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El viejo y el mar

¡Bienvenidos pasajeros! Esta semana decidí que las publicaciones servirán como una especie de remembranza u homenaje a mis vacaciones, como una especie de puente entre el descanso y el regreso a la rutina. Para comenzar, la sección de hoy versará sobre la novela más importante de Ernest Hemingway: El viejo y el mar.

 

Transcurriendo en Cuba (aunque hay evidencia para suponer que el protagonista es un migrante de las Islas Canarias), la novela corta (ochenta y siete páginas en mi edición) es el último trabajo importante publicado en vida del autor y sigue a Santiago, un anciano pescador que se embarca en un viaje a mar abierto para atrapar un enorme marlín. Aunque hay más personajes, que cobran relevancia simbólica (el niño Manolín, antiguo asistente del viejo como el más importante), gran parte de la narrativa es Santiago en la soledad, por lo que la fuerza dramática se debe recargar en su voz interior y en la caracterización del mar, el marlín y los otros animales.

 

Mis lectores más antiguos sabrán que siempre he tenido una fascinación por el océano, y esta novela es un buen ejemplo de porque me resulta tan cautivante: la inmensidad del horizonte puede ser la fuente de un terror existencial profundo, pero también hay una hermosura en él que no puedes sino respetar. El mar es capaz de terribles tormentas, pero también de una calma que es el nido de algunos de los mejores momentos de reflexión que he tenido en mi vida. El mar siempre me ha llamado desde niño, y en pocas páginas Santiago experimenta la bruma y la tempestad, el amanecer y la paz, descubriéndose a sí mismo en el proceso; y aunque nuestras experiencias son totalmente distintas, es uno de los personajes con los que he sentido más conexión.

 

El estilo de Hemingway es directo, lleno de oraciones simples con descripciones relativamente someras y un lenguaje muy fácil de comprender, lo que su contemporáneo Faulkner siempre le criticó. Sin embargo, esta aparente simpleza no significa que la noveleta esté carente de significado. El escritor norteamericano comúnmente toma inspiración de sus propias experiencias, o de relatos que oyó en sus viajes, pero las carga de metáforas y simbolismos. En el caso de esta obra, el marlín, los tiburones, los peces voladores y en particular los leones marinos (piezas claves de un final abierto) tomarán distintos significados para cada lector, y eso permite que una estructura en extremo sencilla funcione en varios niveles. A nivel simbólico, disfruté la exploración del sueño y la memoria, que se entremezclan en una narración que no es del todo confiable, así como las múltiples alusiones bíblicas (el pescador, el cargar el mástil sobre los hombros a manera de cruz, etc.) que le dan una atmósfera a la novela que casi roza con la fantasía gracias a las bellas imágenes que genera.


Santiago es un protagonista muy complejo, y contradictorio: tiene un conocimiento intuitivo de su oficio, pero a la vez tiene momentos de una ingenuidad difícil de creer; se lamenta del abuso en su contra pero es cruel con el devoto Manolín; venera al mar (tipificado como femenino), pero hace comentarios sexistas, etc. Los rasgos más consistentes de su caracterización son la soledad, pero también la fuerza de voluntad. El viejo pescador, obstinado y arrogante, dispuesto a lograr una tarea casi imposible pero temiendo que no se le reconozca me parece un buen ejemplo de la delicada salud mental del escritor en sus últimos años, aunque no pude encontrar paralelismos al estrés postraumático que caracteriza a muchos de sus otros protagonistas, quizá porque para Santiago la guerra es algo que vive activamente en su lucha con el pez, una de la que no puede escapar. Lamento las referencias al beisbol en la introducción de la novela, pues creo que el concepto de un hombre solitario luchando contra las fuerzas de la naturaleza sería aun más potente si fuera imposible determinar la temporalidad.


El viejo y el mar permanece conmigo porque me parece una de las mejores representaciones de la naturaleza humana, en sus aspectos tanto positivos como negativos: de Santiago es admirable su tenacidad y resistencia y valentía, pero al igual que él, muchas veces creemos que debemos enfrentar esta adversidad solos, y creyéndonos pescadores solitarios, víctimas del mundo, ignoramos e incluso apartamos la amistad y la lealtad de nuestro propio Manolín. Con riesgo de arruinarles la interpretación del final, me permito dejarlos con una última reflexión: quizá el fruto de la lucha no es el que esperamos, ni tengamos el reconocimiento que creemos merecer, pero eso no significa que la pelea tenga menos significado.



 

  • Título original: The Old Man and the sea

  • Autor: Ernest Hemingway

  • Año de publicación: 1952




Hasta el próximo encuentro...


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