Las dos Matildas
- raulgr98
- 15 sept 2022
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Lyon, 01 de diciembre de 1135
Cuando el rey cayó del caballo, el obispo de Salisbury supo que el fin estaba cerca. Para tener más de 70 años, Enrique I había demostrado una fuerza impresionante al supervisar personalmente el asedio a las rebeldes ciudades normandas, pero sus pecados por fin lo estaban acercando.
Tendieron al anciano en su cama, pero a pesar de las nieves ya estaba ardiendo en fiebre, quizá un adelanto del infierno que le esperaba en la otra vida. El pueblo nunca lo había amado, pero el ser hijo de Guillermo el Conquistador le había granjeado su respeto, al menos por un tiempo. A pesar de ser el menor de los tres hijos del rey normando, había ocupado el trono por 35 años, después de asesinar a uno de sus hermanos y encarcelar al otro (quien también había pasado a mejor vida ya el año anterior).
Había sido un rey duro, pero hasta los que más lo odiaban debían reconocer que había sido un gobierno efectivo: el alza en los impuestos había construido el primer tesoro real en forma, la iglesia y los nobles estaban limitados, hasta se estaba combatiendo de manera efectiva la ambición francesa. Sí, dejaba tras de sí a una Inglaterra en orden, salvo por un aspecto, uno que amenazaba con derrumbarlo todo: la sucesión.
Quizá Dios lo había castigado en vida por acabar con sus hermanos, pues Adelin, su único varón legítimo, llevaba ya quince años enterrado, ahogado en un naufragio. Le sobrevivían decenas de bastardos y una hija de 33 años, pero ninguno era idóneo para el trono, dijera lo que dijera el testamento del rey. En cuanto a los Blois, hijos de su hermana, eran codiciosos pero carismáticos, y uno de ellos, Esteban, era un caballero de 39 casado con una formidable mujer. Salisbury exhaló con frustración, y sin saberlo ese acto coincidió con el último suspiro del rey, quien falleció terco en el asunto sucesorio.
Pero al arzobispo sabía que los deseos de un muerto poco importaban en el peligroso juego de tronos y herencias, sólo cabía rezar porque alguno de los aspirantes regresara a Londres a tiempo de que su reclamo se convirtiera en incuestionable.
Bolougne, al norte de donde feneció el rey
-El rey Enrique ha muerto-dijo el obispo de Winchester, hombre retorcido, quizá el más astuto de los reinos europeos-debemos proclamar al rey Esteban antes de que lo haga la advenediza de Matilda.
La cabeza que podía reclamar la corona de Enrique era una de las cinco que se habían reunido en un concilio secreto. Lentamente, analizó las expresiones de los demás: un cónyuge movido por la ambición, un hermano que repentinamente había descubierto el amor filial, un extraño en armadura al que había conocido el día anterior, y su hijo, un niño que jugaba ajeno a lo que se conspiraba a puerta cerrada.
-Te olvidas del testamento del rey, hermano mío-dijo Esteban, hijo de la hermana del rey, con calma-nuestro tío deseaba que Matilda gobernara, y nosotros la juramos como heredera tres veces, no han pasado ni cinco años de la última.
-Sí, el anciano deseaba que Matilda gobernara, pero todos sabemos que no lo hará. Si sentamos en el trono a esa mujer, es entregarle el gobierno al duque de Anjou. Los buenos ingleses no han peleado tantas guerras para que un vil extranjero, corrompido por su hambre de poder, se apropie de todo.
-Aunque pudiéramos invalidar el testamento y olvidar los juramentos, los Anjou tienen amigos en Normandía, nuestro ejército sería el más pequeño, no podríamos ganar un conflicto.
-Si me permite-dijo el caballero, William de Ypres-mis hombres lo esperan ya en Inglaterra, y estamos más cerca del puerto que ellos. Además, los normandos han jurado que no dejaran estas tierras hasta que pase el funeral del rey y eso nos da una ventaja. Quizá seamos menos, pero si su hermano el conde de Blois juramenta a sus caballeros a nuestro servicio en dos semanas se habrá coronado en Londres. Cuando los Anjou estén en posición de avanzar usted se habrá consolidado como el heredero de Enrique a los ojos del pueblo y Matilda no se atreverá a invadir, por grande que sea su ejército.
-Además hermano-continuó el obispo, agradeciendo a Ypres con un gesto su apoyo-los comunes nunca aceptarán ser gobernados por una mujer. Si llegamos a Londres antes que ellos tendremos el tesoro a nuestra disposición, y sólo hace falta un poco de oro para que las personas correctas juren que el anciano cambió su testamento en las últimas horas. Si no nos crees a tus fieles consejeros, pregúntale a tu señora esposa.
Todos voltearon a ver a la mujer que hasta el momento había guardado silencio, pero quien todos sabían era la que tenía el verdadero poder en aquella sala. Decidida a arriesgarlo todo, la duquesa Matilda, señora de Bolougne, señaló a Eustace, el fruto de su vientre de cinco años.
-Mi hijo es bisnieto del conquistador, y si Matilda planea usurpar el trono que el destino le marcó, no habrá respuesta posible más que la guerra.
