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Cien años de soledad (parte 1/4)

¡Bienvenidos pasajeros! Como anuncié hace varios meses, ha llegado el momento de un experimento en esta sección, el analizar una sola pieza literaria en el transcurso de varias semanas, y decidí iniciar con la novela más famosa de Gabriel García Márquez, en parte para rendir homenaje a mi padre (pues es su libro favorito), y en parte porque la riqueza narrativa y complejidad de esta historia requieren dedicarle más tiempo.


En relectura, lo que más me sorprendió de la historia es la capacidad del novelista de mantener la cohesión y la claridad narrativa, pese a su estructura no linear y la naturaleza semi cíclica de las generaciones de los Buendía, pues en ningún momento me pareció confuso, ya que la voz narrativa escoge sus saltos temporales al priorizar el desarrollo de personaje sobre el orden estrictamente cronológico de los hechos, lo que facilita al lector reconstruir la temporalidad pues conecta con los personajes. El estilo del narrador, omnisciente en tercera persona, es uno que toma elementos tanto de la crónica (el autor tiene un trasfondo periodístico), como de profecía, lo que en conjunto con los pequeños adelantos del narrador sobre el futuro de sus personajes da a la lectura un tono ominoso que sostiene la intriga, un juego con el lector que le permite obtener sus propias conclusiones, pues la voz narrativa en ningún momento juzga a los personajes, y se reserva el derecho de no revelar algunos de los misterios. Para finalizar con los aspectos generales, la estructura es más homogénea de que uno esperaría (veinte capítulos, de alrededor de veinte páginas cada uno), lo que permite establecer con facilidad puntos de descanso en la lectura.


El día de hoy, cubriremos los primeros siete capítulos de la novela (unas ciento cincuenta páginas en mi edición), que coincidentemente (no lo planeé así) es dónde se detiene la adaptación en Netflix. Puesto que el de hoy es un formato nuevo en el blog, cambiaré un poco el estilo de análisis y comentaré por separado mis impresiones de cada capítulo, déjenme saber el éxito de la estrategia.


Capítulo I

“Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo”. Esta primera oración me parece sensacional, una de las mejores de la historia de la literatura, y tan consciente de su propia iconicidad que el mismo autor repetiría la fórmula a lo largo de la novela, con otros hechos y personajes. Enunciándose desde un presente indeterminado, en una sola frase García Márquez recurre a la prolepsis y la analepsis, y demuestra el uso laxo pero a la vez preciso del tiempo que usará en la novela. Y sin embargo, el personaje a quien dedica la primera frase no es el protagonista de este capítulo, pues la narrativa vuelve a retroceder a la fundación del pueblo. García Márquez necesita muy pocas palabras para presentar a los personajes: José Arcadio (refiriéndose al hijo, pues para el padre usará siempre el nombre completo) es grande y fuerte, pero sin imaginación; Melquiades es honrado, viejo y lúgubre; el propio Aureliano es observador, intenso y retraído, pero los que reciben más atención es la pareja que conforma la primera generación de los Buendía, personajes fascinantes y paralelos por el contraste metafórico de sus personalidades: mientras que José Arcadio es un soñador propenso a la experimentación, ingenuo y terco; Úrsula es la sabia voz de la prudencia, pero cede más veces de las que no. García Márquez a través de un estilo anecdótico (como el de los imanes) establece con humor las diferencias entre los dos, pero también los dota de múltiples capas de carga simbólica: si ella es la fe, él es la ciencia (pese a incurrir en alquimia), si él es el idealismo, ella el pragmatismo; ella es la constancia y la solidez, él tiene momentos de mucho trabajo, pero se pierde en su propia cabeza). La historia de la fundación del pueblo, similar al éxodo bíblico es uno frustrante, pues José Arcadio nunca encuentra el mar en dos años de búsqueda (aunque sí un galeón), con lo que se comienza a introducir la idea de una maldición). La oposición entre Úrsula y su marido, y como ésta logra organizar a las mujeres del pueblo para frenar los intentos de los hombres de marcharse extiende a un nivel sociológico la relación entre ambos, y permite explorar una temática de género en la narrativa de la que muchos no hablan (el rol que los personajes toman en la crianza familiar es uno complejo, por ejemplo, José Arcadio pone atención a sus hijos por primera vez al final del capítulo, pero se desentiende de ellos, sobre todo de su homónimo, nuevamente al principio del siguiente).


