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El cultivo de los árboles de Navidad

¡Bienvenidos pasajeros! La recomendación con la que amanecerán no está acompañado de un análisis, en parte porque no deseo abrumarlos en estas fechas de celebración, y en parte porque me parece que el poema habla por sí mismo.


Lo que sí les daré es un poco de contexto, y una invitación a la reflexión. Escrita por el famoso TS Eliot, la pieza que hoy recomiendo es la última de una serie en la que muchos de los más importantes escritores de lengua inglesa de la primera mitad del siglo XX publicaron tarjetas navideñas (Eliot contribuyó con seis). Aunque breve, me parece que encapsula a la perfección como la Navidad ha ido perdiendo su significado, y como las distracciones de la vida pueden enturbiar el disfrute de la celebración. Escrito por un autor en extremo religioso durante su vejez, su nostálgica remembranza de las fiestas remite más a la calidez hogareña que a la fastuosidad ritual, y la focalización alrededor de la maravillosa inocencia del infante es excelente, pues encapsula el verdadero significado de las fiestas, una que les quiero recordar esta mañana, sobre todo a aquellos que se sienten sin rumbo.


Sin más que agregar, los dejo con uno de los poemas navideños más entrañables de la historia, en una traducción que considero bastante buena:


Hay muchas actitudes hacia la Navidad,

algunas de las cuales podemos desechar:

la social, la torpe, la abiertamente comercial,

la juerguista (los bares abiertos hasta medianoche)

y la infantil — que no es la del niño

para quien la vela es una estrella y el ángel dorado

que despliega sus alas en la cima del árbol

es no un simple adorno, sino un ángel.


El niño se embelesa ante el Árbol de Navidad:

dejadle conservar ese espíritu de admiración

ante la Fiesta en cuanto evento no aceptado como pretexto;

de modo que el arrebato centelleante, la maravilla

del primer Árbol de Navidad recordado,

de modo que las sorpresas, el deleite en nuevas posesiones

(cada cual con su peculiar y emocionante olor),

la expectativa del ganso o del pavo

y el esperado sobrecogimiento ante su aparición,


de modo que la reverencia y la alegría

no lleguen a olvidarse en la experiencia posterior,

en el aburrido acostumbramiento, la fatiga, el tedio,

la certeza de la muerte, la conciencia del fracaso,

o en la piedad del converso,

que puede estar teñida de arrogancia

desagradable a Dios e irrespetuosa hacia los niños

(y aquí recuerdo también con gratitud

a santa Lucía, su canción y su corona de fuego):


de modo que antes del fin, la octogésima Navidad

(entendiendo por “octogésima” la última),

los recuerdos acumulados de la emoción anual

puedan concentrase en un gran gozo

que será también un gran temor, como en la ocasión

en que el temor desciende a cada alma:

porque el principio nos rememorará el final

y la primera venida, la segunda venida.




  • Título original: The cultivation of Christmas trees

  • Autor: T.S. Eliot

  • Año de publicación: 1954



Hasta el próximo encuentro…


Navegante del Clío


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