El huésped
- raulgr98
- hace 2 días
- 3 Min. de lectura
¡Bienvenidos pasajeros! Antes de comenzar con la recomendación en sí misma, quiero hacer un breve recorrido de cómo llegué a ella. Bien saben ustedes que, de todos los géneros, el que menos disfruto es el terror. Y sin embargo, tal parece que no puedo alejarme mucho de él, pues siempre hay algo nuevo que me atrae de vuelta. Tras hacer un análisis, me gusta la exploración simbólica de las criaturas de horror, y también el terror psicológico ha producido algunas de mis historias favoritas. Aunque en un principio traté de recomendar una historia de día de muertos, no pude pensar en una que me llenara lo suficiente, y no tenía ganas de hacer una investigación muy larga, pero entonces recordé un cuento clásico, que cumple con los dos elementos que antes mencioné, más una clara exploración sociológica.
Quizá el cuento más famoso de Ámparo Dávila, cuyo estilo y temas abordé en este espacio hace un par de años; la historia sigue a una narradora anónima que se ve aterrorizada por una misteriosa entidad que su marido llevó a la casa sin su consentimiento. De un lenguaje sencillo pero cargado de simbolismo, el uso de la descripción es excelente para generar una atmósfera opresiva y claustrofóbica.
Escrito pocos años después de que la mujer conquistara el derecho al voto, la historia se ambienta en esta etapa de claroscuros donde, pese al progreso, la figura femenina seguía enfrentando mucha violencia en el entorno doméstico. De hecho, más que el huésped mismo, es el personaje del marido quien se encumbra como la principal fuerza antagónica del relato: es él quien lleva a la entidad a la casa, quien desdeña las preocupaciones de la protagonista y a quien en verdad temen las mujeres de la historia, pues esperan a que esté lejos de la casa para actuar contra la criatura, haciendo parecer el asesinato como un deceso natural (aunque los detalles más crueles del matrimonio son dejados a la imaginación, la aurora es explícita al enmarcar el relato en un entorno de violencia, pues una de las primeras cosas que menciona es la infelicidad de la narradora).
Ubicar temporalmente el relato resulta peliagudo: por un lado es cuando menos el siglo XX, como indica la presencia del automóvil y las menciones a la luz eléctrica, pero en otros aspectos parece pre moderno, tales como la lejanía y “atraso” del pueblo sin nombre, y la locación, casi con tintes góticos. Usar como escenario principal una casa colonial me pareció una decisión brillante, no sólo porque remite a típicas leyendas fantasmagóricas, sino porque la estructura misma del espacio: un patio central, hileras de habitaciones rodeándolo y pequeñas ventanas con barrotes, adiciona al estado psicológico de la protagonista: tanto material como simbólicamente, se trata de una cárcel; y las constantes menciones a la habitación de la criatura, con una ubicación bien delimitada, genera una sensación de constante peligro.
Que la naturaleza, origen y forma del monstruo permanezca ambigua (salvo por una efectiva descripción de sus ojos) me parece una decisión acertada, pues permite al lector construir su propia criatura, alimentada de sus temores particulares, así como darle la interpretación metafórica que mejor encaje con su lectura. Incluso, por un momento hasta el súbito arrebato de violencia, llega a plantearse la duda si acaso la protagonista está proyectando sus propios prejuicios y odios contra un ser inocente, o peor, imaginario.
Encuentro el estilo del relato extremadamente inmersivo, pues la relativa ausencia de detalles contribuye a que el lector pueda complementar el texto con su propia imaginación: los personajes no sólo carecen de mucho trasfondo, sino que, en la mayoría de los casos, tampoco tienen nombre, sino que son identificados por su rol dentro de la estructura familiar (marido, esposa, hijos). Los dos únicos personajes que reciben nombre, Guadalupe y Martincito, pertenecen al personal de servicio, y aunque no es del todo claro que haya un posicionamiento de clase en esta decisión, la dinámica entre patrona y criada me parece refrescante, una buena representación del concepto de sororidad décadas antes de que el término se popularizara.
Hace poco leí un artículo que afirmaba que el asesinato del huésped es un acto de venganza “proxy”, es decir, vengarse de un tercero ante la incapacidad o falta de voluntad para tomar acción contra el opresor. Sin embargo, dicha interpretación me parece miope, pues la entidad es el miedo mismo a la situación que vive la protagonista, lo que convierte a la criatura en una extensión del marido. Para más señas y como argumento final, cierro con el pasaje que más miedo me dio del relato: la explicación de porque la mujer no puede cerrar la puerta de su habitación, pese al terror que le produce el huésped.
Título original: El huésped
Autora: Ámparo Dávila
Año de publicación: 1959
Hasta el próximo encuentro…
Navegante del Clío
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