Cien años de soledad (parte 2/4)
- raulgr98
- 18 mar
- 10 Min. de lectura
¡Bienvenidos pasajeros! En esta segunda parte de mi relectura por la emblemática novela latinoamericana, comentaré de forma similar a la primera entrega los siguientes cinco capítulos de la obra de García Márquez (8-12), que continúan la trama de la guerra civil, y al introducir a la United Fruit Company, constituyen los pasajes con más carga política de toda la novela.
Capítulo VIII
Este capítulo tiene tres protagonistas, cada uno de los cuales explora uno de los ejes temáticos de la novela: a través de Amaranta, García Márquez reintroduce el concepto del incesto al narrar de una forma bastante perturbadora como, sin llegar a consumarla, alienta la lujuria de Aureliano José, rechazándolo dos veces a la vez que, en su eterna incongruencia, suspira por Gerineldo Márquez (amigo del coronel) en su ausencia, repudiandolo en su presencia. De esta manera, la que se puede considerar la gran antagonista de la primera mitad de la novela se condena a morir virgen, pero aún así juega con los hombres que la pretenden.
El segundo personaje explorado en este capítulo es el propio coronel Aureliano, quien se fuga junto con Aureliano José y otros para iniciar nuevos levantamientos fallidos, que pese a ser muy interesantes (rumores de muerte, persecuciones por la selva, pelas en otros países) son mencionados de forma muy somera, un recurso del autor para mostrarle a la audiencia que la guerra ha perdido toda dirección y propósito. Por el contrario, el énfasis del aspecto militar lo recibe el conservador José Raquel Moncada, alcalde quien se eleva como autoridad moral por sus tendencias antimilitaristas, y quien establece dinámicas muy interesantes tanto con el coronel (de quien es amigo y rival) como con Úrsula; y su trágico último encuentro con Aureliano, al regreso de este a Colombia, es una de las interacciones más ricas de toda la novela, con un diálogo poderoso, en el que Aureliano se deconstruye como un hombre marcado de auto desprecio, al que toda alegría le ha sido arrancada, y quizá el mejor ejemplo de la soledad que da nombre a la novela.
Paralelo a estas historias, continúa la narración de Macondo como un ser vivo, en constante transformación. Algunos de los personajes secundarios comienzan a morir, como la criada Visitación y el padre Nicanor (su reemplazo “el cachorro”, es protagonista de la novela La hojarasca, que también se desarrolla en Macondo), y otros tantos se casan; pero en este capítulo, en el que la influencia de los hombres Buendía es casi nula, es cuando el pueblo vive su mejor momento, con la construcción de un teatro, la reapertura de la escuela y las acciones de Úrsula y Santa Sofía de la Piedad para reconstruir la fortuna familiar. Las mujeres Buendía tienen sus últimas muestras de madurez y organización, incluso registrando a los hijos del coronel, que comienzan a llegar al pueblo, pero el cierre del capítulo muestra el comienzo del fin de su influencia: aunque Aureliano en su regreso revierte los robos de su hermano y tiene una última cortesía con Rebeca (justicia), las mujeres no logran salvar a Moncada (injusticia).
El último de nuestros personajes centrales es Aureliano José quien, a semejanza de su tío, tras enlistarse regresa cambiado, éste “prieto y peludo” pero a diferencia de José Arcadio, no se deja dominar por su salvajismo gracias a la relación con su madre Pilar Ternera, quien se reintroduce en la historia como vieja y desgraciada, habiendo perdido a sus otros hijos, pero que encuentra cierta felicidad en prestar su casa a jóvenes amantes y se convierte en “cómplice de soledad de su hijo”. Y lo más fascinante de este capítulo lo encuentro en la muerte de Aureliano José, pues si el resto de la familia parece maldita por la predestinación, por única ocasión en la novela el destino de un personaje se cambia, pues la vida feliz con Carmelita Montiel a la que el personaje estaba destinado se tuerce por una equivocación en la lectura de cartas, en uno de los pasajes más trágicos del libro, pues le permite al autor hablar también de las secuelas de la guerra (el asesino es un militar conservador prejuicioso, quien también muere esa misma noche tras oírse proclamas políticas).
Capítulo IX
Si la muerte de Aureliano José introduce la exploración de las secuelas de la guerra, es en este capítulo donde reciben el mayor foco temático a través de dos personajes, que se sienten estancados al adquirir la guerra un aire de normalidad: Gerineldo Márquez, rechazado por Amaranta, siente un vacío en la ausencia de conflicto, mientras que el coronel, tras asumir el mando con violencia por última vez logra la paz y entrega el tesoro, algo que el autor describe como mucho más arduo y difícil que hacer la guerra. A su regreso definitivo, en una emotiva labor descriptiva, es presentado como un hombre roto, iracundo y amargado; más allá de la gloria pero también de la nostalgia, que sólo espera la muerte eternamente haciendo pescaditos de oro tras deshacerse de casi todas sus posesiones, incluyendo sus versos, matando metafóricamente los últimos vestigios de afecto y sensibilidad. Su intento de suicidio, frustrado por su necedad de contradecir a Pilar, es una gran muestra del humor negro del autor, que en un solo acto renueva la popularidad de su personaje (al hacerlo mártir) y lo derrota definitivamente, pues el gobierno lo somete mediante vigilancia. En los últimos párrafos, durante la renovación de la casa familiar con ayuda de los carceleros, se dan los primeros indicios de elementos que serían claves para los siguientes capítulos: el posible cambio de los gemelos y la muerte que sigue a los pretendientes de Remedios la Bella (envidiada por la rencorosa Amaranta, quien la novela anticipa morirá encerrada, llorando de soledad).
