El tonel de amontillado
- raulgr98
- 17 oct 2023
- 3 Min. de lectura
¡Bienvenidos pasajeros! Tanto en El corazón delator como en El gato negro nos enfrentamos a cuentos desde la perspectiva del asesino, en el que confina el cuerpo detrás de paredes o el piso. Esta semana continuamos el mes de Edgar Allan Poe con su tercer relato de asesinos, que tiene la peculiaridad de abordar uno de los mayores temores de la época: ¿y si la víctima continúa con vida al ser ocultado el cuerpo?
Relativamente largo, el cuento encuentra en Montresor a uno de los protagonistas más interesantes de Poe, por lo frío y metódico de su psicología. En su confesión (cincuenta años después de los hechos), permanece ambiguo en cuanto al móvil (varias heridas y un insulto final nunca explicado), pero no está loco, sino que presenta los hechos de una manera calculada y premeditada, definiendo el crimen perfecto como uno en el que la víctima sepa que está siendo castigado, y el asesino quede impune. En ese sentido, el misterio no se encuentra en si el narrador tiene éxito (algo que confiesa en el primer párrafo), sino en desentrañar el método que va a ocupar.
El segundo personaje más importante es Fortunato, la víctima, y la decisión de Poe de disfrazarlo de bufón no es accidental, pues su condena es la ingenuidad en múltiples niveles: ser fanfarrón (pistas sutiles indican que no es verdaderamente un conocedor, sino sólo un ebrio), confiar en Montresor, embriagarse (otra crítica del cuentista a la adicción), burlarse de su asesino (al despreciarlo por no ser masón, irónico considerando que su asesino utilizará sus conocimientos de albañilería para acabar con él) y sobre todo su ego, pues el narrador lo atrae hacia la trampa que ha preparado poniendo en duda que es el mayor conocedor de vinos de la ciudad.
El hecho que Fortunato no tenga idea de sus supuestos agravios es prueba que son probablemente exagerados, sin embargo; en la conversación entre los dos hombres surgen algunos indicios: Fortunato es rico, pero no se dan indicios de provenir de una gran familia, mientras que Montresor proviene de linaje noble, pero su propiedad está descuidada. El primero está casado, mientras que el segundo cuenta con la única compañía de sirvientes. El primero es feliz, el segundo ha dejado de serlo, etc. por lo que la envidia y un sentido erróneo de "merecer" se pueden leer como posibles motivaciones, al ser los personajes paralelos (uno ascendió en estatus a la vez que el otro desciende). Sin embargo, en el cuento ambos se refieren al otro como "amigo mío" por lo que los límites de la supuesta rivalidad permanecen sin explicación.
De entre todos los cuentos de Poe, creo que este es el que tiene el mejor uso del espacio, pues la llegada a las catacumbas es mostrado como un descenso, similar a la caída a los infiernos. La descripción de la atmósfera, cada vez más oscura, húmeda y claustrofóbica, también ayuda a aumentar la tensión, pero le da al narrador una excusa para instar a su víctima a regresar (y así justificar su asesinato, pues "le dio una oportunidad" y en su ego insistió en continuar). Los muertos de la cripta no juegan un rol relevante, pero funcionan como un anticipo de lo que está por suceder; en un aire tan viciado como el cuerpo de Fortunato y la mente de Montresor. Cuando el asesinato finalmente comienza, se da de una manera sutil y orgánica, casi como una evolución natural del mismo espacio, una genialidad del autor.
La venganza es cruel, desproporcionada a la supuesta infracción, y su mejor representación visual está en el emblema de la familia Montresor: un pie aplastando una serpiente que lo muerde; bajo el lema "Nadie me ataca impunemente". Aunque la asunción inicial es que Montresor es el pie, haciendo justicia por los insultos de la serpiente, el blasón tiene un doble significado, en el que el narrador es la serpiente que tiende una trampa escondida a plena vista y envenena al incauto Fortunato.
Todo el cuento preserva la atmósfera gótica, pero el estilo macabro de Poe sale a relucir en un párrafo, cuando Fortunato recupera la sobriedad. Aunque las súplicas de uno y burlas del otro no son transcritas textualmente, las emociones narradas te ponen los nervios de punta al describir los alaridos y sombras como espectrales, casi sobrenaturales. Tras este párrafo, el cuento concluye volviendo a su estilo realista, pero tres enigmas permanecen: ¿la sensación que Montresor sintió fue por la humedad o remordimiento? ¿por qué Fortunato no respondió la última pregunta? Fortunato termina la historia en paz ¿Montresor lo está?
Título original: The cask of Amontillado
Autor: Edgar Allan Poe
Año de publicación: 1846
Hasta el próximo encuentro...
Navegante del Clío
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