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El diablo viste a la moda

¡Bienvenidos pasajeros! En esta ocasión concluimos la trilogía secreta con la que es en mi opinión la comedia más influyente del siglo: El diablo viste a la moda.


Estrenada en 2006, la cinta es dirigida por David Frankel y escrita por Aline Brosh McKenna. Recibió buena recepción tanto del público como de la crítica (quienes unánimemente afirman es mejor que el libro en el que se basó), consiguiendo dos nominaciones a los premios Oscar; mejor vestuario y mejor actriz. El elenco, pequeño pero efectivo está encabezado por Meryl Streep (Miranda Priestly) y cuenta también con la participación de Anne Hathaway (Andy Sachs), Emily Blunt (Emily Charlton), Stanley Tucci (Nigel Kipling), Adrian Gernier (Nate Cooper) y Simon Baker (Christian Thompson).


La película, de menos de dos horas de duración, sigue a Andy Sachs (Hathaway) una aspirante a periodista que se ve envuelta en el mundo de la moda al aceptar un trabajo de asistente para la despiadada Miranda Priestly, editora de la revista más importante del medio. La cinta por lo tanto explora la toxicidad del mundo de la alta costura, pero creo que el guion es más complejo de lo que aparenta, pues aunque Miranda es la clara antagonista de la película numerosos análisis posteriores han defendido sus acciones e identificando a otros personajes como los verdaderos villanos (en mi opinión Nigel, interpretado por Stanley Tucci, es el único miembro del elenco que escapa a la toxicidad). Es un debate interesante, que toca temas desde el feminismo (los sacrificios de las mujeres en posiciones de poder) hasta la identidad (que tanto es posible cambiar realmente) y el comentario a las carreras profesionales (que tanto es válido sacrificar en persecución de una profesión), siendo mi opinión que quizá el verdadero villano de la película es el mismo sistema, que orilla a la manipulación y la frialdad para sobrevivir.


El párrafo anterior es quizá más serio de lo que uno esperaría al oír hablar de la película, pues esta toca temas relevantes, pero no se puede minimizar su impacto como comedia. Con un ritmo fresco y vertiginoso, el libreto es sorprendentemente divertido recurriendo no sólo a diálogo sino a comedia física, con muchas de sus escenas y líneas específicas convirtiéndose en icónicas gracias al carisma de sus cuatro actores principales (Streep, Hathaway, Tucci y Blunt). De los cuatro, como es de esperarse, Meryl Streep ofrece la interpretación más redonda, creando el que ahora se considera el arquetipo del jefe tiránico gracias a un dominio total de expresiones faciales (puede comunicar pensamientos completos con un mínimo gesto), pero conservando cierto carisma que explica porque es respetada por sus subalternos e incluso permitiéndose mostrar momentos vulnerables. De los otros tres actores, Tucci es el personaje con el que es más fácil empatizar gracias a la genuina y divertida manera de decir parlamentos del actor ya consolidado; pero no es sorprendente que esta sea la película que haya lanzado las carreras de Hathaway y Blunt. La primera se enfrenta a su primer protagónico como adulta de una manera satisfactoria, retratando efectivamente el conflicto interno y evolución del personaje, pero es Blunt quien casi se roba el show al tener algunos de los mejores chistes de la película.


Entre los aspectos técnicos de la película, creo que la cinematografía hace un buen trabajo retratando el glamour de las capitales de la moda: Nueva York y París, haciendo énfasis en la diferencia entre ambas ciudades, pero puesto que la mayor parte del metraje está rodado en interiores, también se le debe reconocer a los diseñadores de set su trabajo, particularmente para reconstruir los espacios de Runway de manera clara. Sin embargo, por mucho el aspecto técnico que más resalta es el excelente trabajo de vestuario, maquillaje y peinado. Cada personaje tiene una paleta de colores muy específica, con prendas y peinados que son un reflejo de sus respectivas personalidades, y al ser casi todas las prendas de diseñador, es uno de los vestuarios más costosos de la historia del cine.


Aunque en cuestiones estéticas la película es disasociable del aspecto de la moda, creo que parte de su relevancia es que los escenarios de dificultades laborales, competitividad en un medio específico y los dilemas que mencioné en el primer párrafo pueden ser adaptados a muchos otros contextos, lo que vuelve la dinámica muy fácil de seguir para hombres y mujeres de todos los ramos profesionales y grupos de edad, pero creo que es particularmente efectiva con los más jóvenes que apenas están incursionando en el mercado laboral, pues los jefes difíciles y decisiones que desafían las ideas preconcebidas de identidad e incluso moralidad son tristemente situaciones comunes en todo el mundo.


Homenajeada y parodiada en incontables series y películas posteriores; así como memes y gifs, El diablo viste a la moda ha superado la prueba del tiempo al consolidarse en la cultura popular pero no de manera estética, una mera reliquia del pasado, sino como una pieza de arte viva que se sigue discutiendo, comentando y reinterpretando de maneras distintas por cada generación, que es quizá el mejor legado que una película puede tener.



Hasta el próximo encuentro...


Navegante del Clío

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1 comentario


Fue un verdadero gusto encontrar el secreto detrás de esta trilogía de reseñas, muchas gracias por el gesto 😊.

El diablo se viste a la moda es una de las pocas películas que puedo ver muchísimas veces sin cansarme, es fresca, ágil y sorpresivamente aborda muchos temas serios.

Agregaría que mi personaje favorito es Nigel, creo que es el compañero que todos quisiéramos encontrar en nuestro trabajo. Gracias por reseñar una película que, en mi opinión, no es realmente valorada.

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