La ciudad y los perros
- raulgr98
- 5 mar 2024
- 4 Min. de lectura
¡Bienvenidos pasajeros! De los cuatro autores del boom latinoamericano, por mucho el que menos había leído era a Mario Vargas Llosa. El mes pasado, un amigo me prestó la que muchos consideran su mejor novela, y uno de los principales pilares de su Nobel.
La ciudad y los perros transcurre en la Lima de los años 50, y sigue en su primera parte las vidas cruzadas de un grupo de cadetes del Colegio Militar Leoncio Prado (supuestamente inspirada en vivencias del propio escritor, lo que causó polémica en su tiempo). Cuando una tragedia acontece a mitad de la novela, la reputación del colegio y la moralidad de los personajes se ve puesta a prueba.
Inicio diciendo la que es para mí la principal crítica a esta novela, y es la decisión de tener dos personajes que narren en primera persona, cuando todos los otros puntos de vista están trabajados en tercera persona. Entiendo que esto le da variedad al estilo, desde mi punto de vista el misterio sobre el narrador anónimo, construido gracias al uso de la primera persona, pierde presencia si también se utiliza este estilo para darle voz al Boa, que no dice nada que una tercera persona no pudiera comunicar.
En cuestión de estilo, lo que más recalco de la novela es el manejo del tiempo, pues Vargas Llosa logra entremezclar el pasado y el presente de los personajes muchas veces en una sola acción (jugando de este modo con lo surrealista). Esto, junto con la tardía identificación de los narradores, puede hacer la lectura de los primeros pasajes un poco confusa, pero me parece que enriquece la narrativa al ser una demostración estética del conflicto de identidad que experimentan los cadetes (no son los mismos dentro y fuera del colegio, antes y después de él). Otro gran acierto es las narrativas entremezcladas, saltando de perspectiva dentro de un mismo capítulo, pues esto permite generar intriga en las pequeñas acciones de los personajes mientras se construye de forma metódica la acción que marcaría la segunda mitad.
La novela cuenta con muchas referencias específicas a la ciudad de Lima, pero nunca sentí que mi desconocimiento de la geografía urbana afectara mi comprensión de la narrativa, pues Vargas Llosa le da vida a los distintos barrios de los personajes a través de la contextualización y equiparación con las respectivas personalidades, sobre todo en contraste con la atmósfera opresiva con la que construye el Leoncio Prado. Hay varias metáforas a lo largo de los ocho capítulo, sobre todo con las observaciones que hacen del entorno los distintos narradores, y en ese sentido creo que los perros (en especial la Malpapeada) son los mejor construidos, con muchas posibles aristas. Sin embargo, La ciudad y los perros va más allá de Lima, pues hay muchas sutilezas en la construcción del mundo a través de los insultos y prejuicios de los personajes, que revelan una complejidad social, racial y política que rara vez es explícita.
En cuanto a los temas de la novela, el más evidente es una denuncia a la brutalidad militar, el trauma y cómo afecta el desarrollo de los jóvenes, pero al autor es evidente al mostrar que en la mayoría de los casos estos conflictos tienen su origen en la toxicidad del sistema familiar, sobre todo la ausencia o violencia de las figuras paternas. Aunque la denuncia a la corrupción en el ejército y la hipocresía de instituciones como el clero es clara, también hay una condena de los jóvenes vagos, los vicios, la homosexualidad y la delincuencia, que en conjunto con la conclusión de la novela (esperanzadora pese a mostrar la toxicidad del Colegio) dan un vistazo al conservadurismo que marcaría a Mario Vargas Llosa décadas después. Más allá de la violencia, la fragilidad de la jerarquía de poder (en el hogar, en el barrio, en el ejército, entre los oficiales y entre los cadetes) me parece uno menos discutido, pero mucho más interesante, que se complementa con la exploración psicológica de los personajes, la importancia de la reputación, las máscaras y el honor, que empalma muy bien con el entorno militar. Por desgracia, los personajes femeninos de la novela son sumamente planos, marcados como entes sexuales, figuras maternas u objetos de deseo, vehículos para explorar de forma explícita los temas secundarios del erotismo y los límites entre amor y violencia.
Por otra parte, sin lugar a duda la mayor fortaleza de la novela es la construcción de personajes, todos polifacéticos y memorables, con una increíble diversidad en trasfondo y valores, lo cual es un nicho de oportunidad ideal para el conflicto. Dos de las estrategias más efectivas para construir a este grupo en particular fue por un lado un negro sentido del humor con mucha chispa, y por el otro lado el que casi todos los personajes, pero sobre todo los jóvenes, tengan apodos. El origen de cada uno, así como la información sobre quienes lo escogieron y a quienes se lo impusieron, de quienes lo toman como marca de honor y quienes lo desprecian, es clave para una caracterización efectiva. Por supuesto que El Jaguar y el Poeta son los más desarrollados, y los que tienen arcos más completos (en los que es difícil determinar con seguridad cual es el protagonista y cual el antagonista, sobre todo en relecturas), y la simpatía que despierta el Esclavo es casi inmediata, pero también aprecio mucho el trabajo de personajes secundarios, de hecho, el teniente Gamboa se convirtió rápidamente en mi favorito: un hombre cruel y severo, casi por completo adoctrinado por la institución, pero con cierto honor, integridad y capacidad de reflexión cuando toma un rol de detective (¿es por genuina preocupación o por vergüenza de fallar en sus deberes? esa es una pregunta que queda abierta). Gamboa es un personaje contradictorio, opresor y digno, que cree tanto en la violencia como en la justicia, y quizá es el mejor reflejo del propio Vargas Llosa, tan capaz de denunciar la brutalidad como de justificarla, en una aparente incongruencia a la que le logran dar lógica.
Título original: La ciudad y los perros
Autor: Mario Vargas Llosa
Año de publicación: 1963
Hasta el próximo encuentro...
Navegante del Clío
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