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La verdadera venganza del gato Boris

¡Bienvenidos pasajeros! Estaba a mitad de escribir la reseña de la obra que había planeado para hoy, cuando recordé que ya habia realizado esta recomendación hace dos años. Quise permanecer aún así en el entorno del teatro, pero las circunstancias me obligan a improvisar con una obra del catálogo de teatro infantil, pero del que guardo importantes recuerdos.


Desarrollándose en Milán, la obra tiene como protagonista a un gato (aunque tiene cualidades antropomórficas), quien pidió a la luna un elixir para conferirle a su amigo vagabundo, Fetuccini una prodigiosa voz, sólo para ser abandonado por éste. Cuando su antiguo compañero regresa a la ciudad, convertido en un tenor famoso, el gato Boris pone en marcha un plan para recordarle la amistad traicionada.


La obra es muy corta, un libreto menor a las cincuenta páginas en mi edición, juntando un total de diecisiete escenas (que tienen título, algo inusual en los guiones teatrales), lo que obliga a la dramaturgia a un ritmo muy vertiginoso, tanto así que la primera escena es un poco difícil de seguir en la página, dado el inicio in media res. De hecho, esta es de las historias de teatro que más dependen de los actores, pues la casi total falta de acotaciones da mucha libertad creativa a los intérpretes y el director de regular las pausas y desarrollo emocional. Con esto no quiero decir que la obra esté mal escrita, por el contrario, me parece que logra un buen equilibrio entre divertidos juegos de palabras con metáforas más profundas de lo que esperaba en una obra dirigida a un público infantil, sobre todo en las secuencias cantadas, que se distinguen del diálogo hablado por un lenguaje un poco más elevado.


Por algunas indicaciones del libreto, se vuelve evidente que la obra se ubica en un contexto de realidad aumentada, no sólo por el humor, muy físico, sino por la caracterización: los gatos, por ejemplo, requieren ser interpretados como una parodia de la mafia siciliana, con hilarantes resultados. Pero más allá de estos animales parlantes, la fantasía de la obra se apoya en elementos surreales como el espíritu de la luna, la muerte, una adivina y un par de ángeles, que hacen que el montaje parezca casi un delirio onírico, influido por artistas como Dalí, quien es mencionado por nombre en las acotaciones.


Y pese a la fantasía, el desarrollo temático de la obra está aterrizado en la realidad, pues se centra en criticar la codicia y la ambición humana, como la fama puede perder a los individuos, y para esto se atreve incluso a plantear momentos muy oscuros, como asesinatos y engaños; con la culpa y el rencor como principales detonantes psicológicos de los personajes, marcados por el delirio y la venganza. El uso del italiano en algunas secuencias climáticas, sin traducir, es peculiar, y creo que es una gran muestra de confianza hacia los realizadores de la producción el permitirles comunicar el significado pese a la barrera lingüística, sólo recurriendo a la orquestación y el lenguaje visual.


Soy el primero en decir que la obra tiene demasiados personajes, y se beneficiaría de un elenco más reducido, pero considerando las limitaciones de extensión, el trabajo realizado con los tres protagonistas es excelente (e incluso con los incidentales, la mayoría tiene un momento para brillar gracias a sentidos del humor distintivos). El gato Boris es un excelente protagonista, pues es muy fácil que el espectador genere empatía hacia él, y su arco es el único de la obra que se toma su tiempo para que la tragedia respire. Fetuccinni por el contrario, es un villano muy efectivo, pues su pomposidad lo hace divertido de ver en escena, y tiene suficientes escrúpulos para que una posible redención mantenga viva la tensión de la obra. Finalmente en el aspecto de los personajes, el criado Igor es por mucho el personaje más divertido de la cinta, pero creo que temáticamente también cumple un rol fundamental al funcionar como una metáfora de la naturaleza cíclica de las celebridades, al involucrarse en una serie de intrigas que aceleran la paranoia del antagonista central.


Hay un elemento más que es importante reseñar de esta obra, y es que funciona como un gran homenaje a la ópera como medio artístico, no sólo la italiana, sino la alemana e incluso la hispana. No sólo está planteada desde el inicio con un componente musical, sino que la autora es específica al mencionar un repertorio muy extenso, ya sea para ser usadas explícitamente en el montaje o para servir de inspiración para la selección musical. El contenido musical es un elemento que no se puede separar de la identidad de la obra, pero tampoco distrae de la trama y su sentido del humor, por lo que creo que es una manera excelente de introducir a un público joven a una forma de expresión artística alrededor de la cual la cultura popular ha tejido muchos prejuicios.


Y cierro con un pequeño giro de trama: contrario a la mayoría de las historias que recomiendo en este espacio, no leí la obra con anticipación. De hecho esta mañana fue la primera vez que la vi con mis propios ojos. ¿Por qué tengo recuerdo entonces de esta historia? Porque cuando era niño participé en una producción de una adaptación libre de la obra, renombrada como Ópera para Gato y Tenor en Siete Vidas. Quizá en el futuro escriba un desglose de las diferencias entre la versión original y la adaptación, que creo que tiene un mejor final y una estructura más pulida, pero ambas conservan el mismo espíritu y lección: el mejor arte es el que se realiza con y para los amigos.




  • Título original: La verdadera venganza del gato Boris

  • Autora: Maribel Carrasco

  • Año de publicación: 2005





Hasta el próximo encuentro…


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