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Historia después de cenar

¡Bienvenidos pasajeros! El fin de semana tuve la idea de dedicar esta semana a Alfred Hitchcock, uno de los directores icónicos que no he cubierto en este espacio. Tras pensar en cómo incorporar las otras secciones a este propósito, descubrí que La ventana indiscreta es una adaptación de una historia de William Irish, y buscando la antología que la contiene (de 1944), me cautivó otro de sus relatos, que nunca ha sido adaptado al cine o la televisión pero que cumple con las características de un thriller del director.


De menos de veinte páginas, Historia después de cenar me parece un buen ejemplo de la carrera de Irish, quizá el autor de literatura negra más prolífico de Estados Unidos. Uno de los elementos que debe contener una buena historia de misterio es un concepto novedoso que sirva de gancho para el lector. En este caso, el planteamiento es el siguiente: siete hombres quedan atrapados en un accidente de elevador, muriendo uno por el choque. Los seis sobrevivientes comienzan a conversar, pero para cuando llega el equipo de rescate, otro más ha fallecido, este por un disparo que nadie escuchó. Un año después de la tragedia, el padre del occiso invita a los cinco sospechosos a cenar, en un intento de desentrañar el caso.


El estilo de Cornell Woolrich (nombre real del escritor) es uno muy lírico, lleno de descripciones que permiten recrear una atmósfera completa, cargada de simbolismo (por ejemplo, la primera oración indica que el narrador sube al elevador en el piso trece, marcando de esta manera el tono con una superstición). McKenzie, el narrador, es uno de los cinco sospechosos, el único del que sabemos su inocencia, pero no es un detective tradicional. Aunque es un personaje observador, que se percata de los indicios que pueden ayudar al lector a resolver la intriga, su poca familiaridad con los personajes y una capacidad de análisis poco desarrollada le impiden armar el rompecabezas. De esta manera, el lector también recibe información parcial. y está a la expectativa de los nuevos descubrimientos.


Los personajes reciben muy poca caracterización (en algunos su profesión, en otros algún objeto que carga), pero la suficiente para poder ser distinguidos unos de otros, sobre todo por un excelente uso del aspecto físico para generar prejuicios en el narrador, y por lo tanto en el lector (mismos que son desmentidos durante el propio accidente, invitando al espectador a replantearse sus opiniones iniciales). El motivo del accidente de elevador nunca es explicado, pues es sólo un recurso dramático, pero uno efectivo pues no sólo confina a los personajes, sino que los obliga a interactuar. Es un misterio que se cocina de forma relativamente lenta (el asesinato no se produce hasta la página siete de veinte, y no salen del elevador hasta la nueve), con una investigación que se realiza casi por completo (salvo por un interrogatorio), fuera de cámara.


Sin embargo, por mucho el momento más icónico del relato, que le da título, son las últimas seis páginas, y por cautivante que haya sido el detonante inicial, la resolución es una mayor muestra de maestría. En la recta final, Woolrich subvierte la estructura del misterio al presentar una investigación ya resuelta, sin decir el cómo se llegó a la solución: el doliente padre ha encontrado al asesino y, tras servir a cada uno de los hombres un plato diferente, revela que uno de ellos está envenenado y, poniendo el antídoto al alcance de todos, planea obligarlo a escoger entre la confesión y la muerte. Esas últimas páginas están cargadas de tensión, pues el estilo narrativo, cargado de miedos y delirios, junto con la falta de respuestas, le hace a los personajes y al lector preguntarse si acaso el anciano está equivocado, y envenenó a un inocente por accidente, aumentando la tentación de un paranoico libre de culpa de beber el antídoto por su propia seguridad, pese a no ser un asesino. La resolución final, que no revelaré aquí, es una muy astuta que ha sido replicada por relatos y películas durante todo el siglo XX, y que se ha convertido casi en un arquetipo del género.


Queridos lectores, esta es la primera recomendación que me fue imposible encontrar en español, si alguien encuentra una edición en nuestro idioma, le agradecería mucho que la compartiera. Para quienes no le tengan miedo al inglés, este relato es sólo uno de seis de la antología virtual, una experiencia inolvidable para quienes disfruten el misterio.


  • Título original: After-dinner story

  • Autor: William Irish (pseudónimo de Cornell Woolrich)

  • Año de publicación: 1938






Hasta el próximo encuentro...


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