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La milla verde

¡Bienvenidos pasajeros! ¿Se han encontrado alguna vez con un creador que es famoso por el género en el cuál, al menos en su opinión, peor se desenvuelve? Tal es mi relación con Stephen King, de quién no he leído un sólo libro de terror que disfrute, pese a su éxito en este tipo de historias. Por el contrario, creo que su mejor trabajo se encuentra en los thrillers (Misery es un gran ejemplo), y sobre todo en el drama, que es dónde encuentra sus mejores pasajes. La adaptación de uno de sus libros fue tan popular que es considerada una de las mejores películas de todos los tiempos, pero hoy quiero recomendar otra, con una reputación menos legendaria, pero igual de especial para aquellos que la disfrutan.


Estrenada en 1999, la cinta es escrita y dirigida por Frank Darabont, y cuenta con un elenco encabezado por Tom Hanks (Paul Edgecomb), Michael Clarke Duncan (John Coffey), David Morse (Brutus Howell) Doug Hutchison (Percy Wetmore), Michael Jeter (Eduard Delacroix), Sam Rockwell (William Wharton), Barry Pepper (Dean Stanton), Jeffrey DeMunn (Harry Terwilliger) James Cromwell (Hal Moores) y Bonnie Hunt (Jan Edgecomb). Un pequeño éxito en taquilla, también fue bien recibida por la crítica, y llegó a ser nominada a cuatro premios Oscar, incluyendo Mejor Película.


Transcurriendo en 1935, la película sigue a un grupo de guardias de la sección de condenados a muerte de una prisión (la titular milla verde), que experimentan un cambio trascendental en su forma de ver la vida cuando uno de los condenados demuestra poseer poderes sobrenaturales.


En cada toma de metraje, el director Frank Darabont demuestra pasión por el trabajo original, pero esa devoción a King, que ha marcado su carrera, también es su mayor error. Se trata de una de las adaptaciones más fieles que he visto, pero en su obsesión por incluir la mayor cantidad de escenas posibles, el ritmo sufre. Sin duda la cinta es demasiado larga, y el primer acto es muy difícil de ver, pero la película mejora de forma sustancial después de la introducción.


En cuestión técnica, la dirección me parece muy efectiva, sobre todo por un excelente uso de las limitadas locaciones, con una paleta de colores interesante y apoyada en una excelente banda sonora a cargo de Thomas Newman. También creo que Darabont merece mucho crédito por lograr un difícil equilibrio tonal, intercalando de forma hábil secuencias que me resultaron muy difíciles de ver con escenas de humor sorprendentemente efectivas, y en una película que tiende a ser depresiva, incluso pequeños momentos con genuino corazón y empatía. Un ejemplo de lo bien diseñada que está la estructura, y en un buen ejemplo de progresión narrativa, basta para entender los arcos de personaje la forma en la que se dirigen las tres ejecuciones que transcurren durante la película, pues su dirección similar y repetitiva permite apreciar de una forma muy evidente los arcos de los personajes principales. En ningún momento la película cae en la monotonía, pero creo cierta rigidez en el estilo y montaje de la cinta ayuda a que los pesados momentos emocionales sean aún más impactantes (la secuencia de la película es tan bella como trágica), y una crítica apropiada a la mera existencia de la condena de muerte, y como ésta afecta no sólo a los condenados, sino a todos los involucrados en el sistema.


A nivel temático, la película es muy rica, y a veces parece que le falta tiempo para profundizar en todo sus temas: además el evidente énfasis en el sistema de justicia, la empatía y la salud mental, hay breves comentarios sobre los prejuicios (tanto raciales como de clase), la corrupción institucional, el amor y la naturaleza de lo extraordinario. Sin duda, hay un fuerte componente religioso tanto visual como narrativo, y trataré de no involucrar en esta reseña mis creencias personales, en parte porque aún no sé cómo me siento respecto al monólogo final, deliberadamente ambiguo, pero creo que su interpretación de la espiritualidad es, cuando menos, merecedora de una discusión.


Cierro con el que yo creo que es la mayor virtud de Darabont como director, y es su extraordinario trabajo con actores. Hanks es excelente como siempre en uno de sus papeles más complicados desde el punto de vista ético, pero el resto del elenco está a la altura. Sam Rockwell y Doug Hutchison dejan una gran impresión en los roles antagónicos, Michael Jeter logra mantener aterrizado un personaje que con facilidad pdría descender a la caricatura, David Morse roba todas sus escenas como el que posiblemente sea mi personaje favorito de la historia y Patricia Clarkson como Melinda Moore es perfecta en la única escena que tiene. Sin embargo, es Michael Clarke Duncan quien da una de las mejores interpretaciones de la década de los noventa como John Coffey, un rol complejo y trágico, pero entrañable, absolutamente desgarrador.


La decisión final de Coffey es una que siempre me parte el corazón, sobre todo cuando pienso en la desesperanza del mundo que nos rodea. En efecto, a veces tratar de ser una buena persona es doloroso, y puede llevar a una crisis de fe, pero si hasta una película tan trágica como La milla verde puede encontrar un poco de esperanza, creo que todos debemos hacer el esfuerzo extra de encontrar una luz, pues la lucha misma vale la pena.





Hasta el próximo encuentro…


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