Cuando el destino nos alcance
- raulgr98
- 5 jun 2024
- 3 Min. de lectura
¡Bienvenidos pasajeros! Casi todas las ocasiones que hemos conversado sobre distopías, han sido en el campo de la literatura. Sin embargo, el cine tiene el mismo poder para provocar inquietud en el espectador ante un futuro que nadie desea, pero que es un peligro latente al acecho. Cuando me planteé abordar el género en la pantalla, decidí que sólo cubriría películas cuya contraparte literaria no tenga planeado cubrir, y hoy traigo un ejemplo, pues no he leído la novela que la inspiró.
Estrenada en 1973, la película dirigida por Richard Fleischer y escrita por Stanley R. Greenberg, el elenco está encabezado por Charlton Heston (Robert Thorn) y Edward G. Robinson (Solomon Roth); contando con la participación de Leigh Taylor-Young (Shirl), Chuck Connors (Tab Fielding), Lincoln Kilpatrick (sacerdote), Brock Peters (Hatcher), Joseph Cotten (William Simonson), Paula Kelly (Martha Fielding) y Whit Bissell (Santini). Víctima de un desempeño mediocre tanto crítica como financieramente, ha sido revalorizada en años recientes como un clásico de la ciencia ficción, con su escena final parodiada en muchas series.
Un thriller político ubicado en un 2022 donde el calentamiento global y la sobrepoblación han provocado un ecocidio generalizado, los pobres dependen de barras alimenticias producidas por la corporación Soylent. Cuando uno de los miembros de la junta directiva de la compañía es asesinado poco después del lanzamiento del último producto, dos detectives son comisionados para resolver el crimen sin dañar la nueva barra.
Sin duda, el principal problema de la película es que es demasiado ambiciosa para su propio bien, con un metraje muy corto para la cantidad de temas que pretende abordar. Asimismo, la dirección batalla en encontrar un balance entre las escenas de acción y el melodrama (en mi opinión), triunfando más en el segundo campo. Sin embargo, creo que buenos valores en el diseño de producción y la banda sonora compensan estos desaciertos técnicos para generar una experiencia positiva, que invita a la reflexión.
Desde el punto de vista de un thriller, creo que la cinta está muy bien estructurada, usando los arquetipos del género detectivesco para hilar un misterio complejo, que requiere una investigación en varias etapas e investigaciones. Asimismo, creo que es una buena idea combinar elementos que son familiares al espectador (la culpa religiosa, los motines por escasez) con otros que son exclusivos del mundo de la cinta (el uso de "libros", es decir, antiguos intelectuales, para la investigación) de tal manera que se sienta anclado a la realidad, pero congruente con el cronotopo. Si han escapado a la revelación final, no la contaré aquí, pero me limitaré a decir que no es sutil en su crítica a la colusión de los poderes políticos y económicos, la corrupción en los organismos supranacionales y la frialdad de las corporaciones capitalistas.
En cuanto a los temas de la película, el más evidente es la correlación entre sobrepoblación y crisis climática, resultando en un problema de subsistencia. Las imágenes de miseria proyectadas a lo largo de la cinta hablan por sí mismas, revelando un colapso no sólo social sino cultural, con estallidos frecuente de violencia y una falta casi total de autoridad efectiva; aunque me hubiera gustado que las enfermedades (otra consecuencia inmediata de la sobrepoblación) jugara un papel más grande en la trama. Asimismo, otro de los temas que permanece casi siempre en el trasfondo es la división social: la disparidad entre la clase alta (protegidos por seguridad y tecnología, como fortalezas neo medievales) y el resto de la población en este mundo distópico es enfermiza, y el guion juega un poco con los roles de género al introducir el concepto de concubinas (mujeres-muebles propiedad de la élite).
Además del final, la escena más icónica de la película es la muerte de Sol Roth, en un suicidio asistido dónde a los adultos mayores se les proyectan imágenes del viejo mundo, sobre todo de la naturaleza, acompañada de música clásica. La interpretación de Edward G. Robinson (él mismo un enfermo terminal al momento de grabarla, hecho que ocultó a la producción) es quizá la pieza de actuación más infravalorada del Hollywood de los años setenta, una cruda y desgarradora visión de la nostalgia y la pérdida de la esperanza. Asimismo, aunque las películas de acción rara vez se distinguen por su actuación, el elenco en lo general hace un buen trabajo y se le debe reconocer a Heston por alejarse de sus papeles típicos como un protagonista más cínico y acabado, pero también más pasional.
La gran contradicción de Soylent Green es que es, a la vez, frenética y aletargado, abrupta y reflexiva; con un final abierto que no ofrece respuestas satisfactorias a las muchas preguntas arrojadas al espectador. Sin embargo, creo que esta paradoja es intencional, y un llamado a la acción: el mañana no tiene futuro si la acción no se realiza hoy.
Hasta el próximo encuentro...
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Resulta escalofriante que esa sociedad apocaliptica haya sido situada sólo 50 años después. Por fortuna, no fue tan profética.