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La tabla de Flandes

¡Bienvenidos pasajeros! En esta ocasión de la lectura de la semana les presento mi novela favorita: La tabla de Flandes.


Escrita en un periodo en el que el español se debatía entre dedicarse de tiempo completo a la literatura o continuar con la profesión del periodismo, en esta obra coexisten todos sus intereses desde la narrativa hasta la investigación, pasando por una afinidad por la historia que marcaría muchas de sus otras obras.


La protagonista de la novela es Julia, una restauradora de arte que encuentra un secreto en un cuadro del siglo XV. Convencida que en la obra se encuentra la pista para resolver un asesinato, recluta a un anticuario y un ajedrecista para ayudarla, pero pronto se dan cuenta que sus vidas corren peligro cuando un misterioso rival decide continuar la partida retratada en un juego mortal.


De poco más de 400 páginas, la novela está estructurada en quince capítulos, dividida casi a la mitad en sus dos arcos argumentales principales: los primeros siete están enfocados a resolver el misterio del cuadro, los siguientes siete buscan descubrir la identidad del asesino y el último sirve como un epílogo a ambas tramas. Además de la trama presente, desde la perspectiva de Julia, hay interludios en el pasado en los que se asoma la pasión de Pérez Reverte por recrear contextos históricos y que, aunque breves, complementan el disfrute de la historia principal. Las tres principales fortalezas del libro, que abordaré a continuación, son la trama, los personajes y el uso del ajedrez.


En cuanto a la trama, me parece que el ritmo es muy agradable y está excelentemente construida. El inicio de la historia, pese a ser aparentemente trivial, plantea desde las primeras páginas un misterio que primero es de índole económico (aumentar el valor del cuadro) pero rápidamente escala a una cuestión de supervivencia. En ese sentido, Pérez Reverte aumenta la tensión capítulo a capítulo, y cuando las muertes comienzan a ocurrir es imposible no sentir que incluso los protagonistas se encuentran en peligro. La lista de sospechosos es lo bastante amplia para ofrecer pistas falsas, pero lo más efectivo es que incluso sin aparecer hasta el final la "dama negra" (alias del antagonista) es una presencia constante a pesar de solo comunicarse con tarjetas, siendo el capítulo en el que revela su identidad uno de los más impactantes que he leído nunca, porque logra ser totalmente inesperado y aún así lógico en retrospectiva, en uno de los pocos misterios que no pierde fuerza en una relectura.


No me detendré en analizar a todos los personajes secundarios (aunque cada uno están bien definidos al menos con un par de rasgos y cumplen una función más allá de ser sospechosos y/o víctimas), sino que me centraré en los tres principales, mencionando brevemente la pieza que representan. Julia es una muy buena protagonista para esta historia, pues su rol va más allá de ser el mero detonante, sino que tiene su propia agencia como motor de las acciones, es inteligente y decidida pero en muchos sentidos la novela versa sobre su proceso de maduración, desprenderse de las figuras de las que ha dependido y asumir su rol como la dama blanca, es decir, la pieza más poderosa de la partida. César, el anticuario, es representado por el alfil y por lo tanto como principal confidente de Julia. De movimientos largos y agudos, del trío protagonista es sin duda el personaje más carismático gracias a un muy cínico sentido del humor, ganándose simultáneamente el desprecio de los personajes secundarios y el aprecio del lector, quienes descubren en su cinismo inteligencia y sentido protector. Sin embargo, para mí el personaje con el que más empaticé es con Muñoz, pues el jugador de ajedrez, como el caballo que le representa, es huraño y muy difícil de entender; pero su silenciosa y apática actitud evoluciona para encontrar el heroísmo de formas inesperadas.


Finalmente, además de los elementos históricos, creo que es el ajedrez como concepto y tema central lo que hace que esta obra resuene tanto conmigo. Como seguramente se percataron en el párrafo anterior, así como en el cuadro las piezas de la partida representan personas reales, en el presente los personajes también asumen una posición en la partida, y cuando la dama negra continúa la partida los héroes deben mover conscientes que las jugadas tienen consecuencias en el mundo real, lo cual aumenta de tensión la trama. De esta manera, la partida de ajedrez jugada dentro del libro es probablemente la más excitante que he leído nunca, en gran medida por que como lector, gracias a la notación ajedrecista e imágenes de la evolución del tablero, uno es capaz de jugar al mismo tiempo, tratar de anticiparse a los personajes y sorprenderse con los paralelismos una vez que son revelados. La historia por lo tanto funciona en varios niveles, como si de múltiples partidas se trataran, y Pérez Reverte explota al máximo las metáforas que el ajedrez le ofrece, pero concluyendo haciendo énfasis en las diferencias que tienen el juego y la vida (la primera tiene escaques blancos y negros, en la segunda todos son grises).


Realmente tengo miedo de continuar explorando más a profundidad el libro, pues no quiero privar a los nuevos lectores de descubrir los secretos y giros, por lo que me queda concluir para reafirmar mi recomendación para aquellos que disfruten la historia, el arte, el ajedrez, los misterios o las buenas historias, pues La tabla de Flandes destaca en todos y siempre tiene algo que ofrecer para todos los que, como los personajes, se atrevan a adentrarse en el cuadro y continuar con la partida.


  • Título original: La tabla de Flandes

  • Autor: Arturo Pérez Reverte

  • Año de publicación: 1990

  • Editorial: Alfaguara (en México)



Hasta el próximo encuentro...


Navegante del Clío

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