top of page

Fahrenheit 451

¡Bienvenidos pasajeros! Esta semana volvemos a la distopía con uno de los pilares del género, que se enfoca en el elemento cultural como herramienta de control: Farenheit 451, titulado así por la temperatura a la que el papel arde. Aunque publicada en 1953, hay muy pocas pistas sobre la temporalidad de la narrativa (es, cuando menos, la segunda década del siglo XXI), con lo que mantiene con facilidad su vigencia (gracia a que, aunque fue escrito durante el Macartismo y hay fuertes tendencias antisoviéticas, no son tantas para que la ideología del escritor limite la narrativa).


Una de las mayores fortalezas de Ray Bradbury como narrador es su facilidad para crear conceptos, con potencial para volverse icónicos al instante. En este caso, bomberos quemando libros es una imagen mental poderosa que detona la reflexión. El fuego como elemento a la vez bello y destructivo es la metáfora que sirve como hilo conductor, pero quiero recalcar que la novela sobrepasa los límites de este concepto y explora una multitud de temas. En una estructura dividida en tres partes, lo que permite un arco de personaje muy bien organizado, hay ciertos elementos predictivos en la trama (las pantallas planas pegadas a pared es quizá la más comentada), y la amenaza de una guerra se contrasta con la existencia superficial de los personajes.


El libro no es perfecto, aunque no sé si la responsabilidad de mi principal crítica recae en el autor, en la edición o en la traducción: creo que aunque Bradbury es excelente para crear pasajes individuales, le falta un poco de cohesión a su construcción del mundo, muchos elementos son dejados a la imaginación del lector, hay pasajes que son introducidos de la nada y abandonados con la misma rapidez (como la adicción de Mildred) y algunos elementos, en un afán de sorprender, no tienen la mejor construcción (es difícil determinar cuando comienza la transformación de Montague, pues a media novela se introduce una colección relativamente extensa de libros, y el trasfondo del profesor es dado sólo unos párrafos antes de su introducción). En ese mismo sentido, creo que la descripción de Bradbury podría haber sido más extensa, pero esto último se compensa por la decisión de comunicar temas a partir del diálogo, y sobre todo de la acción (la escena en la casa de la anciana es brutal en ese sentido).


Uno de los elementos que más me llamó la atención de la distopía es que, para los personajes, nuestro presente no se percibe como un pasado lejano (los libros se comenzaron a prohibir unos cuarenta años atrás). De esta manera, casi todos los personajes aún recuerdan el "viejo mundo"; lo que cumple dos propósitos: es necesaria mena exposición, y el lector se ve aterrorizado por lo rápido que una sociedad puede aceptar cambios radicales bajo un gobierno con tendencias totalitarias. Los personajes representan las distintas reacciones al régimen (Clarisse es el activismo juvenil, bienintencionado pero imprudente; Millie es la conformación, Montag es el despertar social de un antiguo cómplice), pero son dos personajes los que se quedan conmigo, incluso más que el propio protagonista: Faber, que representa la cobardía e impotencia de los intelectuales que se muestran lentos al actuar contra los peligros potenciales, y el capitán Beatty, un excelente villano, con más capas de las que aparenta al inicio, pues entiende la realidad social y aun así forma parte activa del mecanismo de represión, siendo su última escena otro de los pasajes más memorables de la novela.


Aunque los libros son el eje central de la novela, Bradbury hace énfasis en que lo que está en peligro es la cultura en general, de la que el libro es sólo un receptáculo, explicándose que el mismo valor se puede encontrar en la música, la reflexión interna, e incluso el cine (con esto, Bradbury refuerza mi afirmación que no hay medio malo, y que todo tiene el potencial de enriquecer el conocimiento). En ese sentido, el uso de la televisión y la prensa no sólo como propaganda sino como distractor es clave, y los temas que se introducen en la segunda mitad como la denuncia ciudadana y la salud mental son adiciones interesantes, como lo es un sutil comentario ecológico (hay un desprecio latente por la ciudad) y una celebración de la vida comunitaria. No hay una explicación a detalle de cómo el mundo de Fahrenheit 451 llegó a ser como es, pero para mí, la mejor escena de todo el libro es el monólogo de Beatty, poderoso pues muestra como se puede racionalizar la censura y la opresión, codificar todo un nuevo sistema de valores: que los bomberos sean en mayor medida sólo un espectáculo, pues la gente dejó de leer sola, es un golpe de realidad brutal que remite a la facilidad con la que, en aras de estabilidad, la gente es capaz de entregar gustoso sus libertades.


Cierro con dos ideas. Si bien la memoria juega un rol clave para dar cierta esperanza en un desenlace agridulce, creo que el papel más relevante del concepto es en la subtrama romántica: Montag es incapaz de recordar muchas cosas de su relación Millie, pero se ancla a la memoria de sus interacciones con Clarisse, qué tanto del sentido de verdad de nuestras relaciones depende de la reconstrucción que hagamos de ellas en nuestra memoria, y la necesidad de afianzar la interacción de forma activa son reflexiones fascinantes, en estrecha correlación con la generación de conocimiento. La otra, a la que algún día me gustaría dedicarle un texto completo, es el análisis de los libros que Bradbury decide salvar de las flamas a través de la voz de sus personajes: no sólo es literatura, sino filosofía, teatro, ciencia política y derecho; aunque todos son hombres, y la inmensa mayoría es occidental, hay una variedad sorprendente en ideas y contenido, en el que Confucio y Platón van de la mano, Darwin y Schopenhauer coexisten con los evangelios, y Marco Aurelio, Jefferson y Gandhi están en comunicación. El énfasis, tanto narrativo como temático, que se le da al rescate de la Biblia, es también interesante.


Tras un inicio metódico, el desenlace de la novela adquiere tintes de thriller de acción, lo que quizá haya facilitado su adaptación al cine. Aunque algunos ven estas adaptaciones como sacrilegio (Bradbury no era uno de ellos), creo que este es un material que vale la pena preservarse. Quizá el internet haya disminuido el peligro de una eliminación sistemática de la cultura, pero la sobreabundancia de contenido y la disminución en el tiempo de atención son amenazas nuevas. En momentos de inestabilidad, dónde la polarización es cada vez mayor y los extremos se alzan con el poder en todo el mundo, recordar los elementos que nos vuelven un comunidad son más importantes que nunca.


  • Título original: Fahrenheit 451

  • Autor: Ray Bradbury

  • Año de publicación: 1953






Hasta el próximo encuentro...


Navegante del Clío




Entradas recientes

Ver todo
La travesía del viajero del alba

¡Bienvenidos pasajeros! Por problemas logísticos de la semana pasada, me resultó imposible tener listas reseñas para hoy, pero decidí adelantarles nuestra exploración de las crónicas de Narnia; con el

 
 
 
El príncipe Caspian

¡Bienvenidos pasajeros! El martes pasado iniciamos el especial de fin de año, un recorrido por una de las sagas de fantasía más famosas de la literatura del siglo XX. En esta ocasión, continuamos con

 
 
 
El león, la bruja y el ropero

¡Bienvenidos pasajeros! Durante dos de los tres años de Navegante del Clío, dediqué las últimas semanas del año ha hablar de series famosas de literatura fantástica. Como no sé si este año me tomaré l

 
 
 

1 comentario


raul221063
10 ago 2024

¡Que complejo!

Me gusta
bottom of page