Hasta el ser más despreciable de la Creación
- raulgr98
- 28 feb
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Actual Arabia Saudita, mayo del 622
Dos peregrinos salieron de la Meca con los primeros rayos de luz, tomando el camino al oasis de Medina, con la esperanza frente a ellos y la muerte a sus espaldas. Salían expulsados de su hogar, en busca de un lugar donde su fe fuera bien recibida. Eran los líderes de una caravana, de más de setenta hombres y mujeres pero ellos, los líderes, eran los últimos que permanecían en la ciudad. ¿Tenían acaso derecho a llamarse líderes? se preguntaron más de una vez, pues habían decidido no guiar la comitiva como los profetas de antaño. Pero pese a las tensiones con los Quraysh, que no veían con buenos ojos el movimiento, habían permanecido hasta el final, para vigilar la salida y animar a aquellos que aún dudaban del viaje.
Habían esperado con su familia, que había decidido quedarse, tanto como habían podido, pero aunque sus corazones permanecerían en Meca, había llegado el momento de partir. Un ángel se le había aparecido en sueños al profeta, y le había susurrado: “El odio que Abu Jahl, a quien llamaste amigo, es demasiado grande. Sal de la ciudad cuando salga el sol, pues ha planeado matarte en el ocaso”. Así, con lágrimas en los ojos, el líder de la nueva fe se reunió antes del alba con los dos únicos seguidores que le quedaban: uno lo acompañaría en el viaje; el otro, el valiente Ali, se quedaría en la cama del profeta para distraer a los asesinos. El mismo ángel había asegurado que si se cubría con una capa verde, la muerte no llegaría esa noche por Ali, pero aún así el profeta se despidió de su amigo con gran dolor, sin saber aún si volvería a verlo.
Así fue como los dos viajeros, últimos en iniciar la Hijrah, salieron de la Meca, a enfrentar la inclemencia del desierto, pero confiando en que Dios los protegería en el camino. Y así fue, durante casi una hora, pero en el instante mismo en que se sintieron seguros bajo la sombra de la montaña de Jabal Thawr, escucharon el inconfundible estruendo del galopar de media centena de caballos azuzados por látigos. Por primera vez desde que abandonaron su hogar, los dos compañeros miraron hacia atrás, y la polvareda de sus perseguidores, ávidos de sangre, cubría el horizonte mismo.
Años después no sabrían si había sido la voluntad de Dios, la voluntad de llevar a buen término la misión, o el temor por sus propias vidas; pero de alguna manera encontraron en ellos la fuerza para correr montaña arriba, y sus pies no encontraron descanso hasta que ambos se hallaron en la entrada de una estrecha cueva. Y en las arrugadas paredes de piedra, el profeta sintió como muchos ojos lo observaban, y grande fue su horror cuando vio que aquel refugio tenía ya ocupante: un horripilante monstruo de piel oscura y fría, una infinidad de ojos negros, y ocho largos y delgados brazos. A punto de gritar por el miedo y el asco, el profeta alzó la mano para abatir a la criatura, pero su compañero detuvo el brazo asesino.
—No. La vida es sagrada, tú nos lo has enseñado.
— ¿No creeras acaso que eso posee alma alguna? Mira lo grotesco de su forma, parece una encarnación del mal. Es la criatura más horrenda y despreciable sobre esta tierra.
—Lo es, pero forma parte del diseño de la creación. Él la hizo por algún motivo.
El profeta no quiso discutir más, pero mirando fijo la pared, supo que no podría dormir dándole la espalda a aquel ser tan grotesco. No entendía como el diseño del universo podía incluir algo tan feo, tan aterrador. Tan concentrado estaba en observar a la criatura, que cuando se percató de las voces de sus perseguidores, escalando la montaña, comprendió que era demasiado tarde para huir. Pero si permanecían ahí, sólo era cuestión de tiempo para que los encontraran. Entonces fue cuando el profeta se acuclilló en el suelo y, casi besando la tierra y el polvo, rezó.
—Alá, todopoderoso señor mío, si tu voluntad es que hoy encontremos la muerte a manos de los Quraysh, aceptaré tu voluntad, pero creo en Ti, y en la misión que me has encomendado. No por mí, sino por tus siervos a los que la palabra no ha llegado, te suplico me ayudes a librarme de quienes me persiguen.
La tierra no tembló, ni el cielo se abrió, ni el profeta escuchó una respuesta en el viento, pero ante sus incrédulos ojos, el monstruo al que por poco había abatido extendió sus largas patas y comenzó a tejer. No era la primera vez que el peregrino veía a aquellas criaturas actuar, pero ésta en particular se entregaba a su arte con una celeridad que el hombre no había visto nunca, como si fuera otra voluntad la que la moviera. En lo que parecieron menos de diez minutos, una estrecha red blanca cubría la totalidad de la entrada de la cueva, y la humilde araña regresó a su lugar de reposo segundos antes de que hombres con las espadas desenvainadas se colocaran frente al refugio del profeta.
— ¡Encuéntrenlos! No me importa que tengan que levantar todas las piedras de esta montaña.
— ¿Empezamos con la cueva, mi señor?
El líder se aproximó a la entrada de la gruta, tan cerca que el profeta podía oler el sudor en su frente, ahogándose bajo el calor del desierto en su armadura; y contuvo la respiración, pues no entendía como la milagrosa obra de la criatura podría salvarlos. No hasta que su perseguidor dijo:
—No sea ingenuo, ¿qué acaso no ve la tela de araña que cubre la entrada? Esas criaturas tan repugnantes no son capaces de trabajar tan rápido, si los herejes estuvieran aquí, la seda estaría deshecha.
Los dos peregrinos permanecerían tres días más en la cueva antes de continuar su viaje, pero fue aquella mañana en la que Mahoma y Abu Bakr salvaron la vida, el día en que aprendieron una gran lección por la que durante más de mil años sus seguidores han respetado a la humilde araña: no hay accidentes en la creación, y hasta la más repulsiva de las criaturas fue hecha con un propósito indescifrable.
¡Bienvenidos pasajeros! Alguna vez alguien me preguntó porque escogerían a la araña, criatura que provoca reacciones tan adversas en mucha gente, para representar a un superhéroe; como respuesta me dediqué a rastrear mitos que trataran a la criatura como algo más que un monstruo repulsivo. Siendo honesto, la primera vez que me contaron la historia que les relato el día de hoy, fue una adaptación católica, con el futuro Rey David huyendo de Saúl. Sin embargo, no pude encontrar un texto original que respaldara esa versión, parece que surgió en la Edad Media tardía, mientras que la versión islamica se ha transmitido en la tradición oral desde los orígenes de la religión, por lo que fue la que decidí contarles hoy.
Hasta el próximo encuentro…
Navegante del Clío
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