Pese a no ser el foco del primer capítulo, iniciar con Aureliano, el primer niño nacido en Macondo no es casualidad, pues el propio pueblo es el personaje principal de la historia, recreado con mucha vividez. Presentado como una comunidad de trescientos habitantes, bien diseñada y feliz; hay una falsedad en esta caracterización, pues se trata de un pueblo aislado, perdido en una ciénaga, incomunicado con el resto de Colombia. Aunque la ubicación temporal es al menos post colonial (pistas posteriores permitirán ubicarlo en las últimas décadas del siglo XIX), el aislamiento es tal que José Arcadio logra “descubrir” la redondez de la Tierra. Descrito como parte de una “región encantada”, donde persisten muchos mitos, los habitantes de Macondo requieren de los gitanos para tener acceso a breves señales de modernización, que no acaban de comprender, e incluso estas parecen paralizarse con la primera muerte de Melquíades. No citaré aquí todas las líneas de la novela, pero les dejo un ejemplo de aquellas citas que invitan a la reflexión, por su carga filosófica pese a la relativa simpleza de la redacción: “Uno no es de ninguna parte hasta que tenga un muerto bajo el suelo”.


Capítulo II

El capítulo dos comienza a introducir la idea del destino (José Arcadio y Úrsula solo se conocen por un ataque de piratas generaciones atrás) y establece sin miramientos la maldición familiar de los Buendía, pero permanece ambiguo respecto a su origen: ¿es por la relación incestuosa entre los fundadores? ¿Por la violación de José Arcadio a Úrsula? ¿Por el asesinato de Prudencio Aguilar, o incluso los gallos? Que las tres posible explicaciones estén conectadas lleva a una posible crítica al sistema completo. Durante la narración de la migración a lo que después será Macondo, García Márquez comienza a jugar con el realismo mágico, en el que ninguno de los personajes parece asombrarse o cuestionar la existencia de elementos sobrenaturales, con los sueños proféticos de José Arcadio Buendía (casas de hielo o casas de cristal, un debate que se extiende por varios capítulos), y la aparición del fantasma. Trasladándose en el tiempo a la adolescencia de la segunda generación, se plantea un elemento recurrente en la novela, las relaciones de hermanos cercanos que se distancian y se tornan hostiles con el descubrimiento de la sexualidad (en este caso es José Arcadio quien se “hace hombre”), introduciendo en este punto al fascinante personaje de Pilar Ternera, quien trasciende el arquetipo de la seductora al tener también elementos maternales y su propio trasfondo de violencia sexual). El estatus quo y familiaridad presentado en el primer capítulo continúa con el estilo anecdótico (como el incidente con el oro de Úrsula) se rompe con la fuga de José Arcadio con los gitanos, y la posterior desaparición de Úrsula buscándolo, lo que obliga al padre a nuevamente intervenir en la crianza de su hija recién nacida (Amaranta). El regreso de Úrsula, habiendo encontrando la civilización que siempre eludió a su marido, continúa la exploración temática del género, ahora con un toque irónico.


Capítulo III

El tercer capítulo es el más interesante para mí de este primer bloque, dada su riqueza temática: Macondo crece económicamente al conectar con el comercio nacional, pero también inicia su decadencia, un contraste que se ve en las nuevas obsesiones de José Arcadio: los árboles (tradición, naturaleza) y los relojes (industrias, progreso). El personaje de Aureliano recibe más caracterización, con la introducción tanto de su talento para la orfebrería como de sus dotes proféticos), haciéndose cargo de Arcadio (el hijo nunca reconocido de Pilar y su hermano), a quien convierte en maestro, y vaticinando la llegada de Rebeca, la prima huérfana y muda de Úrsula, con un trasfondo poco claro, que se revela como muy inteligente pese a sus actitudes infantiles (comer tierra sobre todo), condenándola a oscilar siempre entre la infancia y la madurez. Un elemento que la trama después abandona, pero que me parece muy interesante, es que Arcadio y Amaranta aprendieron guajira antes que castellano, pues la servidumbre jugó un rol importante en su educación. El mejor segmento del capítulo, y una exploración magistral del realismo mágico, es la llegada de la “peste del insomnio”, que se transforma en la del “olvido”, en un debate sobre el tiempo y la identidad que transforma a todos los personajes y crea imágenes memorables como los carteles para recordar los nombres, Pilar “”leyendo el pasado” en las cartas, la introducción del bardo conocido como “Francisco el hombre” y los habitantes soñando despiertos los sueños de otras personas. La plaga termina con el regreso de Melquiades de la muerte (la única explicación que se da es que no soportaba la soledad), quien devuelve la memoria con pócimas, pero también trae el equivalente tecnológico (el daguerrotipo), manteniendo el equilibro entre ciencia y magia. El fin de la enfermedad deja a José Arcadio de nuevo como autoridad en el pueblo, paralelo a la ampliación de la casa llevada a cabo por Úrsula, lo que traerá conflictos con la llegada del corregidor Apolinar Moscote, y aunque la génesis de este es un tanto absurdo (la pintura de la casa), establece un nuevo eje temático, la oposición entre los líderes políticos y los líderes populares. El capítulo concluye con Aureliano, como su hermano antes que él, descubre su sexualidad pero de una forma mucho más frustrante, lo que lleva a un ejercicio de intertextualidad en el que se cruza con personajes de otra creación de García Márquez (La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada), culminando con su fascinación con Remedios, hija del corregidor.


