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Cónclave

¡Bienvenidos pasajeros! Es muy raro que yo vea una adaptación antes de leer el libro en el que se basa, pero como recordarán de mis reseñas, quedé muy impresionado con la película de Cónclave hace unos meses y en cuanto tuve un espacio abierto en mi calendario de lectura decidí rastrear la novela original, y el destino quiso que mi lectura coincidiera con un cónclave en la vida real. No hablaré mucho más de la película, más allá de afirmar que, tras terminar el libro, la cinta se reveló a mis ojos como una de las mejores adaptaciones de una novela que he leído.


Con diecinueve capítulos y poco más de trescientas páginas, la novela tiene una precisión casi quirúrgica en el que cada capítulo explora un hecho concreto (como una votación o una noticia), terminando con una revelación o reflexión para el protagonista. Aunque durante la inmensa mayoría del libro seguimos el punto de vista del cardenal Lomelí (Lawrence en la película), me agradaron mucho los vistazos que hace el narrador a lo que opinaría la prensa y los expertos de algunas acciones de la trama, en breves prolepsis que ayudan a que el estilo de composición, formal pero fluido, se asemeje a un trabajo de crónica.


De hecho, algo muy notable del estilo del autor, al menos en esta novela, es que su formación como periodista es evidente: no sólo la trama se mueve por el deseo del protagonista de resolver enigmas, tanto internos como externos, sino que el libro en sí mismo se sostiene por una profunda investigación, tanto del protocolo del cónclave como de la historia eclesiástica, con varios capítulos salpicados de anécdotas de papas pasados, incorporados de forma orgánica de manera que no corten el ritmo narrativo. Harris se niega a nombrar al papa recién fallecido, y de hecho afirma en su nota introductoria que no tiene intenciones de hacer un comentario sobre el pontificado de Francisco, pero las similitudes son evidentes, y se hace una evaluación explícita de sus predecesores Juan Pablo II y Benedicto XVI. Aunque no se da el año, pistas contextuales permiten ubicarlo entre 2015 y 2020, y el rigor periodístico llega a tal extremo que, además de un breve desglose de fuentes, mi edición cuenta con un mapa de Ciudad del Vaticano para que el lector pueda seguir los movimientos del colegio cardenalicio.


Fue una experiencia interesante el leer un thriller sabiendo de antemano las respuestas a todas las interrogantes, pero eso me permitió estar más atento y comprobar que el escritor deja pistas de todos los misterios en los primeros capítulos, pero tan sutiles que no creo que las hubiera captado si no supiera ya los giros de trama. Y aún estando consciente del desenlace, sentí la tensión en cada conteo de votos, una prueba de la efectividad de la redacción. En cuanto al trabajo de personajes, es sólido, retratando a los cardenales como seres complejos, en los que la ambición no es por sí misma retratada como algo negativo, y me da gusto que el medio literario permita expandir en algunos bloques, como los latinos, los norteamericanos y los africanos. Algunos de los personajes centrales tienen edades y nacionalidades diferentes, y la prueba de un gran trabajo de adaptación es que, aunque muchos de los mejores diálogos son trasladados íntegros a la pantalla, el guionista estuvo consciente de las implicaciones de los cambios en el trasfondo de los personajes y realizó las adecuaciones necesarias sin sacrificar los elementos esenciales de la caracterización.


Entre los elementos únicos de la novela, además de los beneficios de poder discutir de forma orgánica sobre historia pontificia y personajes secundarios, lo que más disfruté del libro son los recuerdos de los protagonistas de conversaciones con el papa fallecido, creo que estos vistazos ayudan no sólo a humanizar al pontífice y volver su pérdida algo palpable para el lector, sino que fortalece la caracterización de los protagonistas, pues la opinión que tienen del Santo Padre informa de una manera muy efectiva sobre sus propias motivaciones. Lomelí en particular se beneficia de esta profundización, pues su arco narrativo de un mero “burócrata” a un jugador activo en la elección, pasando por un breve momento de prepararse para el papado antes de llegar a una bastante bella catarsis personal.


En las primeras páginas de la novela, dada la crisis de fe del protagonista y el cinismo de algunos de sus compañeros, temí que el libro fuera a ser demasiado crítico con la religión, al contrario de la película que encontré más respetuosa de lo que imaginaba. Grande fue mi sorpresa llegando al clímax en la que descubrí que, al menos en ese aspecto, el libro es mejor que la adaptación: sí, los cardenales son hombres, muchos de ellos pecadores, pero que eso permita una discusión sincera sobre el perdón y la misericordia es un gran triunfo para la teología. La novela llega a incluso a defender de una manera bastante elocuente la necesidad de la iglesia pese a sus fallas, y el momento final de votación, gracias al diálogo interno, es la mejor representación del concepto de “llamado por el Espíritu Santo” que he visto fuera de la Biblia.


  • Título original: Conclave

  • Autor: Robert Harris

  • Año de publicación: 2016






Hasta el próximo encuentro…


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