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Excalibur*

¡Bienvenidos pasajeros! El día de hoy en esta semana de la fantasía la película que voy a comentar es una película no tan conocida, pero cuyo éxito hizo posible que los estudios vieran financieramente viable el género, convirtiéndose en un precursor de clásicos como el señor de los anillos y Harry Potter: Excalibur, de 1981.


Dirigida (y coescrita junto con Rospo Pallenberg) por Sir John Boorman, la cinta formó parte de un esfuerzo consciente del cine británico por recuperar parte de su tradición histórica e identidad nacional. En este caso, la película se rodó totalmente en Irlanda y ocupó a un equipo frente y detrás de cámaras compuesto enteramente por habitantes del Reino Unido. El elenco está protagonizado por Nigel Terry (Arturo), Helen Mirren (Morgana), Nicholas Clay (Lancelot), Cherie Lunghi (Ginebra), Paul Geoffrey (Percival) y Nicol Williamson (Merlín), siendo también conocida por introducir en papeles menores a intérpretes que más tarde ganarían notoriedad como Patrick Stewart y Liam Neeson.


Aunque probablemente ya no sostengan bajo una mirada contemporánea, los efectos especiales fueron revolucionarios en su época, sobre todo por la dirección que mueve la cámara de tal manera que la magia produzca una extraña mezcla de fascinación y horror. La música también me parece muy interesante, pues aunque hay una banda sonora original de Trevor Jones, en muchas de las mejores escenas se usan piezas de Richard Wagner y Carl Orff, que ayudan a darle más peso y gravedad a las escenas que lo requieren, particularmente las batallas y giros de trama. El elenco hace un muy buen trabajo con sus personajes, queriendo destacar la complejidad moral que se le da al triángulo amoroso de Arturo, Lancelot y Ginebra, en la que puedes entender las motivaciones de cada uno. Nigel Terry en particular (gracias a un brillante equipo de maquillistas) sorprende al interpretar al Rey Arturo toda la cinta, desde su adolescencia hasta su vejez, mientras que Helen Mirren claramente disfruta su rol de villana (quizá el único personaje en el que hubiera hecho falta más profundidad), siendo sin embargo el mejor actor Nicol Williamson, quien en muchos sentidos convierte a su Merlín en el arquetipo del mago: sabio pero también temible, cuya misma voz encarna poder y respeto, pero con un toque de locura. Finalmente, entre los aspectos técnicos debo señalar el diseño de producción, pues los sets, armaduras y vestuarios se combinan a la perfección con locaciones naturales y una violenta coreografía de batallas para recrear la brutalidad de la verdadera Edad Media temprana pero agregándole un toque de magia que no interrumpe el tono serio (y a la vez esperanzador) de la cinta.


Aunque triunfó en taquilla, al momento de su estreno la recepción crítica de la película fue más bien mixta, con muchos expertos criticándola por ser dispersa y confusa. Esto se debe a los objetivos de los realizadores: con Excalibur, Boorman se buscó concentrar todo el ciclo artúrico en una sola película, para que hubiera un referente cinematográfico de quizá la leyenda más importante de las islas bretonas y que ha ido evolucionando con la historia misma de la región (la magia de Merlín es celta en su origen, el Grial refleja la posterior conversión al cristianismo, hay referencias visuales a romanos y nórdicos, mientras que personajes como Lancelot son de clara influencia normanda y francesa). Se podría decir que la película quizá fue demasiado ambiciosa para su propio bien, pero me parece importante señalar que aunque quizá no termine de cuajar como obra cinematográfica, logró su cometido pues se convirtió en referente mundial no sólo del género de fantasía sino en el imaginario que formó la sociedad de la leyenda artúrica, pues algunas de las decisiones que tomó la cinta (convertir a Morgana en villana al combinarla con el personaje de Morgause de la leyenda original) se convirtieron en canónicas y fueron replicadas en cine, televisión y literatura en los años siguientes.


Concluyo con una reflexión final. Aquellos a los que no les gusta el género de la fantasía comúnmente recurren como argumento el afirmar que los "inventos mágicos" de los autores carecen de importancia pues es imposible tomarse la historia en serio al claramente no poder existir en el mundo real. Excalibur y el ciclo artúrico en su conjunto prueban este argumento equivocado desde dos ángulos: en primer lugar, la fantasía del rey Arturo que se ha contado a través de poemas, novelas y películas no es del todo una invención de los autores, sino que recupera mitología de las culturas originales de la región y figuras semihistóricas que se transmitieron a través de la historia oral. Por otro lado, incluso si supusiéramos que Arturo, Merlín, Ginebra y compañía surgieran exclusivamente de la ficción de un hombre o mujer olvidado por el tiempo, es innegable que estas historias fueron fundamentales para la identidad de muchos británicos, fuente de legitimación de varios de sus gobiernos, y tomadas como verdad por las sociedades medievales y premodernas, con lo que la fantasía no sólo fue incorporada a la Historia, sino que en muchos sentidos fue clave para modificarla.


Hasta el próximo encuentro....


Navegante del Clío


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