Los olvidados
- raulgr98
- 14 jun 2023
- 4 Min. de lectura
¡Bienvenidos pasajeros! En esta ocasión quiero continuar con la tendencia de ayer y presentarles la que para muchos es considerada la mejor película en lengua española jamás grabada: Los olvidados.
Hablo de lengua española, porque en muchos sentidos este es uno de los primeros experimentos exitosos de cine internacional: grabada y producida en México, la película es dirigida por el español Luis Buñuel, quien la escribe en colaboración con el también español Luis Alcoriza. Exiliados de la Guerra Civil Española, ambos acabaron radicando en México gran parte de sus carreras, y de hecho llegaron a adoptar la nacionalidad. En ese sentido, Buñuel históricamente es una figura fascinante, pues era realmente ciudadano del mundo, y aparte de la española y la mexicana hay una clara influencia francesa en muchos de sus trabajos.
Estrenada en 1950 pero mal recibida en su época, la cinta fue revalorizada cuando se introdujo a los mercados norteamericanos y europeos, y ahora es considerada una de las mejores películas filmadas en México; lanzando al estrellato a varios miembros de su elenco, conformado por Alfonso Mejía (Pedro), Roberto Cobo (El Jaibo), Stella Inda (madre de Pedro), Miguel Inclán (Don Carmelo), Alma Delia Fuentes (Meche), Mario Ramírez (Ojitos), Javier Amézcua (Julián), Efraín Arauz (Cacarizo), Jesús Navarro (padre de Julián), Efraín Arauz (Cacarizo) y Francisco Jambrina (director).
La historia, desarrollada en la Ciudad de México, sigue a un niño pobre (Mejía), cuyos intentos de encauzar su vida se ven obstaculizados por el escape de la correccional de otro de los jóvenes del vecindario (Cobo), quien lo arrastra de nuevo a una vida de criminalidad y abandono. En ese sentido, creo que los temas de la película son bastante claros, pues son una crítica demoledora a la sociedad, que permite la violencia y el crimen al no resolver el arraigado problema de pobreza. Todo el elenco juvenil son niños que viven en condiciones difíciles económicamente hablando, pero no son las finanzas familiares lo único que el guion crítica, pues este desmantela meticulosamente todas las instituciones: la cárcel no puede enmendar al Jaibo, la escuela no tiene el interés suficiente para salvar a Pedro, y la familia es prácticamente inexistente como guía al ser la madre de Pedro ausente y el padre de Julián alcohólico. Aunque a un nivel narrativo El Jaibo es claramente el antagonista, el subtexto convierte a la ciudad misma en villana, pues es en ella donde el abandono, la explotación infantil (tanto por parte del sistema, encarnado en la carnicería, como por los externos a él, como el ciego) y la migración (ni Jaibo ni Ojitos, por dar ejemplos, nacieron en la capital) originan el conflicto de la película, tratado como trágico pero en muchos sentidos inevitable.
Estrenada durante el sexenio de Miguel Alemán Valdés, muchos la han considerado una denuncia de las víctimas y deficiencias de su programa modernizador, plagado de corrupción y desigualdad. Aunque estos elementos sin duda son ciertos, sobre todo en el comentario de cómo el mundo rural y periférico se ve cada vez más marginado ; que la película abra con imágenes de París, Nueva York y Londres no es accidental, y me permite remitirme a lo que comentaba de su cualidad internacional: aunque la Ciudad de México se revela como una muestra perfecta, ya que su crecimiento estaba en ciernes, el otro lado de la moneda de la modernización es un problema universal, y la miseria y el olvido de los pobres son situaciones que se repiten de maneras muy similares en todas las grandes urbes. Lo que muestra esta película es uno de los primeros ejemplos de lo que la sociología ha detectado en este siglo con certeza, y es que lamentablemente los individuos tienen mucho más en común con personas de su misma clase social al otro lado del mundo, que con sus connacionales de otro estrato.
A nivel técnico, la cinematografía en blanco y negro le da cierta belleza enigmática a imágenes que en realidad son muy crudas, y que la cámara no teme mostrar en su realidad (el juego con las sombras, sobre todo en el tercer acto, es particularmente objetivo). El elenco es redondo, inmediatamente icónico desde las primeras líneas, pudiendo mezclar drama con carisma y un humor sumamente negro que contribuye a construir la atmósfera de desolación (hasta los personajes más optimistas como Meche y Ojitos son víctimas del sistema). Lo que más me gusta del guion es como logra construir de manera muy efectiva un ciclo perpetuo de explotación en el que ningún personaje sale bien librado moralmente (el Jaibo se proclama víctima de Julián, pero abusa del ciego, quien a su vez explota a Ojitos). Que haya preguntas que no obtienen nunca respuesta (quién denunció al Jaibo) recrea la sensación en el espectador de sólo ser testigo de parte de una historia más grande, en la que los personajes tampoco encontrarán nunca las respuestas que están buscando (la última toma de la película es por esto mismo la más trágica). Por otra parte, noto en la dirección de Buñuel mucha madurez en el que es uno de sus trabajos más icónicos, pues logra combinar el surrealismo que tanto lo caracteriza (como en el sueño de Pedro) con el realismo desgarrador que los temas exigían, sin que los tonos se estorben mutuamente,
Antes de concluir, quiero comentar sobre la existencia de un final alternativo, que Buñuel grabó por temor a que las audiencias no reaccionaran bien al original. Su intuición era correcta, pues incluso en películas agridulces la tendencia del público en general es a preferir los finales esperanzadores. Está disponible en internet para quien desee verlo, pero debo insistir en que para mí, pese a que es difícil de ver, el final original es el único que tiene sentido, pues mostrar que los individuos pueden alcanzar un final feliz desvirtúa el tema central de toda la cinta: el de un sistema inescapable a menos que haya un esfuerzo radical común de cambiar. Podemos estar de acuerdo o no con un panorama tan negro, ese es tema de otra discusión, pero mi comentario final es que, incluso si resulta en una creación que no nos guste, la prioridad siempre debería ser respetar (con su debida crítica si lo amerita) la intención del creador, pues si no se corre el riesgo de producciones sin identidad, sin sentido, sin razón de ser.
Hasta el próximo encuentro...
Navegante del Clío
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