Capítulo X
El tiempo en Cien años de soledad es semi cíclico, y este décimo capítulo es un buen ejemplo, pues es en muchos sentidos un nuevo primer capítulo: no solo inicia con la misma fórmula (ahora aplicada a la agonía de Aureliano Segundo), sino que su primer párrafo inicia en media res (hablando de un matrimonio que aún no había sido introducido) y plantea dinámicas familiares. Casi como si se quisiera rebobinar los temas de la novela, García Márquez es, a través de Úrsula, explícito en el karma de los nombres: los Aurelianos son retraídos pero lucidos, los Arcadios impulsivos, emprendedores y trágicos. Sin embargo, a través de los gemelos la historia toma un giro brusco pues estos, conectados y sincronizados, se cambian tantas veces de lugar que llega un momento en que quizá ellos mismos olvidaron sus nombres y por esa confusión cambiaron para siempre, pues José Arcadio Segundo se asemeja en su madurez al coronel, mientras que Aureliano Segundo se vuelve inmenso. Mientras el primero pide ver ejecuciones (lo que le desarrollaría un miedo a ser enterrado vivo, que lo alejaría de la guerra y lo acercaría a la iglesia), el segundo entra al cuarto de Melquiades, que no ha sido tocado por el tiempo (sus interacciones con la aparición, a quien reconoce por un “recuerdo heredado” son menos exploradas de lo que hubiera deseado, pero aún así fascinantes, pues solo él puede verlo, y el gitano comparte saberes que el vivo se llevará a la tumba, pero se niega a traducir sus manuscritos.
No hay incesto en este capítulo, pero la depravación sexual sigue viva a través de la zoofilia, en la que los gemelos no caen pero aún así atan su destino a los animales (José Arcadio se obsesiona con los gallos y, como el primero de su estirpe, y los cría en casa de Pilar, mientras que Aureliano, un vago amante del acordeón, hace una fortuna criando animales). Al igual que sus homónimos, los dos acaban sosteniendo relaciones con la misma mujer, aunque en esta ocasión no le dará hijos a ninguno, y su amorío doble se debe a una confusión, terminando con uno en buenos términos y permaneciendo con el otro. Petra Cotes, descrita como una mulata de ojos de pantera, pero de corazón generoso, es una viuda que llegó durante la guerra y al igual que Pilar Ternera antes que ella, tiene una gran influencia sobre el pueblo pese a ser apartada del estatus quo social, y se convierte en una metáfora de la prosperidad, pues todo lo que rifa se reproduce (incluyendo una plaga de conejos azules), y esta riqueza se traslada al resto del pueblo, pues Aureliano logra empapelar toda su casa con billetes de a peso, doscientos kilos de oro son encontrados en la estatua de un santo, y el barro de las casas es reemplazado por ladrillo. En una última evocación del pasado, se da un proyecto de navegación a cargo de José Arcadio Segundo quien, antes gris, muestra por primera vez la iniciativa de su ancestro y parte a buscar el galeón perdido, construyendo un canal. Cuando regresa, acompañado de matronas francesas, el proyecto queda condenado al fracaso, pues una balsa de troncos es el único navío que se pudo remontar hasta Macondo.
Al igual que sus hermanos gemelos, Remedios la bella recibe mucho foco este capítulo, pero los paralelismos con su homónima son más difusos: conserva su inocencia y amabilidad, pero la caracterización es totalmente opuesta: descrita como una mujer a la que le cuesta valerse por sí misma (no aprende a leer sino hasta los veinte, come sin cubiertos y no usa ropa en la casa), Úrsula la cree retrasada y la mantiene apartada del mundo, saliendo solo con mantilla, en un esfuerzo de “preservar su pureza”, mientras que el coronel le concede una inteligencia superior, libre de ataduras sociales. La mayoría de los hombres que la ven, incluyendo un forastero, nunca se recuperan, y el misterio detrás de ella llega a su clímax con el Carnaval Sangriento, que dura tres días, termina en violencia y establece la oposición entre las dos reinas: Remedios y la impostora Fernanda del Carpio, futura esposa de Aureliano Segundo.
