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El caballo y el muchacho

¡Bienvenidos pasajeros! Continuando con la exploración por las crónicas de Narnia, llegamos a la quinta novela en ser publicada, pero que cronológicamente es el más difícil de clasificar. La mayoría de las ediciones la consideran la tercera entrega, pero siendo precisos, en realidad ocurre antes del último capítulo de la segunda novela, lo que en la industria del cine se conoce como “midquel” o “intercuela”; y el único libro de toda la saga donde una criatura parlante tiene un rol co protagónico en la trama.


Transcurriendo en los años finales de la edad dorada de Narnia, poco antes de que los hermanos Pevensie regresen al mundo real, la novela versa sobre todo sobre dos de sus reinos vecinos: la pequeña pero amigable Archenland y Calormen, un imperio expansionista más allá del desierto. Aunque Edmund, Lucy y Susan juegan roles secundarios y el señor Tumnus tiene un excelente cameo, la novela tiene un elenco casi completamente nuevo y sigue a un huérfano en Calormen llamado Shasta, que se alía con un caballo parlante secuestrado y esclavizado desde cría, iniciando un viaje en busca de libertad en la lejana Narnia. De los personajes que regresan de libros anteriores, la participación de Susan es, por desgracia, decepcionante, pero creo que Edmund y Lucy brillan mucho, al ser los más importantes de los cuatro hermanos, fue muy satisfactorio verlos desempeñarse como adultos maduros, pero sin perder el espíritu juvenil. En lo que concierne a Aslan, no quiero hablar mucho de su participación, pero creo que es el uso más creativo que tiene Lewis de él.


Considerando que es el más expansivo de la saga, en cuanto a la exploración de nuevas tierras y distancias recorridas, resulta paradójico que sea el libro más corto desde el primero, y también uno de los que menos capítulos tiene (sólo quince). Lo que me parece un gran acierto de estructura es que, pese a que es relativamente poco el tiempo dedicado al viaje en sí mismo, pues ocho capítulos transcurren dentro de lsd fronteras de Calormen, la aventura en ningún momento se siente estancada, pues el autor tiene el acierto de cambiar de perspectiva, y usa la analepsis a su favor para entablar un juego con el lector, pues la narración está consciente que lo que se está leyendo es un relato dentro del universo narniano.


Como quizá algunos de ustedes puedan intuir, de los dos grandes estilos de escribir mundos de fantasía (elementos o personajes de la realidad penetran en éste; o la totalidad de la historia transcurre en otra realidad), yo tiendo a preferir el segundo, pues es el más común en la fantasía épica, Y es por eso que, pese a ser un libro comúnmente olvidado por los fanáticos (pues se aleja del estilo del resto de las crónicas), es mi favorito. Es el único libro que transcurre en su totalidad dentro de Narnia, con sólo una referencia fugaz, casi al final, a las “tierras más allá del erial del faro”. Es una aventura de viaje, quizá lo más parecido que escribió Lewis a la obra de su amigo Tolkien, e incluye conspiraciones, misterio, intrigas, antiguas profecías y una carrera contrarreloj; y el que casi todo el peligro recaiga sobre el reino de Archenland (mencionado brevemente en El príncipe Caspian) permite que la historia conserve mucha tensión pese a que el destino de Susan y Edmund es conocido.


El tono de la novela es uno bien balanceado, que vuelve el proceso de lectura uno ágil y accesible, pero es un equilibrio que no debería funcionar, pues es una novela temáticamente madura; tocando temas como imperialismo, matrimonios forzados, lujuria, trata de personas (tanto humanos como animales parlantes), manipulación religiosa y conflictos de clase, con muertes explícitas dentro de la narración e incluso un chiste sobre parricidio; pero a la vez es el libro más divertido de toda la saga gracias a dos factores: por un lado la química entre el grupo protagonista (el cuarteto es una estructura que se le da muy bien a Lewis, y en este caso la combinación de dos humanos y dos caballos permite contrastes interesantes); y por el otro que es el libro donde el autor mejor hace uso del ingenio para crear complicaciones, pero también para resolverlas. Ya hablaré más adelante de este segundo caso, pero en lo que concierne al primero, creo que el príncipe Corin es un personaje secundario que ayuda a darle una chispa de irreverencia a una trama que puede llegar a tornarse muy seria, y a través de él el autor logra reinterpretar arquetipos como el de Castor y Polux, o el príncipe y el mendigo, sin perder la frescura; como contrapunto, el rey Lune es un personaje bonachón que encajaría a la perfección con un cuento de hadas, pero que tiene importantes momentos de sabiduría. Esto no significa que la novela carezca de momentos serios, y creo que la exploración de la soledad, el miedo y la melancolía vuelven el capítulo de Shasta entre las tumbas en quizá el más infravalorado de toda la franquicia.


