El cuentista
- raulgr98
- 12 ago
- 4 Min. de lectura
¡Bienvenidos pasajeros! Aquellos familiarizados con el concepto de “romper la cuarta pared” habrán escuchado también el término de meta ficción, en la que o bien los personajes se saben parte de un relato, o bien hay una historia dentro de una historia. El segundo caso es el que siempre me ha parecido el más interesante, pues ofrece muchas oportunidades para enriquecer el mundo diegético, y ha sido usado con gran maestría por varios titanes de la literatura, Don Quijote incluido. El día de hoy, aprovechando que no hemos cubierto cuentos en este espacio por más de un mes, quiero compartir uno de los esfuerzos más sutiles, pero muy bien ejecutado.
Uno de los cuentos más famosos de uno de los más reconocidos autores del relato corto en lengua inglesa, la historia sólo tiene una locación y cinco personajes: en un vagón de tren, una mujer falla en entretener a sus tres jóvenes sobrinos, aburriéndolos con una historia. Como una especie de desafío, el último pasajero decide contar su propia historia, para horror de la mujer y fascinación de los niños.
Pese a su brevedad, o quizá precisamente por eso, el relato brilla por su ingenio. El autor logra que tanto la mitad de la historia en el tren como el relato del protagonista tengan tanto tensión como dirección, colaborando entre ellas sin que una eclipse a la otra, y creo que la manera de lograrlo es que, al contrario que muchos otros relatos similares, ambas diégesis se intercalan en la estructura, en lugar de que una desaparezca por completo en el segmento medio de la estructura, y si bien conserva la cohesión interna, es cierto que ambas narraciones tienen una voz propia, si la del tren se concentra en la acción y el diálogo, el cuento del protagonista emplea con generosidad la descripción, recurso casi ausente del otro nivel narrativo. Asimismo, la redacción es sorprendentemente divertida, en un tono ácido que se convirtió en el sello del escritor, lo que realza el final.
El pasajero del tren, protagonista del relato, permanece anónimo (de hecho, sólo uno de los cinco personajes, dos sí incluimos a aquellos del cuento dentro del cuento, recibe nombre), pero aún así está bien construido. Sardónico y algo huraño, tiene sin embargo una gran cualidad, que es la capacidad de observar, y su trato con los niños una vez consolidado en su rol como narrador contrasta con las expectativas que el lector genera con su diálogo interno inicial. No es confirmado de forma explícita, pero este cuentista es un alter ego del propio autor, y aunque éste posicionamiento tiene un fuerte componente de arrogancia (es una figura más digna de respeto que la propia guardiana de los niños) pero también una muestra de su pasión por el arte de contar.
El otro elemento que más me maravilló del relato corto es la habilidad que tiene el escritor para la construcción de personajes. Más allá del protagonista, los otros personajes responden a arquetipos usuales de la literatura victoriana: la institutriz pudorosa y conservadora, el niño indomable e irreverente, pero sólo con dos palabras, el autor les da una capa adicional de complejidad: el diálogo más frecuente de la tía es “No”, revelando una profunda apatía e indisposición a interactuar con sus protegidos en un nivel significativo, todas sus acciones siendo reacciones desesperadas al comportamiento de los otros (la frase “pertenecía a los niños” es la forma más efectiva de comunicar la jerarquía en la dinámica de poder). Los niños, por otra parte, también reaccionan a su propio aburrimiento, y pueden llegar a parecer irritantes, pero su palabra característica es “¿por qué?” y esa personalidad inquisitiva es su cualidad redentora, pues indica que el mal comportamiento no se debe a vicios de personalidad, sino a interacciones que fallan en ser estimulantes.
A propósito he sido vago en el contenido del relato del pasajero del tren, pues tiene un giro inesperado y más de una ocurrencia ingeniosa (pues el personaje debe adaptarse a las preguntas de los niños, sin desdeñarlas como hace la tía), pero parece evidente, analizado en su contexto, que Sakí decide a través de este relato hacer una fuerte crítica al sentimentalismo moralista de la literatura infantil de su época, simplón y mojigato. ¿Las historias deben tener una moraleja? ¿Este cuento la tiene? La primera pregunta la debe responder cada uno; en lo que concierne a la segunda, yo creo que pese a su aparente amoralidad, creo que hay una lección importante para jóvenes y adultos: comportarse bien únicamente por las señales externas y superficiales de reconocimiento puede ser tan negativo como un mal comportamiento.
Los niños disfrutan un relato con un final trágico y con un mensaje problemático a una fábula tradicional, pero esto no se debe al contenido en sí de los dos relatos, sino a que en uno se sintieron adoctrinados, sin mucho que ellos pudieran aportar o imaginar, y el segundo los trató como iguales y valoró su opinión, lo que lo transformó en una experiencia memorable. Concluyo con esto, pues creo que Saki dio en el clavo: ¿cuál es el papel de la literatura? parece preguntar este cuento, y aunque su elaboración pueda parecer una tarea solitario, su propósito sólo puede entenderse si se logra una interacción significativa con el otro.
Título original: The storyteller
Autor: Saki (Hector Hugh Munro)
Año de publicación: 1914
Hasta el próximo encuentro…
Navegante del Clío
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