El hobbit: un viaje inesperado
- raulgr98
- 3 dic
- 5 Min. de lectura
¡Bienvenidos pasajeros! Las publicaciones en esta sección durante las próximas tres semanas serán un poco distintas, no tan formal, pues quiero dedicar la recta final del año a tratar de explicar porque no puedo evitar disfrutar tres películas de fantasía que el mundo parece empecinado en odiar. Cierto, no están nada cercanas a la calidad de sus predecesoras, pero tampoco las considero desastres absolutos.
La primera película de El hobbit se estrenó en 2012, dirigida por Peter Jackson quien co escribió el guion con Fran Walsh, Philippa Boyens y Guillermo del Toro. Junto con gran parte del equipo creativo del equipo creativo, Ian McKellen (Gandalf), Ian Holm (viejo Bilbo), Cate Blanchett (Galadriel), Hugo Weaving (Elrond), Christopher Lee (Saruman), Elijah Wood (Frodo) y Andy Serkis (Gollum) regresan a sus papeles de El señor de los Anillos; mientras que el nuevo elenco está integrado por Martin Freeman (Bilbo), Richard Armitage (Thorin), Ken Stott (Balin), Graham McTavish (Dwalin), Aidan Turner (Kili), Dean O’Gorman (Fili), Mark Hadlow (Dori), Jed Brophy (Nori), Adam Brown (Ori), John Callen (Óin), Peter Hambleton (Glóin), William Kircher (Bifur), James Nesbitt (Bofur), Stephen Hunter (Bombur), Sylvester McCoy (Radagast), Manu Bennett (Azog) y Barry Humphries (Gran Trasgo). Un gran éxito en taquilla pese a las críticas mixtas, tuvo una pequeña presencia en la temporada de premios, con tres nominaciones a los premios Oscar.
Comenzaré con los que, en mi opinión, son los tres grandes problemas de la primera película: la cinta es, sin duda, demasiado larga (en particular el fragmento con los gigantes de piedra siempre me ha parecido sobrante. El segundo motivo es una sobrecarga de efectos digitales que, concedido, se ven considerablemente mejor que muchas producciones modernas, pero palidece en comparación con la artesanía práctica de la trilogía anterior, en la que incluso sus efectos de CGI parecen más realistas (probablemente por una cinematografía más cuidadosa). Finalmente, el que creo que es el mayor problema de la película es que tiene demasiados personajes, y la mayoría de los enanos reciben poca o nula caracterización, lo que disminuye significativamente el impacto de las dinámicas de personaje y abruman las secuencias de acción.
Aclarado lo anterior, en años recientes he revalorizado mucho a la película, y creo que la principal razón es que es, por mucho, la cinta más fiel al fragmento de libro que le corresponde adaptar, no sólo en los sucesos sino en el tono (por su naturaleza, mucho más ligero y humorístico que el señor de los anillos) como en su contenido temático, pues de las tres, es la que mejor maneja el equilibrio entre el amor a la vida sencilla, uno de los temas predilectos del autor, y el irrefrenable anhelo de la aventura. Incluso los pasajes adoptados directamente de los apéndices en mi opinión están bien incorporados, pues logra servir de puente entre las dos trilogías sin sacrificar la integridad de la historia.
En comparación con sus sucesoras, la cinta tiene muy pocos añadidos que no encuentren paralelo dentro del universo literario, siendo las dos más grandes la participación del mago Radagast en la trama y el rol antagónico de Azog, lo cual implicó reorganizar el clímax. En lo que concierne al primero, creo que hubo mesura al limitar su aparición a un par de secuencias, complaciendo a los fans de los libros tras omitirlo de las películas originales. En cuanto al segundo, creo que fue una decisión necesaria y plenamente justificada, puesto que al sobrevivir Sauron a la historia de la película y, considerando el final de Smaug, contar con un antagonista cuya presencia fuera constante y al que los héroes pudieran imponerse era fundamental para que la trama funcionara en un medio cinematográfico, que tiene otros requerimientos que la novela.
Sin duda, el mejor aspecto de la película son las actuaciones, y es la razón por la que la cinta permanece muy cercana a mi corazón, Ian McKellen, uno de mis actores favoritos, claramente se está divirtiendo en una versión un poco más ligera de Gandalf, y Blanchett y Lee siempre son un deleite en pantalla. Aunque es cierto que los enanos reciben poca caracterización, la mayoría del ensamble logra inyectarle de buena energía a sus papeles (sobre todo en el primer acto y los momentos de humor); y la mayoría tiene al menos un momento en la primera película que recuerdo (Nori, Oin y sorprendentemente Glóin, serían las excepciones). El foco en personajes como Fili, Kili y Dwalin es lógico, pero los dos miembros de la expedición que dejaron por mucho la mejor impresión fueron Balín, lo que no fue inesperado considerando que era mi enano favorito del libro, y sorprendentemente Bofur, quien brilla en sus interacciones con Bilbo, temáticamente resonantes pese a ser en su mayor parte invenciones del guion. Sin embargo, el corazón de la cinta es la relación entre dos personajes, encarnados por los mejores actores del elenco, Richard Armitage como Thorin, quien le aporta regalidad y complejidad emocional a un personaje diseñado para ser estoico y terco; y Martin Freeman como Bilbo, una de las mejores decisiones de casting de todos los tiempos: los manierismos y corporalidad que aporta al rol son perfectos, y todas las escenas que lo involucran de forma significativa son un absoluto deleite.
A nivel técnico, la película es más que competente, sobre todo en las tomas donde es notable el uso de locaciones reales, nuevamente explotando un maravilloso diseño de producción; sin embargo el mejor apartado sigue siendo el sonoro, con una muy efectivo mezcla de sonido y una excelente banda sonora de Howard Shore, quien logra crear un par de temas (en particular el de la montaña solitaria) a la altura de sus composiciones para la trilogía original. En ese sentido, uno de los aspectos que más disfruto de esta primera película es que, de las seis estrenadas hasta el momento, es la que más oportunidades tiene de explorar la musicalidad de los libros, gracias a tres canciones originales (dos de ellas con letras del libro); siendo la secuencia de los enanos cantando el tema de las montañas nubladas posiblemente mi escena favorita de la trilogía.
Sí, estoy consciente de sus problemas, pero creo que la cinta le hizo justicia a algunas secuencias que siempre había querido ver en la pantalla grande: el incidente de los trolls, la destrucción de Erebor (sobre todo en la versión extendida) y en particular el juego de los acertijos. Si un imperfecto tuvo la trilogía de El señor de los anillos, es que los enanos recibieron muy mal trato en comparación con las otras razas de la Tierra Media: la noble tarea de ponerlos en el primer plano, mostrando su honor y resiliencia, es suficiente motivo para que estas películas merezcan ser vistas, y quizá un poco mejor apreciadas.
Hasta el próximo encuentro…
Navegante del Clío
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