El cultivo de los árboles de Navidad
- raulgr98
- 24 dic 2024
- 2 Min. de lectura
¡Bienvenidos pasajeros! La recomendación con la que amanecerán no está acompañado de un análisis, en parte porque no deseo abrumarlos en estas fechas de celebración, y en parte porque me parece que el poema habla por sí mismo.
Lo que sí les daré es un poco de contexto, y una invitación a la reflexión. Escrita por el famoso TS Eliot, la pieza que hoy recomiendo es la última de una serie en la que muchos de los más importantes escritores de lengua inglesa de la primera mitad del siglo XX publicaron tarjetas navideñas (Eliot contribuyó con seis). Aunque breve, me parece que encapsula a la perfección como la Navidad ha ido perdiendo su significado, y como las distracciones de la vida pueden enturbiar el disfrute de la celebración. Escrito por un autor en extremo religioso durante su vejez, su nostálgica remembranza de las fiestas remite más a la calidez hogareña que a la fastuosidad ritual, y la focalización alrededor de la maravillosa inocencia del infante es excelente, pues encapsula el verdadero significado de las fiestas, una que les quiero recordar esta mañana, sobre todo a aquellos que se sienten sin rumbo.
Sin más que agregar, los dejo con uno de los poemas navideños más entrañables de la historia, en una traducción que considero bastante buena:
Hay muchas actitudes hacia la Navidad,
algunas de las cuales podemos desechar:
la social, la torpe, la abiertamente comercial,
la juerguista (los bares abiertos hasta medianoche)
y la infantil — que no es la del niño
para quien la vela es una estrella y el ángel dorado
que despliega sus alas en la cima del árbol
es no un simple adorno, sino un ángel.
El niño se embelesa ante el Árbol de Navidad:
dejadle conservar ese espíritu de admiración
ante la Fiesta en cuanto evento no aceptado como pretexto;
de modo que el arrebato centelleante, la maravilla
del primer Árbol de Navidad recordado,
de modo que las sorpresas, el deleite en nuevas posesiones
(cada cual con su peculiar y emocionante olor),
la expectativa del ganso o del pavo
y el esperado sobrecogimiento ante su aparición,
de modo que la reverencia y la alegría
no lleguen a olvidarse en la experiencia posterior,
en el aburrido acostumbramiento, la fatiga, el tedio,
la certeza de la muerte, la conciencia del fracaso,
o en la piedad del converso,
que puede estar teñida de arrogancia
desagradable a Dios e irrespetuosa hacia los niños
(y aquí recuerdo también con gratitud
a santa Lucía, su canción y su corona de fuego):
de modo que antes del fin, la octogésima Navidad
(entendiendo por “octogésima” la última),
los recuerdos acumulados de la emoción anual
puedan concentrase en un gran gozo
que será también un gran temor, como en la ocasión
en que el temor desciende a cada alma:
porque el principio nos rememorará el final
y la primera venida, la segunda venida.
Título original: The cultivation of Christmas trees
Autor: T.S. Eliot
Año de publicación: 1954
Hasta el próximo encuentro…
Navegante del Clío
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