Normandía, al sur de donde feneció el rey
-El rey Enrique ha muerto-dijo Geoffrey de Anjou, guerrero hermoso, quizá el más peligroso de los reinos europeos-debemos proclamar a la reina Matilda antes de que lo haga el advenedizo de Esteban.
La cabeza que podía reclamar la corona de Enrique era una de las cinco que se habían reunido en un concilio secreto. Lentamente, analizó las expresiones de los demás: un cónyuge movido por la ambición, un hermano que repentinamente había descubierto el amor filial, un extraño en armadura al que había conocido el día anterior, y su hijo, un niño que jugaba ajeno a lo que se conspiraba a puerta cerrada.
-Te olvidas de la impopularidad del rey, cuñado-dijo Roberto Gloucester, el mayor de los bastardos del rey, con calma-la iglesia y las cortes odiaron las reformas de nuestro padre, Esteban de Blois representan el cambio, la oportunidad de recuperar lo perdido; los preferirán a nuestra causa.
-Sería un cambio de verdad si él fuera quien gobernara, pero todos sabemos que es un inútil. Cuando no lo mangoneé la condesa con la que se casó, lo hará su hermano. Es claro que las aspiraciones de Esteban son fruto de las intrigas de su hermano. El obispo de Winchester no quiere regresar a los viejos tiempos, sino sentar en el trono a un títere que le permita llenarse los bolsillos a sus anchas. Los buenos ingleses no han dado el fruto de su trabajo por tantos años para que sea robado por un corrupto y taimado usurpador.
-Aunque el pueblo se pusiera de nuestro lado, tenemos a la mayor parte de las cortes inglesas en contra. Nuestros mejores amigos están aquí en Normandía, y estamos estancados hasta el funeral del rey. Si llegan antes a Londres, a ojos de todos nos veríamos como los únicos traidores.
-Si me permite-dijo el caballero extranjero, enviado del rey David-creo que en este caso hacernos con el control de Normandía es más importante que lo que suceda en Inglaterra, porque nos dará el ejército más grande. Además, he recibido palabra de mi señor y Escocia está listo para invadir desde el norte en apoyo del reclamo de la emperatriz en cuanto ustedes nos den su consentimiento. Quizá tarden más en llegar a Inglaterra, pero eso no significa que los Blois encuentren una tierra tranquila para legitimarse. Para cuando los normandos, las fuerzas de Gloucester y los caballeros de Anjou cruzen el mar, Esteban estará peleando dos frentes al mismo tiempo y si sus consejeros tienen algo de cabeza le harán ver que claudicar es la única manera de conseguir la paz y salvar su vida y posesiones.
-Además, cuñado-continuó el duque, agradeciendo al escocés con un gesto su apoyo-los lores se verán obligados a recordar su juramento, y su propia historia. La palabra del anciano es incuestionable, en tres distintas ceremonias confirmó a mi señora esposa como heredera, y el hacernos con Normandía será una demostración de fuerza, pues estaremos reviviendo la historia de Guillermo el conquistador, esto se podría ver como voluntad divina, no sólo la del monarca. Pero no sigamos discutiendo en vano, escucharemos la palabra de mi señora, quien está destinada a reinar.
Todos voltearon a ver a la mujer que hasta el momento había guardado silencio, pero quien todos sabían era la que tenía el verdadero poder en aquella sala. Decidida a arriesgarlo todo, la emperatriz Matilda, viuda del Sacro Imperio, señaló a Enrique, el fruto de su vientre de dos años.
-Mi hijo es bisnieto del conquistador, y si Matilda planea usurpar el trono que el destino le marcó, no habrá respuesta posible más que la guerra.
Y guerra fue lo que hubo, Blois contra Anjou, primo contra primo, mujer contra mujer; e Inglaterra no encontraría la paz hasta que pasaron 15 años de oscuridad.
¡Bienvenidos pasajeros! En la publicación de ayer de esta semana de la fantasía comentamos como el género llegó a influir en la Historia. A través de este breve relato, situado al inicio de lo que la historia inglesa conoce como la Anarquía, quiero mostrar que la relación va en ambos sentidos, pues muchas veces es la Historia la que inspira las narrativas de ficción.
Un rey anciano proclama a su única hija como heredera al trono, pero a su muerte esta herencia es disputada por el pariente varón más próximo al monarca, dando inicio a una terrible guerra civil donde las familias más importantes del reino se ven obligadas a tomar partido. La hija del rey es apoyada por familiares despreciados por la corte y un marido al que se le considera ambicioso y peligroso; mientras que su rival al trono es apoyado por gente adinerada y con mucha cercanía a la corona, pero quien lidera la facción en realidad es otra mujer, que se convertiría en el principal apoyo del candidato.
Aunque la adaptación de estos hechos históricos a la ficción no es una traducción exacta, hay suficientes similitudes para que la inspiración se haga evidente, y podemos intuir cual es el origen histórico detrás de una de las series más populares de este año. La fantasía no es sólo una obra de ficción, sino que puede servir como una plataforma para cubrir de originalidad acontecimientos del pasado y así hacer comentarios sobre la manera en la que funciona nuestro mundo, ya sea el pasado o el presente.
Hasta el próximo encuentro...
Navegante del Clío
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