Capítulo IV

El siguiente capítulo está marcado por los dramas amorosos, pues Aureliano se obsesiona con Remedios pero “borracho y desmemoriado” termina durmiendo con Pilar, quien intercede para lograr el compromiso. Simultáneamente, Rebeca y Amaranta pelean por los afectos del extranjero Pietro Crespi, quien llega a instalar una pianola, provocando no solo conflictos sino regresiones, obligando a Úrsula a tomar acciones que resultarán insuficientes cuando Pietro se decanta por Rebeca, cuyos padres regresan a la historia (sus huesos por lo menos). La fórmula del pelotón del fusilamiento regresa, ahora asociado a Arcadio, en un ejemplo temprano del traspaso no solo de características, sino de destinos, entre generaciones, con Aureliano retomando su rol de educador al enseñar a leer a Remedios. Sin embargo, este capítulo también está marcado por ser el principio del fin de Macondo: Melquiades muere de forma definitiva y tras ser llorado y retrasarse sus exequias, se convierte en el primer fallecido del pueblo, mientras que José Arcadio Buendía tiene un último brote psicótico, hablando con un fantasma que de alguna manera también a envejecido, concluyendo con las destrucción de su taller y él amarrado al árbol.


Capítulo V

Uno de los elementos recurrentes de la novela es que los personajes fuera de la familia Buendía son más trágicos que la familia protagónica, y ningún ejemplo es mejor que Remedios, un alma noble y responsable, pero casada demasiado pronto, tan caritativa que adopta a Aureliano José, el hijo de su marido con Pilar. Su muerte tras complicaciones de un embarazo tiene un fuerte impacto en la familia (la lámpara memorial nunca se apaga), incluso en Amaranta, hasta el momento la fuerza antagónica más clara de la historia, planeando intrigas para aplazar la boda de Pietro y Rebeca, quien llena de culpa adopta a Aureliano José; y en Arcadio, quien pensaría en ella al momento de su muerte. Macondo continúa creciendo, pero de una forma en la que sus facciones en oposición se confrontan: paralelo al cierre de negocios, se construye una escuela por un lado y un templo por el otro, pues el aspecto religioso no era organizado en los primeros años del pueblo. El regreso de José Arcadio hijo, transformado en un marinero trotamundos, casi un salvaje de fuerza descomunal regresa a la trama los temas del incesto y el erotismo con la seducción de Rebeca, cuyo matrimonio provoca la expulsión de ambos del hogar familiar. La conclusión del capítulo introduce el elemento político de la trama con Moscote introduciendo a Aureliano al mundo militar, realizando el autor una fuerte crítica al fraude electoral, lo que inicia la violencia, llegando el ejército con la guerra civil (que el sacerdote y el médico liberal sean las dos victimas nombradas de la ocupación muestra como ambas facciones son afectadas por la violencia; mientras que Aureliano se encumbra al tomar partido por los liberales, experimentado un gran crecimiento, pues si primero se negó a formar parte de una conjura contra su suegro conservador, ahora se levanta contra el gobierno y se va al combate. Macondo queda entonces como un pueblo pacífico arruinado por la guerra, una lectura que muchos interpretan como una metáfora de la propia historia de Colombia.