Capítulo XI
Fernanda entra a la historia como una nueva fuerza antagónica, pero mucho más sutil que Amaranta. Si bien ambas igual de caprichosas, mientras que la segunda es una encarnación del rencor y la envidia, la primera simboliza la frialdad e hipocresía de la alta sociedad urbana, a la que García Márquez critica duramente, pues pese a poseer una educación elevada, es mucho más parecida a los Buendía de lo que su hipocresía está dispuesta a admitir (su familia está venida a menos económicamente hablando, también ve fantasmas, y su pueblo de nacimiento está tan perdido como Macondo). Tras narrar el autor las desventuras para encontrarla y casarse con ella, la narrativa se centra en dos conflictos:
El primero es con su familia política, pues si Úrsula representaba las virtudes de la fe, Fernanda encarna los peligros del fanatismo. Nunca conectando con ninguna de las mujeres de la casa, cierra el negocio de Santa Sofía e impone sus propias costumbres, construyendo un altar de lujo, aunque paradójicamente respeta al coronel, quien por esos años rechaza un jubileo. El segundo conflicto es el triángulo amoroso, pues al ser Fernanda recatada en el lecho, su marido la incita con retratos de Petra. La resolución, permitiendo que Aureliano sostenga relaciones con ambas siempre que no muera en el lecho de la otra, es uno de los dos únicos momentos de su vida en la que Fernanda acepta un compromiso, el otro es el nacimiento de su hija, que es bautizada como Renata Remedios, combinando los nombres que ella y su suegra deseaban, pero el carácter de la casi ciega Úrsula se impone no sólo asumiendo la crianza de su primogénito (llamado José Arcadio en contra de la voluntad de la matriarca, criado para ser sacerdote), sino consiguiendo que todo el pueblo llame a la criatura Meme.
Los segmentos finales del capítulo son de cierta alegría, aunque con una sombra de infortunio. El regreso de los diecisiete hijos del coronel es una especie de festival, con su conclusión sobrenatural al ser marcados con la cruz indeleble en miércoles de ceniza. De todos ellos, solo Aureliano Triste permanece en el pueblo, fundando la fábrica de hielo con la que José Arcadio Buendía soñó alguna vez (igual de soñador que su abuelo, pero más racional y frío, decide traer también el ferrocarril), y teniendo un último encuentro con Rebeca, en el que comprueba que ella logró encontrar paz al haber “conquistado la soledad”, negándose a regresar al hogar familiar, optando por vivir apartada del mundo, en una casa destartalada con dinero viejo; olvidada por toda su familia excepto Amaranta (quien nunca logró envenenar a Remedios contra ella). En la segunda visita de los hermanos, otro más, el trabajador y cordial Aureliano Centeno permanece también en el pueblo, y en uno de los últimos momentos felices del capítulo, inventa los helados por accidente. El regreso de Triste casi un año después, con el ferrocarril, es descrito como un mal augurio, que se expande en el siguiente capítulo.
Capítulo XII
Si en la época de los gitanos los habitantes de Macondo veían con asombro la tecnología, la nueva ola de modernización que llega con el ferrocarril causa escándalo. Al concebir la tecnología como una mentira, el cine el gramófono y el teléfono son rechazados, y la comunidad ve con desilusión la pérdida de la capacidad de asombro. La llegada de Mr. Herbert y Jack Brown, que construyen un “segundo pueblo” al otro lado de las vías del tren. Su proceso de modernización, que sólo Aureliano Segundo acepta, es descrito como una invasión intrusiva, más violenta y salvaje que la misma guerra, que culmina con el insulto a los gringos por parte del coronel, y la subsecuente masacre de todos sus hijos salvo Aureliano Amador, quien logra huir. El coronel sufre aquí su derrota final, dejándose vencer e incluso dejando de ver el fantasma de su padre. Cuando reúne dinero e intenta un último levantamiento con Gerineldo, ambos se dan cuenta que son demasiado viejos, y la impotencia ante esta nueva invasión es un reflejo del pensamiento político del propio García Márquez, quien condena explícita y enérgicamente la influencia de la United Fruit Company en la región.
La otra protagonista del capítulo es Remedios la bella, feliz en su propio mundo, quien sin culpa malicia provoca cuatro la muerte de cuatro pretendientes, pues su olor seductor afecta la misma sangre de los hombres (incidentes en el tejado, la plantación y otros lugares). Abandonada por su familia y víctima de la envidia de Fernanda, termina por ascender al cielo en un regreso de los paralelismos religiosos de los primeros capítulos, teniendo este acontecimiento el distintivo de ser el primero de los eventos sobrenaturales que causa un poco de extrañeza, en un ligero rompimiento con el realismo mágico. Su historia es una agridulce, de cierta felicidad, pero soledad, y creo que es muy poderosa la pregunta que el autor arroja al lector: ¿la maldición de muerte que la seguía se podría haber evitado si uno solo de sus pretendientes la viera con amor y no con lujuria?
Aquí nos detendremos por el momento. Nos vemos la próxima semana, cuando leeremos los siguientes cuatro capítulos, unas cien páginas en mi edición. Espero que sigan disfrutando de este experimento.
Hasta el próximo encuentro…
Navegante del Clío
Comentarios