De los cuatro personajes principales, hay una que reservaré al final, por motivos que se harán evidentes más adelantes. De los tres restantes, es probablemente la yegua Hwin la que tiene menos que hacer dentro de la trama, pero al ser por mucho la más madura del cuarteto, creo que cumple bien su rol de voz de la razón, y una reflexión que hace al final sobre no renunciar a sus placeres, pese a que no tiene ni idea de las costumbres narnianas (pues fue raptada muy joven) es una lección importante sobre la formación de la identidad. Sin embargo el corazón de la película es la relación entre Shasta y Bree: creo que fue un acierto mostrar como ambos personajes inician utilizándose uno al otro para cumplir sus metas, pues permite que la amistad se construya de un modo más orgánico, palpable al lector. Lo reconozco, el caballo Bree puede ser un gusto adquirido, impetuoso, impulsivo y pese a su orgullo, casi tan ingenuo como el niño que lo monta, pero eso permite que tenga un buen arco de personaje (que no esté acostumbrado a que un humano adulto lo trate como a un igual es un pasaje tan divertido como triste, pero una buena manera de mostrar la naturaleza de los gobiernos de Narnia y Archenland, en contraste con la discriminación de Calormen). En cuanto a Shasta, ingenuo y tímido, pero extremadamente noble pese a sus defectos de carácter, es un excelente protagonista joven, y celebro mucho de la novela que no lo transformara mágicamente en un héroe tradicional (tal es el caso que la batalla climática, en la que participa, ni siquiera es narrada desde su perspectiva), sino que triunfa por las cualidades que lo caracterizaron desde el inicio.


Ha llegado el momento de tocar el tema más peliagudo que siempre sale a relucir en discusiones de este volumen en particular ¿es Narnia un texto islamofóbico? No se puede negar que el reino de Calormen es la principal fuerza antagónica del libro, y los paralelismos que tiene la descripción de su ropaje, tradiciones y ropajes con el mundo musulmán resultan evidentes. La repuesta es complicada: por un lado, creo que analizarlo como símiles exactos no resistiría una prueba antropológica, cae en varios lugares comunes sobre el Islam (un menosprecio a su estilo poético me parece en particular desafortunado), pero no me atrevería tampoco a desdeñarlo como una caricatura, pues les reconoce ciertas virtudes (la descripción de la capital de Tashbaan, por ejemplo, es bellísima; y el narrador reconoce los buenos atributos de la educación que reciben, sobre todo en lo que a contar historias se refieren). El principal argumento en favor de una lectura más balanceada de la novela es el personaje de Aravis, de origen calormeno (y además, perteneciente a la clase alta), y uno de los mejores personajes femeninos de la bibliografía de Lewis: si bien puede llegar a ser soberbia y altanera, es parte de su propio proceso de maduración y aunque rechaza ciertos elementos de su cultura, en ningún momento reniega de su origen o altera radicalmente su sentido de identidad, al contrario de otras narrativas que usarían la “conversión” como tema principal del personaje. Rabadash y el Tisroc son personajes absolutamente despreciables, pero Lewis tiene el cuidado de no afirmar que todos sus súbditos son iguales, y hablando de los villanos, creo que es importante mencionar que el castigo al primero, quien funge como antagonista principal de la trama, es uno de los más creativos y satisfactorios que he leído en la fantasía.


Cierro, como es costumbre, con el análisis temático, sobre todo desde el punto de vista religioso: el tema principal de este libro es el destino, retomando la noción griega de que las profecías se cumplen al intentar evitarlas; pero le da un giro cristiano al hacer explícito el plan divino: la lección principal sería no desesperar ante los aparentes infortunios en el corto plazo, pues se carece de la perspectiva para determinar si acaso en el largo plazo los tragos amargos resultarán no sólo necesarios, sino fructíferos de alguna manera (con esto no quiero decir que el libro niegue la existencia del libre albedrío, por el contrario, los personajes toman todas las decisiones, y la divinidad sólo sirve como fuente de consuelo y estímulo, y su participación en el clímax es muy secundaria). El tema secundario que explora la novela es el de la justicia, cuestionando lo que es legítimo perseguir y lo que no. Como mencioné antes, la resolución de la historia de Rabadash es de las mejores que he leído, pero ensayos completos se podrían escribir sobre un castigo que Aravis recibe, pues es poco usual en literatura infantil que un personaje heroico pague las consecuencias de errores secundarios, sobre todo cuando los afectados no son personajes que aparezcan dentro de la historia, y el debate moral que surge a partir de ese pasaje es fascinante por decir lo menos.


  • Título original: The horse and his boy

  • Autor: CS Lewis

  • Año de publicación: 1954




Hasta el próximo encuentro…


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