El jardinero fiel
- raulgr98
- hace 5 días
- 4 Min. de lectura
¡Bienvenidos pasajeros! ¿Les ha pasado alguna vez que se reencuentran con una historia en la que no habían pensado en años, pero que les basta un título o una imagen para que recuerden a la perfección, puede que no toda la historia, pero sí las emociones que experimentaron. Eso me pasó a mí hace unas horas, cuando encontré por accidente un comentario sobre una película que vi por primera y única vez hace más de una década.
Estrenada en 2005, la cinta escrita por Jeffrey Caine y dirigida por Fernando Meirelles se podría catalogar tanto como un drama romántico como un thriller político, pues sigue por un lado la relación entre un diplomático y una activista de Amnistía Internacional, y por el otro la investigación del primero sobre la misteriosa muerte de su esposa, desentrañando una conspiración internacional. Protagonizada por Ralph Fiennes (Justin Quayle), Rachel Weisz (Tessa Abbott), Hubert Koundé (Arnold Bluhm), Danny Huston (Sandy Woodrow), Richard McCabe (Arthur Hammond), Gerard McSorley (Kenneth Curtis), Donald Sumpter (Tim Donohue), Archie Panjabi (Ghita Pearson), Peter Postlethwaite (Lorbeer) y Bill Nighy (Bernard Pellegrin). Una ligera decepción en taquilla, aunque con más recaudación de la esperada tomando en cuenta el género, fue sin embargo una de las películas mejor reseñadas de ese año y llegó a estar nominada a cuatro premios Oscar, ganando actriz de reparto.
Para algunos de ustedes podrá parecerles una irresponsabilidad escribir una recomendación sin volver a ver la cinta, pero creo que es un ejercicio interesante escribir desde el recuerdo y la impresión que dejó en mí, pese a haberla visto hace mucho, en una pantalla muy chica. Fue durante mis años de secundaria, pues si algo agradezco mucho de esa etapa de mi formación es que para los docentes era una prioridad inculcarnos una consciencia social activa, y confiaban en nuestra madurez para entender la cinta.
La película tiene un ritmo pausado y deliberado, lento pese a la corta duración, pero creo que esto es en beneficio de la cinta, pues la falta de acción le permite al guion plantear bien todas sus piezas, y aprovechar un misterio bien construido para generar tensión. El ente responsable de la conspiración es uno fácil de intuir, pero la película evita ser predecible pues el enigma se concentra en desentrañar que personajes secundarios están involucrados, y si el protagonista será capaz de encontrar las pruebas que necesita, o si acaso las corporaciones que controlan el mundo son demasiado poderosas para oponérseles.
A niveles técnicos, la crítica alabó mucho la banda sonora, pero creo que un elemento infravalorado es la cinematografía, basada en alternar entre tonos pastel y opacos, que logra impregnar la narrativa de un aura de melancolía y una belleza trágica. El uso de locaciones reales en Kenia es brutal, y creo que la dirección logró encontrar el balance al retratar tanto el sufrimiento como el potencial del lugar, siendo explícitos en la crítica pero desde la empatía, sin caer en la explotación o la condescendencia. Es claro que el rodaje tuvo un gran impacto en el equipo, pues al momento de escribir esta publicación sigue con efectos un fideicomiso a nombre de la película para mejorar las condiciones de la región, sobre todo educativas.
La otra gran virtud técnica de la película es un fabuloso trabajo de edición, pues logra tres objetivos en los que muchas otras películas fallan: que la trama romántica tenga el mismo peso dramático que el thriller, que la relación central importe a la audiencia pese a conocer el desenlace, y que una cinta con uso extensivo de flashbacks no se perciba como una pérdida de metraje, sino como parte clave de la trama. La estructura no lineal permite comprender mejor el estado mental del personaje protagónico, y el manejo del tiempo en la edición logra ser una metáfora de la paciencia que requiere la investigación sin comprometer el ritmo.
Actuaciones, personajes centrales muy bien construidos. El elenco en términos generales es sólido, con los actores secundarios elevando un guion que se asegura de darles a cada uno al menos un momento para brillar (creo que Nighy, Postlethwaite y Koundé son los que dejaron las mayores impresiones), pero la película triunfa por sus dos actores centrales, a través de cuyos ojos experimentamos tanto el horror de la tragedia como la belleza de su relación que no sólo es creíble sino entrañable. Rachel Weisz le da muchas capas a un rol que en manos menos capaces no pasaría de un interés amoroso idealizado en la pérdida, un arquetipo común del género; mientras que Fiennes da una de las mejores interpretaciones de su carrera, contenida y melancólica pero con una poderosa emoción subyacente, sobre todo en la recta final de la cinta.
No quiero dar detalles de la cinta, pues creo que el misterio es uno que vale la pena descubrir por uno mismo, pero tengo que hablar de la principal fuerza antagónica, una cuya inmoralidad comprendí desde que la vi, pero que solo años después entendí de verdad: el eje temático de la película es una crítica a la total falta de empatía y ética de las compañías farmacéuticas, y las redes de corrupción que emplean para aumentar sus márgenes de ganancia en perjuicio de las comunidades más marginadas a las que explotan. Por años he creído que no hay industria que represente mejor el mal que la farmacéutica, pues han permitido la proliferación de enfermedades crónicas para atrapar una necesitada base de consumidores, realizan pruebas que solo se pueden calificar como inhumanas para lograr patentes más rápido, y juegan sin consideraciones con lo más valioso que tiene la gente (y al menos lo único que posee), la esperanza. Pensar de nuevo en esta película me hizo recordar que esta es una verdad que conozco desde hace mucho tiempo, y que aunque parece que nunca se logrará nada, eso no significa que la lucha carezca de sentido.
Hasta el próximo encuentro…
Navegante del Clío
Comments