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Escándalo en la Casa Blanca

¡Bienvenidos pasajeros! He cambiado de planes con respecto a mi cobertura de la elección. Pese a que como historiador me parece fascinante el uso de redes sociales y percepciones sobre la economía para influir en los votantes, descubrí que mi involucramiento emocional con las repercusiones globales es demasiado, y no puedo aún analizarlo de forma objetiva, por lo que he decidido cancelar la publicación planeada. Sin embargo, ya me conocen, incluso en mi frustración no puedo dejar pasar la oportunidad de conectar este espacio con la realidad, y recomiendo una película que me parece muy pertinente para la forma de hacer política en todo el mundo y en ambos lados del espectro político.


Escrita por Hilary Henkin y David Mamet, la cinta de 1997 dirigida por Barry Levinson sigue a un propagandista profesional y un productor de cines que unen fuerzas para crear un fenómeno mediático que distraiga de las controversias de un presidente en busca de la reelección. Protagonizada por Dustin Hoffman (Stanley Motss), Robert de Niro (Conrad Brean), Anne Heche (Winifred Ames), William H. Macy (Charles Young), Dennis Leary ("Fad king"), Willie Nelson (Johnny Dean), Andrea Martin (Liz Butsky), Kirsten Dunst (Tracy Limes) y Woody Harrelson (William Schumann), fue un éxito modesto en taquilla y gozó de buena recepción crítica, incluyendo dos nominaciones a los premios Oscar (Actor protagónico y guion original).


Experto en el trabajo con actores, la dirección de Levinson dota a la película por un lado de un ritmo rápido que funciona a la perfección con el tono del guion, pero con suficientes interacciones humanas para hacer creíble la historia pese a las extravagancias de los giros dramáticos. Aunque son claros los paralelismos a la presidencia de Bill Clinton, la película resalta de mantener la identidad y postura del presidente en una relativa ambigüedad, con el fin de que el comentario sea aplicable con independencia del partido, lo que mantiene el tema vigente.


Las actuaciones son absolutamente memorables, y todos los miembros del elenco secundario tienen al menos una secuencia para brillar, pese a su poco tiempo en pantalla, pero es la sensacional química entre Hoffman y De Niro la que encapsula el éxito de la cinta, el intercambio de diálogos agudos entre ambos es inteligente y energética, y la relación de amistad entre ambos es creíble, pero ambos intérpretes están conscientes de la ambición, ego e inmoralidad de sus personajes, para que el giro final de la cinta sea congruente con el resto de la cinta. El desenlace es una tragedia por donde se le vea, pero creo que es la conclusión necesaria para que el mensaje de la cinta triunfe, y los temas sobre la "facilidad" con la que se puede manipular a las masas impacte. Pese a eso, la experiencia de ver la película no es una pesada, pues cuenta con uno de los guiones más divertidos de los noventa: gracias a una habilidad para estirar los límites de la credibilidad, la audiencia es sometida a una montaña rusa emocional con cada giro de trama, en el que encuentra hilarante cada tropiezo del plan y se maravilla con las improvisaciones creativas de los protagonistas. Sin embargo, detrás de las risas hay un humor muy negro, pues los momentos de reflexión sobre cuantas veces nosotros mismos hemos sido víctimas de estrategias similares pueden ser bastante reveladores.


En esta ocasión no me centraré más en la trama, pues quiero que descubran cada giro por ustedes mismos, pero para hacer las cosas un poco diferentes, quiero enlistar algunos de los elementos empleados por el dúo protagónico, que he detectado en muchas campañas electorales alrededor del mundo:

  • Minimización de delitos sexuales.

  • Complicidad de la industria del entretenimiento para crear propaganda.

  • Demonizar una zona extranjera aprovechando la ignorancia del público sobre geografía e historia globales.

  • Uso de la guerra y el terrorismo como estrategias electorales.

  • Negociaciones corruptas de agencias de inteligencia y otras instituciones tanto con el régimen como con la oposición.

  • Creación y encumbramiento de héroes populares.

  • Uso de frases comunes y eslóganes apoyados en música e influencers.

  • Manipulación y recreación de la Historia.

  • Movilizaciones aparentemente populares y orgánicas alrededor de símbolos.

  • La migración como punto político.



Las últimas tomas de la película son un indicio que, dentro de la diégesis, la realidad ha comenzado a ajustarse a la ficción. Cierro preguntándoles a ustedes lectores, que tanto de esta sátira política se puede considerar hoy en día irreal y cuantas veces poderes fácticos de los que no nos percatamos han modificado nuestra percepción de verdad.





Hasta el próximo encuentro...


Navegante del Clío



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