El libro de piedra
- raulgr98
- 1 nov 2023
- 4 Min. de lectura
¡Bienvenidos pasajeros! Es el primer día de noviembre, y para cerrar el ambiente tenebroso que hemos manejado durante el mes pasado, aprovechando que entramos a la temporada de muertos, quiero regresar al cine mexicano para recomendar mi película favorita de Carlos Enrique Taboada, pero una que es menos conocida que sus dos obras emblemáticas: El libro de piedra.
Estrenada en 1969, la cinta fue escrita y dirigida por Taboada, como parte de su tetralogía de terror. El elenco, formado por varios veteranos del cineasta, está encabezado por Marga López (Julia) y Joaquín Cordero (Eugenio Ruvalcaba), contando también con las participaciones de Norma Lazareno (Mariana), Aldo Monti (Carlos), Ada Carrasco (Paulina), Lilia Castillo (Herminia), Manuel Dondé (Bruno) y los niños Lucy Buj (Silvia), Jorge Pablo Carillo (Hugo). Con una reputación que sólo ha crecido con los años, la prensa extranjera la consideró uno de los mejores ejemplos de terror latinoamericano.
Estrenada el mismo año que Hasta el viento tiene miedo, la cinta de Taboada recupera todos los elementos del estilo gótico para construir su narrativa, siendo en particular influido por las historias de Henry James: una institutriz como protagonista, un pupilo o pupila con aparentes problemas psicológicos, un padre ausente, una gran casa alejada de la civilización (usualmente en el campo), la cercanía de cuerpos de agua y un elemento fantasmagórico sutil al inicio cuya presencia va aumentando.
Antes de adentrarse en la historia, hay ciertos elementos del diseño de producción que creo importantes rescatar: aunque se desarrolla en el campo, las locaciones se alejan de los entornos hacendarios y campesinos del cine de la posrevolución para construir un entorno que, aunque con elementos naturales, sigue siendo distinguidamente urbano, y de una clase acomodada. Fuera de tres o cuatro secuencias en la cinta, casi toda la acción se desarrolla dentro de los terrenos de la casona, que fueron grabados en locaciones tanto de la Ciudad de México como de la zona metropolitana, pero el equipo creativo logró combinar de manera creíble. Aunque la riqueza de los Ruvalcaba es evidente, la propiedad es antigua, lo que envuelve toda la cinta de una atmósfera tétrica, pero en la que cada sección tiene una identidad distintiva: el susto en el lago no es construido de la misma manera que en la iglesia derruida, o en la casa.
Uno de los mejores artificios para producir intriga es mantener a la audiencia en la ambigüedad si los acontecimientos son psicológicos o naturales, y por eso mismo considero que el elemento más débil del guion es la mitología que se intenta construir en el segundo acto, pues no sólo cae en un par de arquetipos, sino que ofrece respuestas que no eran necesarias para la trama (al menos en mi opinión, creo que el final sería más impactante si la historia de la estatua fuera mantenida vaga). La vaguedad en el trasfondo me parece que es muy efectivo en los personajes, pues el no dar muchos detalles sobre la muerte de la madre de Silvia y su comportamiento antes del inicio de la trama, hacen cuestionar su naturaleza (es inocente e incomprendida, como su institutriz quiere creer o perversa como afirma la servidumbre).
El trabajo actoral en esta producción es muy fuerte, particularmente en los actores infantiles que cargan con el peso de algunos de los momentos más fuertes. En un contraste con su papel en la cinta anterior del director, Marga López encarna a una protagonista que se apega al arquetipo de la institutriz, pero por lo tanto sirve como un excelente reflejo de la audiencia. Aunque el trabajo con la servidumbre, y el porqué son en su mayor parte perdonados por el elemento sobrenatural me parece poco explorado, los personajes del padre y la madrastra de Silvia reciben una caracterización atípica al no ser antagónicos en el sentido tradicional, sino que el desapego emocional afecta a ambos lados de la relación, y las ambiciones y emociones de ambos son desarrolladas a lo largo del metraje. Finalmente, creo que el personaje de Carlos (Monti) es el más memorable por su doble función: sirve como el elemento escéptico y disruptivo que busca explicaciones a los acontecimientos, pero su extraña fascinación por la estatua es el catalizador de los sustos mejor construidos.
Hablando del miedo, creo que la mayor fortaleza de Taboada es la mesura en la construcción de escenas, pues los muertos son pocos y la violencia es mínima (salvo el tercer acto). Por el contrario, antes del caos que desciende sobre los personajes en el clímax, el miedo es construido mediante dos artificios: la atención al detalle (flores pisadas, suelos mojados, un brazalete, un reptil) y el juego de sombras en la iluminación, en particular durante las escenas de noche, que dotan de un aura fantasmagórica a escenas cotidianas, pero sin ser explícita en las apariciones. Salvo un par de secuencias, la cinta está casi exenta de cortes abruptos, por lo que las tomas languidecen, regodeándose en la construcción de atmósfera que proporciona la fotografía para generar incertidumbre, pues es imposible predecir si y cuando algo va a suceder.
Me parece que una de las razones por las que la película fue controversial al momento del estreno es que no tiene reservas en meterse con estructuras prohibidas (niñas y perros, por ejemplo), además de hablar abiertamente de temas profanos. Sin embargo, para mí todos estos momentos a lo largo del metraje se caerían con un final tradicional, la desolación de la resolución, filmada de una manera satisfactoria por su carácter abrupto) es clave para que la estructura trágica de la historia funcione, y el terror generado de forma sutil a lo largo del metraje tenga relevancia temática.
La aparición antagónica en esta cinta no tiene un origen que genere empatía, como en Hasta el viento tiene miedo, ni sigue un retorcido sentido de justicia en contra de las víctimas como en Más negro que la noche y Veneno para las Hadas. Por el contrario, es un mal abstracto, del que defenderse es difícil y con el que no se puede negociar. Quizá sea por eso que El libro de piedra es, de la tetralogía, la que más miedo me ha dado desde joven y por qué, pese a que los remakes puedan haber enturbiado un poco la percepción del público en general, siempre la recomiendo como una prueba que el terror mexicano no tiene nada que envidiar al cine de los otros países.
Hasta el próximo encuentro....
Navegante del Clío
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