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La isla

¡Bienvenidos pasajeros! En estos casi tres años de Navegante del Clío hemos cubierto películas polémicas o que recibieron una recepción mixta, pero nunca me he atrevido a hablar de una considerada casi universalmente como mala. Hoy quiero hacer una breve defensa de una de esas películas, y qué mejor lugar para comenzar que con uno de los directores más infames de la historia de Hollywood, cuyo nombre los autoproclamados cinéfilos no se aprenden a pronunciar: Michael Bay.


Una de sus primeras películas, la cinta de 2003 está escrita por Caspian Tredwell-Owen, Alex Kurtzman y Roberto Orci. Un fracaso tanto crítico como comercial, aunque tuvo una recepción ligeramente mejor en Europa. Las pocas críticas positivas estuvieron dirigidas hacia el trabajo del elenco, encabezado por Ewan McGregor (Lincoln Six Echo/Tom Lincoln), Scarlett Johansson (Jordan Two Delta/Sarah Jordan), Sean Bean (Merrick), Djimon Hounsou (Albert Laurent), Steve Buscemi (James McCord) y Michael Clarke Duncan (Starkweather Two Delta).


Descrita como un thriller de ciencia ficción, la historia sigue a un grupo de refugiados que vive en una instalación secreta tras presuntamente sobrevivir a un Apocalipsis en el año 2019, siendo la única esperanza de un futuro una misteriosa isla paradisíaca, a la que el ganador de una lotería anual. Cuando uno de los habitantes del complejo (McGregor) descubre evidencias de un secreto destapa una siniestra conspiración. No diré más, en el caso de que no la hayan visto, pero la trama involucra la exploración de temáticas como los regímenes totalitarios, el tráfico de órganos, el libre albedrío y el valor de la vida humana.


Quiero ser claro en un aspecto, no pretendo venir a realizar una historia revisionista y proclamar que se trata de una obra maestra incomprendida, pues hay signos tempranos de todos los vicios de Bay como director: ultra patriotismo, comerciales descarados, sexualización de los personajes femeninos y una edición demasiado frenética para su propio bien, pero debo decir que, sobre todo en comparación con el resto de su filmografía, logra contener sus peores impulsos, y tampoco hay una sobre abundancia de efectos especiales, aunque el director siempre ha tenido talento para administrar el presupuesto con elaboradas secuencias y sets.


Lo que sí defenderé es que la película funciona mucho mejor de lo que se le da crédito, el ritmo es muy efectivo y hay secuencias individuales excepcionales, y creo que identifiqué el origen de la mayoría de las críticas: es cierto que la cinta tiene un cambio abrupto de género tras el escape del complejo, y la primera mitad es considerablemente mejor que la segunda. De hecho, el primer acto que toma la forma de un thriller de conspiración tenía el potencial de ser no sólo una buena película sino una excelente, el tono está bien logrado y es de las pocas secuencias de Bay con una cinematografía notable, pero la segunda mitad de la película se convierte en un prototípico espectáculo de acción, bien ejecutado si se analiza en lo individual pero que no se compara con el potencial del planteamiento. Y esa es la gran cruz con la que La Isla carga, podría haber tenido éxito con cualquiera de los dos géneros a los que emula, pero tiene que competir con ella misma y la cohesión padece por ello.


Parece que llevo mucho tiempo criticando la película pero debo insistir en qué es de las pocas películas de Michael Bay que disfruto, pues el espectáculo no es tan excesivo que me impide conectar con la historia. En parte se debe al concepto central, en el que la respuesta al misterio me pareció satisfactoria, y llevó a una secuencia muy memorable en la segunda mitad, pero también gracias a contar con un gran elenco. Ewan McGregor, en la cima de su popularidad, es excelente y logra la transición más orgánica de un género a otro, pues su carisma funciona tanto para la investigación como para la acción, y se beneficia de una buena química con Johansson en uno de sus primeros protagónicos. Ella no tiene tanto que hacer como su coestrella, pero logra darle emoción a un par de escenas dramáticas que hubieran quedado cortas con otra actriz. Sean Bean recupera un poco de su energía como villano de Bond en el rol antagónico y Hounsou tiene un arco de personaje sorprendentemente bien construido dado su poco tiempo en pantalla, pero es Michael Clarke Duncan quien deja la mayor impresión, robando sus contadas escenas en una interpretación más emotiva de lo que se esperaría en una película de este calibre.


Bajo ningún concepto llamaría a esta cinta filosóficamente compleja, pero eso no significa que esté carente de ideas, y pese a los prejuicios que se tienen sobre su director, hay bastante inteligencia y suficiente competencia en la ejecución para compensar los puntos flacos del guion. Sin revelar mucho de la historia, lo que podría parecer un agujero de trama (¿por qué los personajes tienen consciencia?) es abordado de forma directa para hacer un comentario sobre la crueldad de la que el ser humano es capaz, así como la apática frialdad de la ciencia, sobre todo cuando está relacionada con intereses económicos (hay indicios de un comentario de clase, pero se queda corto, perdido en el ruido de la acción). El concepto del doppelgänger es uno que ha cautivado a los escritores por generaciones, y aunque esta cinta no la explota a su máximo potencial, es un punto de partida para discutir sobre el yo y el valor de los individuos. Por más que respeto a los creativos que se atreven a tomar riesgos, y gravito a las historias que apelan a lo más profundo de la experiencia humana, hay días en que hay que recordar que la función principal del cine es el entretenimiento, y hay veces que los espectáculos, si se realizan con suficiente inteligencia y un equipo bien integrado, son suficiente.




Hasta el próximo encuentro…


Navegante del Clío


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