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El hombre de la máscara de hierro

¡Bienvenidos pasajeros! Hay veces que el tiempo no es bueno con una historia, lo que pudo maravillar al público en su momento dado la moda o la tecnología puede con la misma caer en el olvido si las tendencias culturales cambian o la realidad histórica se modifica. Sin embargo, también es posible que una película odiada y vilipendiada en su época encuentre a la audiencia que no encontró en su momento, puede que décadas después de salir al mundo. Tal es el ejemplo de la película de hoy, una cinta que a mí siempre me ha gustado, pero que tenía muy mala reputación, hasta que esta semana vi más de una pieza revalorizándola y defendiéndola como infravalorada.


Estrenada en 1998, la película fue escrita y dirigida por Randall Wallace y está muy vagamente inspirada en la última novela con los famosos mosqueteros de Dumas, en particular el último segmento. Muy mal recibida por la crítica, fue sin embargo un pequeño éxito en taquilla, de las últimas del género de espadachines que encontró una audiencia. Protagonizada por un muy joven Leonardo Di Caprio en el rol dual de Louis y Philippe, el resto del elenco está integrado por Jeremy Irons (Aramis), John Malkovich (Athos), Gerard Depardieu (Porthos), Gabriel Byrne (D’Artagnan), Anne Parillaud (Anna), Judith Godrèche (Christine), Peter Sarsgaard (Raoul) y Edward Atterton (André).


Situada unos treinta años después de Los tres mosqueteros, la historia transcurre en los primeros años del reinado de Luis XIV y encuentra a sus personajes en caminos separados, obligados a reunirse cuando se destapa una conspiración alrededor del tiránico monarca, que involucra a un misterioso prisionero con el rostro oculto tras una espantosa máscara. Sin embargo, salvo los más básicos puntos de trama, la película poco tiene que ver con el libro que la inspiró, sobre todo en el desenlace que cambia de forma radical el destino de la mayoría de sus personajes centrales.


¿Por qué la película fue tan odiada en su época? Por un lado, sí es importante reconocer que la cinta sufre de problemas de ritmo, y es demasiado larga para una trama bastante sencilla. Pero el resto de las críticas me parecen bastante injustas e incluso hirientes. El diálogo puede ser empalagoso, y en ocasiones obvio, pero creo que corresponde al tono romántico de la película, sobre todo en los momentos ligeros, sin comprometer la efectividad de los momentos emocionales. Sin embargo, repasando críticas de la época, la mayoría de las opiniones se concentran en vilipendiar la interpretación de Di Caprio, quien se encontraba en un momento delicado por su carrera: ya había tenido un gran éxito con Titanic (que se estrenó antes pese a ser rodada después), pero aún no se lograba desprender de su imagen después celebridad adolescente. La difícil posición de tener mucho éxito y simultáneamente carecer de credibilidad entre los círculos intelectuales explica muchas de las críticas, y aunque es cierto que, dada su inexperiencia es uno de sus papeles más débiles, no es desastrosa como para descarrilar la producción.


Por el contrario, creo que la cinta tiene mucho que ofrecer, y merece un lugar en la discusión sobre el cine de aventuras, gracias a un excelente diseño de producción. Aunque la trama no es históricamente fiel, para nada, en cuanto a los acontecimientos, hubo mucho cuidado al diseñar vestuarios y decorados para que se ajustaran al siglo XVII. La atención al detalle llegó al extremo que los realizadores rechazaron un ofrecimiento del gobierno francés de rodar en Versalles, pues el palacio no se construyó hasta el reinado tardío de Luis. Sin embargo, todas las locaciones, e incluso el set de grabación, fueron en Francia, lo que logra que la película respire autenticidad. Herramienta clave para lo anterior es una preciosa cinematografía de Peter Suschitzky, que gracias al uso del color y el contraste logra convertir muchas tomas casi en obras de arte románticas.


Aunque gran parte del metraje está dedicada a escenas cómicas (donde Depardieu brilla), secuencias de entrenamiento y dos dramas amorosos distintos (de los cuales, en mi opinión el de Dartagnan es el más efectivo); cuando el énfasis de la trama es en la acción, ésta es excelente. La estructura de la trama gira en torno a dos escapes de prisión y ambas son secuencias espectaculares gracias a que se priorizó mostrar el ingenio de los personajes, coreografías que fueran creíbles considerando su edad y un uso frecuente de efectos prácticos (lo digital, que no ha envejecido bien, es mínimo). En particular el clímax, una carga final elevada por una emocional e infravalorada banda sonora de Nick Glennie-Smith, es una que quedó grabada en mi memoria desde que era niño, y debería ser considerada un clásico del cine de aventuras.


Cierro con un breve análisis de los personajes, pues creo que es la mayor virtud de la cinta. Si bien DiCaprio fue el foco del marketing, al ser tanto el protagonista como el antagonista principal; el resto del elenco lo eclipsa. De entre los personajes secundarios; Parillaud es excelente como la reina Ana, en una interpretación con más sutilezas de las que el guion escribe, y Edward Attenton sirve como excelente punto de referencia del espectador durante el clímax, pero son los cuatro mosqueteros los que son el corazón de la historia, convirtiendo a esta película en un final más que digno para los icónicos personajes, pese a las licencias con el material original, pues encapsula los elementos fundamentales de su personalidad como el coraje, el honor y una lealtad extrema unos a otros. Es más, si uno es capaz de ver más allá de que todos tienen acentos distintos, se podría argumentar que Byrne, Malkovich, Depardieu y Irons son las versiones definitivas de los mosqueteros, sobre todo en su etapa de madurez. Daratagnan, como el más conflictuado de los cuatro héroes, se beneficia de una actuación mesurada pero compleja; Porthos está caracterizado de una manera impecable, con una personalidad más grande que el mundo, y logra conservar su dignidad pese a ser el alivio cómico, mientras que el agrio y callado Athos tiene quizá los momentos emocionales más poderosos de toda la cinta. Pero es Jeremy Irons quien se impone al resto, impecable al mostrar las muchas contradicciones de su personaje (el sacerdote guerrero, el virtuoso intrigante) y puede que su actuación, más que la novela misma, fue lo que originó que Aramis sea mi mosquetero favorito desde que tengo memoria, incluso lo interpreté en una obra.


Las películas no tienen que ser obras maestras para ser buenas, y en este mundo cada vez más dado a las posturas radicales; es refrescante encontrarse con una pequeña comunidad que aún encuentra placer en discutir películas que no te darán ninguna reputación como cinéfilo, pero son una gran experiencia. Piensen en películas como esta la próxima vez que los afecte ser los únicos que disfrutan una historia que el resto parece odiar, quizá el tiempo les haga justicia; y si no es así, al menos quedará la certeza de que no somos los únicos que las disfrutan, y algún día encontrarán a sus pares.






Hasta el próximo encuentro…


Navegante del Clío

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