que retoma elementos sociales y políticos, se mantenga dentro de la atmósfera de la fantasía. Los personajes son mucho más ricos que en la original, ya que el metraje añadido y la eliminación de números musicales y subtramas animales es aprovechado para darles profundidad y motivaciones más complejas, sobre todo a la madrastra y al príncipe. Lily James es especialmente buena para capturar el carisma de una princesa Disney, logrando que su bondad sea inocente y sincera sin caer en la inegenuidad, o sacrificar su chispa de personalidad; mientras que Cate Blanchett da una actuación antagónica que no tiene nada que envidiarle a sus dramas más conocidos.
Antes de pasar a la reflexión final, quiero tocar brevemente lo que considero el mejor aspecto de la película, lo que lo hace a mis ojos superior a la original. En los últimos años, he visto con tristeza que se ha perdido el interés por el romance en el cine, y que los estudios le tienen miedo, lo que ha resultado en producciones que omiten al personaje masculino, lo subvierten o lo vuelven extremadamente secundario. Cenicienta (2015) no sólo abraza el romance central, sino que los convierte en iguales, lo que eleva su potencial como pareja: Ella es un personaje que algunos de los elementos más nocivos del internet tacharían con sorna como “mujer empoderada”, y aún así tener una historia que involucra una relación romántica. Supe que la película iba a ser un éxito cuando vi la escena añadida en la que los dos protagonistas se conocen, mucho antes del baile, escrita con mucho cuidado en el sentido que no sólo potencia las motivaciones de ambos, sino que da cierto sustento y realismo al concepto de “amor a primera vista” gracias al ingenio del diálogo y la química entre James y Madden.
Sí, creo que hay cierta razón en los que dicen que la mayoría de los remakes son malos, pero el remake como concepto no necesariamente tiene que serlo. Los estudios siempre serán cínicos avariciosos, esa es la naturaleza humana, pero hay ocasiones, que como público debemos saber reconocer, en los que el creativo correcto llega al proyecto, y el resultado eleva a la original para producir, por qué no decirlo, magia.
Hasta el próximo encuentro…
Navegante del Clío
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