Falsa crónica de Juana la loca
- raulgr98
- 22 jul
- 4 Min. de lectura
¡Bienvenidos pasajeros! Como bien saben, de niño me dediqué mucho al teatro, y tampoco he ocultado que la ficción histórica es una de mis grandes pasiones, no como sustitución del rigor de la disciplina, sino como una puerta de entrada para profundizar en la comprensión del pasado. La Historia siempre fue mi materia favorita, desde la primaria, pero he de confesar que al principio gravitaba por un lado hacía historia de México, y por el otro hacía mitologías antiguas. Sin embargo, en algún momento, quizá inspirado por historias de fantasía, cambié el enfoque a las monarquías europeas, sobre las que me dediqué a recopilar cada vez más información, en un afán que rozaba lo enciclopédico. El jueves compartiré con ustedes un poco más de esta fase mía, pero hoy quiero concentrarme en una anécdota de secundaria: uno de los recuerdos más claros que tengo es el de realizar junto con mi grupo una lectura dramatizada que combinaba teatro e Historia, una obra alrededor de la reina Juana de Castilla, apodada la Loca. Por meses he intentado rastrear dicha obra, pues hay más de una que aborda este fascinante personaje, pero ayer por la noche por fin pude encontrar aquella que vivía en mi memoria, y que les vengo a compartir hoy tras una rápida relectura.
Estructurada casi como un monólogo (pues todos los personajes hablan con una voz poética similar), la obra de un acto (dividido en nueve escenas) ocurre en un espacio onírico que desafía las concepciones simultáneas del tiempo. En un intento de reflejar la realidad alterada de su protagonista, el montaje transcurre simultáneamente en la procesión nupcial de Felipe (marido de Juana) y los momentos finales de la propia reina, casi cincuenta años después. A nivel temático, gracias a la presencia de elementos sobrenaturales bien incorporados, la obra logra hilvanar una exploración profunda de la locura y el amor, que el dramaturgo asocia una con la otra (a veces como similares, la mayoría de las veces como opuestas), así como el poder y la muerte. Aunque la obra pertenece inequívocamente al género dramático, tiene tintes que casi llegan a lo novelesco (la primera escena es llamada prólogo, por ejemplo), siendo el principal extensas y específicas acotaciones que contribuyen a, incluso en forma escrita, construir un mundo tan vívido como surrealista.
Ambiciosa en su envergadura, y creativa en su montaje (hay instrucciones muy claras para el vestuario y la escenografía, pero con suficiente libertad para que la producción maniobre), en cuestión del recurso humano la obra aprovecha al máximo un elenco pequeño: casi toda la narrativa consiste en diálogos entre Juana y la enana Mariana (inspirada en las Meninas de Velázquez), con los únicos otros cinco actores principales interpretando un personaje histórico clave (sus padres, Fernando e Isabel; su esposo Felipe, su hijo Carlos y su confesor el cardenal Cisneros), pero estando diseñadas sus entradas y salidas para permitirles asumir otros roles más propios de la fantasía (la muerte, la hechicera, etc.). El otro recurso del autor es un coro extenso, presentado como los monjes de la procesión, pero que pueden asumir cualquier otro rol que la producción requiera (soldados, cortesanos, fantasmas, entre otros), y que combinan elementos tanto clásicos (su función de narradores de la historia) como contemporáneos (interactuando con los actores). El libreto está planteado para que no haya diálogo o interacción al que Juana no tenga una respuesta, sea ésta pasiva o activa, lo que permite introducir la duda de si no acaso toda la obra se trata de un delirio unipersonal.
Desde un punto de vista historiográfico, el propio escritor reconoce en su introducción que su narrativa de ninguna manera puede considerarse un relato verídico, pues va contra las fuentes tradicionales (de ahí lo “falsa” en el título). De hecho, mi mayor crítica con la historia, sobre todo en relectura, es que su perspectiva del proceso de colonización me parece burdo y reduccionista, con conclusiones apresuradas. Sin embargo, muchos de los hechos de la vida de Juana sí tienen una base firme en la realidad, y la compleja exploración psicológica de los personajes mediante licencias creativas, centradas en la vida íntima, es una de las principales ventajas que tiene la literatura sobre la Historia. Más allá de estas libertades creativas, la ficción logra cohesión y congruencia interna, y como mencioné en la introducción, tiene suficientes bases en la realidad para despertar la curiosidad del lector o espectador, e incitarlo a continuar la exploración del periodo y los personajes.
Pese a que la estructura pretendía ser subversiva, al menos para la época, la atmósfera de la narrativa es exitosa porque recurre a elementos clásicos que la anclan en el contexto de la historia. El principal es el diálogo, escrito en verso y que emula el estilo de composición del Siglo de Oro Español, pero adaptado a una forma más accesible. El otro gran ejemplo, que me parece uno de los más interesantes en análisis literario, es el de Mariana como contrapeso de la protagonista, pues toma inspiraciones notorias del arquetipo shakespereano del bufón enano, con paralelismos fascinantes con el Rey Lear. Sin embargo, la obra se niega a ubicarse en las categorías clásicas de tragedia y comedia, sobre todo tomando en consideración un final agridulce que está más a gusto con el melodrama televisivo que con el teatro clásico del que la época toma inspiración.
Concluyo con una realización que encuentro irónica y es que pese a afirmar el dramaturgo en su introducción que su propuesta es opuesta a la historiografía, la perspectiva de género que aporta a la historia de Juana, en la que deconstruye su supuesta locura como una victimización por parte de un padre ambicioso, un marido cruel y un hijo indiferente, es la lectura que la mayoría de los historiadores han dado durante la última década. Hay ocasiones en las que el arte precede al consenso académico.
Título original: Falsa crónica de Juana la loca
Autor: Miguel Sabido
Año de publicación: 1983
Hasta el próximo encuentro…
Navegante del Clío
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