La culpa es de los tlaxcaltecas
- raulgr98
- 7 oct
- 4 Min. de lectura
¡Bienvenidos pasajeros! Incluso antes de escribir las reseñas que se publicaron ayer, llevaba varios días pensando en las narrativas de la conquista, y el eterno debate entre las interpretaciones tradicionales y las revisionistas. Sobre todo en años recientes, con un énfasis acrecentado en la civilización mexica, las discusiones sobre el rol de los españoles y, más aún, los pueblos indígenas que se les unieron, han sido acaloradas por decir lo menos. En ese contexto, recordé la existencia de un famosísimo cuento que utiliza como herramienta narrativa la historia, pero va mucho más allá de eso.
El cuento es uno largo, catorce páginas en mi edición, pero fluye de una manera muy ágil; gracias a la habilidad de Garro en dos aspectos, el manejo del tiempo y la estructura. Respecto a la segunda, es muy compleja, pero muy bien ejecutada. Aunque hay interrupciones y recuerdos por parte de Nacha, quien sirve como receptora de la narración, en muchos sentidos el cuento es un relato dentro de otro, pues la protagonista, Laura, se está sincerando con su cocinera sobre varios sucesos recientes. Esta composición de varios niveles diegéticos encaja a la perfección con la ambientación del cuento, en la que la protagonista se ve atrapada viviendo de forma casi simultánea dos vidas: una en el México de los sesentas, durante la presidencia de López Mateos; y otra en los últimos días de México Tenochtitlán.
Este desdoblamiento temporal le da al relato una voz única, y convierte el cuento de Garro en uno de los mejores ejemplos de realismo mágico de la literatura latinoamericana, sobre todo en ficción corta: la naturaleza del viaje en el tiempo nunca es explicada (es ambiguo si Laura existe en dos lugares, se traslada o es visitada por su primo-esposo) y aunque sí hay personajes que la consideran loca, su principal interlocutora, Nacha, lo acepta sin cuestionamientos, con absoluta naturalidad, y eso es determinante para que el lector también acepte esas normas extraordinarias como familiares.
El estilo de redacción intercala descripción con diálogo, construyendo una serie de imágenes que van de lo evocativo a lo onírico. De hecho, muchos de los párrafos son casi poéticos, y logran que pese a que la temporalidad del relato está muy bien definida, la atmósfera, una combinación de dolor, arrepentimiento y melancolía, tenga visos de atemporalidad.
La primera vez que supe de la existencia de este cuento, fue a través de un ensayo que afirmaba que el trabajo de Garro fue una deconstrucción y re significación del personaje de La Malinche, moviendo la responsabilidad de la conquista de ella a los tlaxcaltecas, de ahí el título. Hay aspectos que, en mi opinión, respaldan esa interpretación: sin duda se trata de una lectura feminista, en la que la inmensa mayoría de los personajes son mujeres, y hay paralelismos entre Malitzin y Laura; pero va mucho más allá. En primer lugar, analizar el contexto de la publicación del cuento revela tintes autobiográficos fuertes: recién divorciada, Elena Garro tiene similitudes con su protagonista, lo que convertiría al personaje de Pablo, un marido abusivo, poderoso pero hipócrita, sería un comentario sobre Octavio Paz. Y es ahí donde el argumento de Malitzin se cae, pues si a Laura es la propia Garro, no representa a una indígena “traidora”, sino al mestizo mexicano, dividido entre dos identidades (la autora era hija de un español y una mexicana), y la traición cobarde de Pablo/Paz y de la propia Laura mientras sigue en su matrimonio, no es necesariamente étnica, sino el asociarse con el poder sin sentir empatía por los marginados.
La historia de la conquista es un excelente telón de fondo para la ficción, pero nunca está en primer plano, como prueba el hecho que los únicos cinco personajes con nombre pertenecen al presente. Aunque clave para la trama, el anónimo marido-primo, guerrero mexica, recibe relativamente poca caracterización y su función narrativa es más como un símbolo, contrapeso a Pablo y fuente de disyuntiva para la protagonista. El vestido, la sangre y el fuego, principales elementos simbólicos de la trama, también obedecen a esta comunicación entre presente y pasado, pues es claro que Elena Garro investigó a profundidad el tema de la conquista; de hecho, la más importante referencia intertextual en el cuento es a una crónica: la de Bernal Díaz del Castillo, que la autora citó en otras obras previas y posteriores, y el cuento contiene alusiones históricas más sutiles pero significativas, como el ubicar la segunda aparición en Tacuba, famosa por la tortura de su último señor, y el infame ahuehuete donde, supuestamente, el derrotado Cortés lloró.
Aunque el desenlace del relato se puede interpretar como un llamado a recuperar la parte prehispánica de la identidad, me parece que el posicionamiento político de la escritora es más complejo, que se aleja tanto de una visión positivista de la colonización como de una crítica radical, optando por una defensa del sincretismo histórico siempre y cuando éste no se dé bajo condiciones de subyugación (social más que económica, pues tanto Laura como Nacha alcanzan la liberación al desprenderse de la necesidad financiera). Esta subyugación, vista a gran escala en la conquista, en realidad encuentra su mayor resonancia emocional en la intimidad, pues el cuento, reducido casi al absurdo, es una historia de emancipación, dejar atrás una relación violenta, misógina, racista y opresiva; y en eso radica mi propuesta con la que cierro esta recomendación: el título es irónico, pues si hay un personaje que representa a los tlaxcaltecas, es la propia Laura, y aunque un mexica es el ideal masculino presentado por Garro, su visión de la historia es mucho más crítica: si la protagonista es la encarnación de los tlaxcaltecas, hallando la fuerza para rebelarse contra un opresor violento ¿podríamos llamar traidores a los enemigos de Tenochtitlán?
Título original: La culpa es de los tlaxcaltecas
Autora: Elena Garro
Año de publicación: 1964
Hasta el próximo encuentro…
Navegante del Clío
Tus reseñas provocan ganas de leer los libros sobre los que escribes.