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El relojero de Córdoba

Emilio Carballido es el dramaturgo veracruzano más famoso en la actualidad, y una especie de héroe para la Universidad Veracruzana. Para acercarme un poco más a la obra del nombre del que tanto he escuchado por años, este verano me tomé el tiempo para leer un puñado de sus obras teatrales, y aunque no pude conectar con su trabajo tanto como hubiera deseado, uno de sus escritos resonó mucho conmigo.


Una comedia de enredos con tintes sorprendentemente oscuro, Martín, un relojero frustrado con su vida sentimental y profesional es enviado a una diligencia por su cuñado, pero tras cometer una indiscreción en una posada, es arrestado por robo y homicidio, acercándolo peligrosamente a la horca si el verdadero culpable no aparece. Con veintiún personajes acreditados en el reparto, pareciera que la trama está sobrecargada, pero muy pocos de ellos aparecen en más de dos o tres escenas, por lo que permiten que el mundo se sienta grande sin abrumar el escenario (aunque, en su contraparte negativo, algunos de ellos, como el cuñado, quien causó una excelente primera impresión, quedan tristemente abandonados),


Dividida en dos actos (o jornadas, como las nombra el autor), de siete escenas cada una, la acción transcurre en Córdoba y Orizaba, así como en el camino que las separa. En cuestión de estructura, la primera de las jornadas es mucho más humorística (el arresto no se da hasta la escena quinta), y su principal preocupación es la caracterización de Martin, El relojero pasa un poco a segundo plano en la segunda jornada, donde es en el magistrado Don Leandro (ausente en la primera parte) en quien recae el peso de la acción, pues es su responsabilidad hacer justicia. Por lo tanto, esta segunda parte, sin perder el tono irónico, retoma ciertos elementos del género del misterio, y la resolución del enigma me sorprendió, aunque estuvo bien planteado en retrospectiva.


La justicia es el elemento central de la obra, y la crítica que hace Carballido al sistema de justicia es aguda, pues incluso Don Leandro recurre a artimañas para desentrañar la verdad, y sus motivaciones y métodos no son del todo claros. Aunque la historia transcurre en el periodo colonial, y este contexto es importante para el trasfondo de algunos de los personajes, a nivel temático podría transcurrir en la actualidad, pues como los intereses pasionales y monetarios intervienen en la impartición de justicia son constantes universales. El uso de la muchedumbre, voluble y deseosa de entretenimiento es certero, y la utilización de dos ciegos para encarnar a la sociedad me pareció un recurso atinado. Sin embargo, creo que el mejor momento de crítica se encuentra en la primera jornada, cuando los burócratas encargados de las primeras averiguaciones sistemáticamente reducen con cada aparición la cantidad de oro mencionada en las actas, a fin de apropiarse del restante. Estos ladrones nunca son castigados, y dos víctimas, las dos partes del negocio frustrado, son ignorados, con lo que el final, aunque alegre en lo que concierne al personaje, no absuelve al sistema de justicia de sus arbitrariedades y deficiencias.


Las fuentes de humor son diversas, pero algo que se le debe reconocer a Carballido es que rara vez depende del malentendido súbito o de la comedia física. Por el contrario, hay un conocimiento profundo de los personajes, por lo que la mayor parte del elemento cómico proviene del mismo diálogo, que explora la frustración de unos, el absurdo de otros y la ambición de unos cuantos más, eligiendo las respuestas mordaces y las burlas tomando como prioridad que se ajusta más con la personalidad de los involucrados en cuestión. De estos, algunos anónimos como el justicia y el escribano son de los más efectivos, al ser más encarnaciones de la corrupción del sistema que personajes en sí mismos, mientras que de aquellos con nombre Diego (cuñado de Martín), Nuño (su amigo libertino y convenenciero) y en un rol menor el mesonero, tienen algunas de las mejores líneas. Dos personajes de los que en ningún momento el autor hace mofa son Leandro y Casilda (la mujer de Martín). Aunque públicamente es el primero el personaje que está diseñado para llevarse las ovaciones, como el célebre magistrado, el dramaturgo muestra de forma sutil que la única persona verdaderamente virtuosa, y el corazón de la obra, es la abnegada, leal y menospreciada mujer del relojero.


Cierro con una exploración del propio Martin, pues en su caracterización se encuentra la mejor lección de la obra: aunque ingenuo, imprudente y sin sentido común; el relojero es, en su núcleo, una buena persona, si bien la frustración lo ha vuelto insatisfecho y malagradecido. Su ruina, la razón de su arresto, es que se convence a sí mismo que los hombres exitosos a los que envidia lo son por su carácter ambicioso y sin escrúpulos, de ahí que, para impresionar a otros, inventa un crimen que resulta coincidir con un homicidio real. La obra conserva cierto realismo al dejar abierto el futuro de Martín, y no ofrecer una solución milagrosa a su situación económica, pero es clara al negar que la única vía para el éxito sea el del abuso y, a través de los padecimientos del relojero, mostrar que ser honesto con las virtudes propias, aunque no llevemos la vida que desearíamos, trae mejor fortuna que el fingir.



  • Título original: El relojero de Córdoba

  • Autor: Emilio Carballido

  • Año de publicación: 1960



Hasta el próximo encuentro....


Navegante del Clío

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