Escuela de rock
- raulgr98
- 12 jun
- 4 Min. de lectura
¡Bienvenidos pasajeros! Cuando interactuo con la ficción, tengo muy poca tolerancia para personajes pedantes e irremediablemente ególatras, pero esa actitud ha provocado hace poco que se me acuse de ligera hipocresía, pues existen ocasiones en los que he conectado con personajes que comparten dicha caracterización. En lugar de desdeñar el comentario, me pregunté cuál es la diferencia, y aprovechando que esta semana he recordado el rol que jugó la música y el espectáculo en mi infancia, seleccioné una película que satisface ambos parámetros.
Escrita por Mike White y dirigida por Richard Linklater, la cinta de 2003 sigue a un músico narcisista (Jack Black) quien, desesperado por ingresos, suplanta la identidad de un amigo para convertirse en maestro de una preparatoria. A Black se unen en el elenco Joan Cusack (Roz Mullins), Sarah Silverman (Patty Di Marco) y el propio White (Ned Schneebly), a quienes se integra un elenco infantil que incluye a Miranda Cosgrove (Summer), Maryam Hassan (Tomika), Joey Gaydos Jr. (Zack), Kevin Clark (Freddy), Robert Tsai (Lawrence) y Rivkah Reyes (Katie), entre otros. Gozando de una excelente recepción crítica, se cuenta entre las comedias relacionadas con música más exitosas de todos los tiempos.
La dirección, como parte importante de la filmografía de Linklater, opta por una paleta de colores naturalista, construyendo una atmósfera urbana que roza con lo mundano. Esto tiene un efecto narrativo que no debe subestimarse, pues creo que la relativa esterilidad de la cinematografía es una buena metáfora del estado mental de los personajes, y es un contraste efectivo con el juego de luces del espectáculo final. En un director menos experimentado, la dirección habría tratado de emular la energía frenética del personaje principal, pero creo que la mesura detrás de cámara es fundamental para entender a Dewey como un agente disruptivo, y potenciar los arcos dramáticos.
Tratándose de una comedia, el sentido del humor es fundamental y creo que, salvo un chiste sobre groupies que nunca me ha gustado, ha envejecido sorprendentemente bien, gracias al timing cómico del elenco y la combinación de un humor un tanto cínico y grosero con momentos inspiradores, resultando en una experiencia de visualización que tiene colmillo pero no cruza límites.
Cerraré con el análisis del personaje principal, pero me quiero concentrar primero en los secundarios, pues me parece que la cinta se beneficia de un gran ensamble, que logra seguirle el ritmo a Jack Black sin imitar su estilo de comedia. Del elenco adulto, Joan Cusack se las ingenia para ser aún más divertida que el protagonista, muchos de los mejores chistes se originan con ella, pero también celebro la inclusión de los personajes de los padres más allá de obstáculos, o clichés de abuso y/o abandono, sino que les da un pequeño arco de crecimiento que no roba mucho foco, pero vuelve más redondo el clímax. El guionista, Mike White, es quizá el miembro más débil del elenco como actor, pero aún así logra dejar una buena impresión con un puñado de escenas memorables, mientras que la presencia antagónica del personaje de Sarah Silverman es fundamental para servir de contrapeso al de Jack Black, y que éste retenga la simpatía de la audiencia incluso en sus momentos de mayor egoísmo. Sin embargo, la película pertenece al elenco infantil, la mayoría de ellos desconocidos en ese entonces, pero que elevan toda la cinta. No sólo dominan bien sus instrumentos, sino que poseen buena presencia escénica, y aunque no todos reciben tanto foco, la dinámica con Black es el corazón de la cinta, y hay un alto grado de identificación con los principales de ellos, pues parten de arquetipos estudiantiles (la alumna modelo, el hijo de padre ausente, la niña insegura, etc.) pero expandidos en la medida de lo posible para hacerlos más tridimensionales, pues no son simples víctimas de la manipulación de Dewey, sino que tienen agencia dentro de la trama.
Tratándose de una película con elementos musicales, no podría haber triunfado sin un soundtrack efectivo, y aunque el estilo de rock que el personaje reverencía no es mi favorito, no puedo negar su impacto narrativo gracias a una combinación ecléctica de piezas tangenciales a la cultura popular con canciones emblemáticas para el público en general, así como una muy buena canción original. El resultado es una mezcla de sonidos estridente, casi abrumador, pero que de forma tan inesperada como el mismo guion, refuerza el tema central del poder de la música para crecer, redimirse y conectar con otros seres humanos.
Concluyendo con el cuestionamiento que detonó esta publicación, ¿qué vuelve a Dewey un personaje no sólo tolerable, sino entrañable cuando me cuesta soportar a muchos de una caracterización similar? No es por sus motivaciones, ya que la trama depende de ser enfático en sus fallas de carácter, y tampoco es un intento fallido de manipulación emocional, pues el guion está consciente de la inmoralidad de sus acciones iniciales, y las trata como tales; pero creo que sí podemos desentrañar tres claves: la primera, que siempre me ha parecido un poco injusta, pero no se puede negar, el actor elegido, puesto que Jack Black es de los comediantes más carismáticos de su generación, y tiene experiencia con este tipo de roles, lo que permite que algunos de los diálogos que en el papel harían al personaje en extremo irritante frente a cámara tengan otras dimensiones. La segunda es por completo responsabilidad del guion, y es que se toma su tiempo para que el personaje crezca de forma orgánica, no un desarrollo forzado justo antes del clímax. Es lógico que Dewey conecte poco a poco con los chicos, y acciones tempranas como darles roles en la banda incluso a aquellos que no tienen experiencia con instrumentos es clave para mostrar un lado más humano de su personalidad, que va creciendo hasta que se vuelve innegable que el personaje al final de la película es distinto al del inicio (sin sacrificar elementos de cohesión como su sentido del humor y su actitud hiperbólica). Finalmente, la tercera clave, que tras reflexionar creo que es en la que los otros personajes más fallan, es que una vez que se da la transformación al interior del personaje, aunque sufre los reveses de la trama, no sufre una regresión de caracterización, evitando así una de las muletas más frustrantes para mí en una historia: los personajes aprendiendo la misma lección y volviendo al punto de origen una y otra vez.
Hasta el próximo encuentro…
Navegante del Clío
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