Little shop of Horrors
- raulgr98
- 29 jun 2024
- 4 Min. de lectura
¡Bienvenidos pasajeros! La publicación de hoy estaba planeada para dentro de cuatro meses, pero no terminé la investigación para la obra de este mes, y hace poco vi la adaptación cinematográfica de 1986. A fin de cuentas, que estemos en verano no es impedimento para asustarse un poco.
Basada en una película de bajo presupuesto de 1960, este musical de comedia negra sigue a un empleado de una florería en decadencia, que encuentra una misteriosa planta. Entre más crece la criatura, más aumenta el éxito del negocio, pero los personajes permanecen ignorantes de los elementos mas siniestros de la entidad. Bien recibida en su estreno original, ha sido reestrenada en varios países y ha ganado un, ganando un seguimiento de culto a raíz de la adaptación cinematográfica.
En esta ocasión, quiero comenzar con los personajes, resaltando el hecho que, honrando su origen lejos del circuito principal de teatro, la historia carece de un ensamble. Prácticamente toda la acción es realizada en espacios cerrados por el cuarteto principal, mientras que toda la información del mundo es proporcionada por el trio de mujeres, que cumple el rol de coro griego, y el actor de Orin, quien tradicionalmente interpreta a los otros personajes que la historia necesita, como el vendedor. Seymour y Audrey son personajes muy interesantes ya que se alejan del arquetipo del "underdog" o el personaje menospreciado que se impone a las circunstancias. El guion, y sobre todo la música le permite a Audrey ser un personaje más complejo que una víctima de abuso doméstico o un interés amoroso, mientras que la trama de Seymour es una bastante oscura, de la pérdida de escrúpulos morales. El señor Mushkin, que perdió todas sus canciones en la película, tiene una presencia antagónica más marcada que complica el posicionamiento moral de su última escena.
Es momento de hablar del antagonista central, Audrey II, y uno de los mayores logros de diseño de producción en la historia del Off-Broadway. Unos decorados y escenografía un tanto sencilla en apariencia en realidad es un sistema complejo para incorporar un extenso trabajo de marionetas. Aunque el número empleado varía de producción en producción, la cantidad gira alrededor de cinco, para reflejar el crecimiento de la planta. Las primeras, las más pequeñas, son operadas por el actor de Seymour o por un asistente escondido tras una repisa del escenario, recurriendo a trucos de vestuario para lograr el efecto (la chaqueta del actor tiene un brazo falso sosteniendo la maceta, para que el real pueda operar a Audrey II). Las siguientes dos tienen el tamaño suficiente para acomodar a un actor dentro, quien debe mover la boca del monstruo en coordinación con el actor de voz, que se encuentra a un lado del escenario. La última, que puede mover sus ramas y raíces por separado, requiere de titiriteros adicionales colocados debajo del escenario, lo cual requiere una coreografía compleja e infravalorada. El cierre de la obra, que adapta una mecánica parecida al Fantasma de la Ópera, es un excelente golpe de efecto para cerrar el musical.
Quienes únicamente hayan visto el corte original de la película quizá se sorprendan con la oscuridad del final, pero me parece que esta es una decisión muy valiente por parte de los creativos. No sólo es un buen complemento del humor negro que ha caracterizado a toda la obra, sino que es el que mejor encaja con los temas de la película. Una revisión más detallada encontrará que Audrey II es una alegoría de la avaricia (hay que alimentarla incesantemente), y que toda la obra es una metáfora del capitalismo, y una sátira de la falsedad del sueño americano: las ambiciones de Seymour y Audrey son legítimas, pero el sistema está arreglado en su contra, y comprometer los valores por recibir fama y prestigio no lleva a ninguna parte.
La música, una de las primeras colaboraciones de Ashman y Menken, es espectacular, pues el dúo que Disney catapultó a la fama entiende a la perfección la estructura del género. Tomando inspiración del rock, el blues y el soul, este musical, que se engloba dentro de la contracultura, logra equilibrar de esta manera temas más polémicos y un tono sorprendentemente oscuro con un ritmo familiar. No me detendré en todas las piezas, sólo mencionaré algunas de las más icónicas: Prólogo y Skid Row, pese a su relativa brevedad tienen un ritmo muy agradable, un buen sentido del humor y cumplen su función de construir el mundo de lo dramático. Dentist es una de las mejores canciones de villano que he tenido el gusto de escuchar, completamente hilarante, mientras que Somewhere that's green logra la difícil tarea de ser una balada tradicional con letras un poco satíricas. Sin embargo, hay una razón por la que Suddenly Seymour se ha convertido en un icono del teatro musical, y la prueba que incluso los conceptos más bizarros y los tonos más irreverentes pueden tener un corazón genuino: esta comedia negra de terror contiene una de las canciones más románticas del teatro musical.
Quiero concluir con una breve mención al contexto de estreno. Anteriormente hemos hablado del sector Off-Broadway, pero La tiendita del horror se estrenó en un circuito aún más periférico, el Off-Off-Broadway, caracterizado por poca atención de la prensa y presupuestos muy limitados; pero a veces es donde se encuentran los mayores despliegues creativos, pues no hay tantas presiones institucionales. Que una obra emanada de este circuito se haya podido convertir en un pilar cultural, es una proeza inusual que no debe pasarse por alto.
Año de estreno: 1982 (Off-Broadway), 1983 (West End), 2003 (Broadway)
Música: Alan Menken
Letra: Howard Ashman
Libreto: Howard Ashman
Dirección: Howard Ashman
Elenco original
Lee Wilkof (Seymour Krelborn)
Ellen Green (Audrey)
Hy Anzell (Señor Mushnik)
Franc Luz (Orin Scrivello)
Jennifer Leigh Warren (Crystal)
Sheila Kay Davis (Ronette)
Marlene Danielle (Chiffon)
Ron Taylor (voz) y Martin P. Robinson (títere) (Audrey II)
Hasta el próximo encuentro...
Navegante del Clío
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