La peste
- raulgr98
- 9 ene 2024
- 5 Min. de lectura
¡Bienvenidos pasajeros! El día de hoy comentamos una de las últimas novelas que leí el año pasado, y que resultó en una experiencia muy interesante post pandemia: La peste, de Albert Camus.
La obra de Camus ha sido descrita como literatura del absurdo, pues recrea situaciones inverosímiles (el viejito de los gatos es un ejemplo pequeño pero notorio en esta novela), pero que pueden llegar a conmover e invitar a la reflexión. Inspirándose en la plaga que azotó Orán en 1849, Camus traslada la acción a la primera mitad del siglo XX y narra las desventuras de un nutrido grupo de personajes mientras enfrentan una cuarentena producida por una enfermedad sólo descrita como "la peste".
Una de las experiencias más difíciles de mi proceso de lectura fue el hecho que, al menos mi edición, pues he comprobado que otras tienen divisiones, consiste en un sólo capítulo, lo que afectó mi ritmo pues no encontraba puntos de descanso naturales. Asimismo, después de un arranque cautivante, el tercer cuarto, sobe todo cuando se concentra en los intentos de Rambert por escapar, me parecieron demasiado aletargado, aunque puesto en perspectiva, creo que es un buen reflejo del sentimiento de impaciencia que genera el encierro.
Algo que aprecio mucho del estilo de Camus es su uso preciso pero florido de descripciones, muchas con sentido metafórico. Párrafos enteros en las primeras páginas dedicadas a la descripción de ratas hacen un trabajo sensacional para crear una imagen memorable que siente las bases de la atmósfera de la historia, en la que Oman es el personaje central, pues el libro arranca con una semblanza de su carácter y la de sus habitantes. La descripción casi gráfica de enfermos y curanderos, de los momentos malos y de los buenos, de los ordinarios e inexplicables hacen que una trama con relativamente pocas acciones para la extensión temporal fluya de forma orgánica. Asimismo, la decisión de ocultar la identidad del narrador hasta las últimas páginas, y el saltar por fragmentos a las anotaciones de Tarrou, ayuda a dar a la obra, una sensación de reporte imparcial pese a lo subjetivo de sus reflexiones.
La crítica política presente en la primera mitad es resonante con el comportamiento de muchos gobiernos, en varias crisis, no sólo las sanitarias: la lentitud de las autoridades para actuar, el tedio del proceso burocrático, la negativa a reconocer la existencia de una crisis (pues decir el nombre peste da más miedo que la peste en sí). la despersonalización de las víctimas, la manipulación del fraseo en los reportes de prensa. etc. Sin embargo, es el diagnóstico que hace de la sociedad el que me parece más interesante, pues muestra como afecta la separación (muchos aislados tienen familiares fuera de Omán) y el aislamiento a las personas. En un inicio la sensación de fiesta en medio de la plaga que Camus describe me pareció inverosímil, pero situaciones similares se dieron en nuestra experiencia reciente. El cómo se pasa del pánico a la violencia, y de ahí a la apatía, sin que la causalidad de algunos de los accidentes más notorios sea confirmada, me parece apropiado, pues estas transformaciones coexisten, se detonan de manera confusa, y experimentan regresiones.
Otro de los temas de la novela que más se ha estudiado es el del papel que juega la religión, encarnada en el personaje de Paneloux. Camus no es amable con el clero organizado, y la introducción del predicador está enlazado a temas de explotación de masas y fanatismo. Sin embargo, en la segunda mitad este fundamentalismo se transforma en una crisis existencial, y posteriormente en una confirmación de la fe. Paneloux es, junto con Lambert, el personaje que más se transforma a lo largo de la novela, pues descubren la vocación del voluntariado, y analizar en paralelo sus dos sermones (quizá las dos mejores secuencias de diálogo de la obra) es muy interesante, en particular el segundo, que muestra cómo puede reaccionar un creyente a la muerte de un niño, ofreciendo posturas tanto nihilistas como providencialistas.
Sin lugar a dudas, la mayor virtud como narrativa de La Peste es su multiplicidad de personajes, tan variados que cada uno es memorable por sus peculiaridades y principios. Usar a dos personajes extranjeros (Tarrou y Lambert) como contrastes entre sí y los nativos de Orán logra que los debates se mantengan siempre frescos, y vemos evolucionar los deseos y motivación de aquellos que enfrentan el encierro. Imposible dedicarle a todos la atención que se merecen, recomiendo a los lectores que pongan especial atención a las contradicciones de Paneloux (de quien hablamos en el párrafo anterior), y Cottard, un criminal misterioso que se vuelve más sociable durante la crisis (otro ejemplo de las paradojas de Camus sobre el miedo compartido), y Rambert, a través del cual se explora el sentimiento de comunidad.
Sin embargo, son los tres personajes principales los que se convierten en expresiones del heroísmo mundano: Rieux, Tarrou y Grand. El primero es la encarnación de la labor científica, pues el médico combate la enfermedad no por seguir un código moral, sino por un deber práctico y profesional; mientras que el segundo tiene una ética superior en el sentido filosófico, atormentado por la pena de muerte, que equipara a la plaga (y es en esta filosofía que muchos críticos encuentran en La Peste una metáfora de la guerra); en ese sentido, una de las conversaciones más memorables entre Rieux y Tarrou es sobre como el primero, en su condición de médico, ha tenido que distanciarse de la piedad, y en muchos sentidos desprenderse de su humanidad, para poder afrontar la responsabilidad del trabajo (insensibilización al sufrimiento no siempre equivale a una pérdida de empatía, como refleja su conflicto interno). Sin embargo, es Grand, el burócrata metódico, austero, con arrepentimientos pero perfeccionista (que su libro esté estancado es un paralelismo interesante a la pandemia y a la vida misma, pues buscar la perfección muchas veces impide avanzar), quien se convirtió en mi personaje favorito, pues hace una labor durante la crisis que pocos agradecen pero que es fundamental pese a no ser notoria, y su resolución agridulce y abierta es la mejor de todo el libro.
Muchos lectores han condenado la obra como demasiado fatalista: un protagonista muere de forma absurda al final de la crisis, mientras que un anciano asmático sobrevive, los personajes son incapaces de ganarle la batalla a la muerte. Sin embargo, Camus encuentra una verdad más profunda en esta aparente derrota: la esperanza regresa en distintas manifestaciones, la identidad se forja a través de la voluntad, y es importante luchar aunque se pierda. En un mundo en el que la ignorancia es equivalente al mal, y el no hablar con claridad es el peor delito, aun sabiendo que como sociedad somos incapaces de evitar las desgracias, las pequeñas acciones tienen un significado imposible de cuantificar.
Título original: La Peste
Autor: Albert Camus
Año de publicación: 1947
Hasta el próximo encuentro...
Navegante del Clío
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