Capítulo VI

Este capítulo es uno de los que mejor demuestra la riqueza del estilo de García Márquez, pues la primera sección, dedicado a la descendencia, legado y escapes de la muerte del coronel Aureliano es muy similar a una semblanza que se encontraría en un periódico, pero la segunda mitad, donde Arcadio toma un rol más preponderante, es casi ensayística. Me parece muy extraño que el autor, dada sus tendencias políticas de izquierda, haya decidido representar la crueldad de la guerra y la locura del poder en la figura de Arcadio, un maestro liberal, pero logró construir un antagonista fascinante, que cree sus propias mentiras, siente más empatía por el recuerdo de Melquiades que por su propia familia y se enfrenta a Úrsula, quien continúa siendo la guía moral de la historia. En las tendencias incestuosas cíclicas de los Buendía, incluso cuando no se sabe de ellas, Arcadio intenta abusar de su propia madre, a quien no conoce como tal, por lo que Pilar recurre de nuevo a la seducción, enviando para eso a Santa Sofía de la Piedad, con quien Arcadio nunca se casa, pero engendra tres hijos. En un breve pasaje, el autor menciona la necesidad de los habitante del pueblo de evadir la realidad a través de la tienda de los hermanos Crespi, lo que vuelve aún más trágico el suicidio de Pietro por causa del rencor de Amaranta, quien se quema posteriormente y nunca se quitará la gasa, condenada a la virginidad eterna. La crítica política de García Márquez es fuerte con la confabulación de Arcadio y José Arcadio para cometer fraude financiero y robo de tierras, pero el clímax del capítulo es la última defensa de la plaza contra los cañones conservsdores, en contra los deseos de Aureliano, en la que muchos personajes de Macondo (incluyendo a Amaranta y Úrsula) toman un rol, concluyendo con los momentos finales de Arcadio, una exploración conmovedora y poética sobre el amor a la familia y el miedo a la muerte.


Capítulo VII

El último capítulo de hoy nos regresa al principio, narrando el contexto del coronel Aureliano frente al pelotón de fusilamiento, expandiendo a su vez en personajes secundarios como Gerinaldo Márquez (amigo del coronel, pretendiente de Amaranta) y Roque Carnicero (líder del pelotón, que lo seguiría en su siguiente levantamiento). La relación de Úrsula y Aureliano llega en estos pasajes a su faceta más humana, con una exploración tanto de su faceta profética (enlazada misteriosamente a la de Pilar) como una artística poco explorada antes (los poemas, y el debate sobre si deben ser o no quemados) y, como historiador, la transformación del ficticio coronel en un personaje legendario dada la información contradictoria, me pareció fascinante, así como el abandono de los lideres populares durante las negociaciones de las élites. Que el bandolero liberal reconstruya la iglesia que dañaron los militares conservadores es una ironía que no pasa desapaercibida por los personajes, pero habla de la complejidad de su caracterización, que cree en la magia pero celebra la llegada del telégrafo a Macondo, y se cuestiona, sin hayan respuesta, el por qué de la lucha. Este capítulo, con el que decidí cerrar la recomendación, es un punto de transición, pues se introduce a una nueva generación (Remedios y los gemelos José Arcadio Segundo y Aureliano Segundo, todos hijos de Arcadio y Santa Sofía, criados por Amaranta) a la vez que mueren por primera vez miembros de la familia Buendía: que José Arcadio sea asesinado poco después de realizar la única obra desinteresada de su vida (intervenir en el fusilamiento de su hermano) es una ironía trágica deliciosa, y me parece genial que García Márquez no revelara el motivo o método de su muerte, sino que la presenta como una inevitabilidad, y la descripción sobrenatural del río de sangre que regresa al hogar familiar es una pieza tremenda de descripción. Las otras dos pérdidas del capítulo son Rebeca (quien no muere pero se transforma en ermitaña), y José Arcadio Buendía, con el novelista reflejando sus dotes poéticas en los últimos pasajes al describir de forma onírica sus últimos momentos (previstos por Aureliano), su pérdida de voluntad, sus sueños de cuartos infinitos y últimas conversaciones con Prudencio, así como un breve regreso espiritual de Melquiades. Con su muerte se cierra el primer capítulo de la historia de Macondo, y el día del funeral García Márquez introduce uno de sus elementos recurrentes de realismo mágico: la lluvia de flores amarillas.





Espero que hayan disfrutado de este análisis extendido, en el que trato de abarcar toda la riqueza temática de una novela especial. Para quienes deseen continuar la lectura, nos vemos la próxima semana con la lectura d cinco capítulos más, del ocho al doce.



Hasta el próximo encuentro…


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1 comentario


Como siempre, en tus reseñas me haces ver aspectos de las obras literarias, que en su momento no observé, o al menos no de manera consciente. Gracias hijo!

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