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Los pasos de López

¡Bienvenidos pasajeros! Escribir literatura histórica siempre es una tarea difícil: gran parte de la información, sobre todo en el lado más íntimo, debe intuirse, deducirse o incluso ficcionalizarse, las fuentes muchas veces están incompletas o son contradictorias; pero sobre todo, es complejo distanciarse como autor de los eventos narrados y realizar un comentario crítico manteniendo el rigor en la investigación. Hace unos meses escribí una publicación sobre distintas estrategias que los escritores pueden utilizar, pero una en la que no me detuve mucho fue el uso de la sátira. Hoy revisamos uno de los ejemplos más conocidos dentro la literatura mexicana.


Aprovechando el tono jocoso, que no por eso menos crítico, el autor dramatiza la primera etapa de la guerra de independencia de México, pero cambiando los nombres de personajes y lugares. Esto resulta por un lado, en una complicidad con el lector pues para un conocedor de la historia es una experiencia divertida relacionar al personaje ficticio con el real; mientras que los más neófitos se ven más atraídos a descubrir su historia de esta manera y no de una forma más profesional; y por el otro, le proporciona a la novela más espacio para atacar temáticamente a los personajes, pues se encuentra más separada del "canon histórico" por este simple recurso narrativo.


El estilo de Ibargüengoitia es accesible, todo menos aburrido; por el contrario, bastante ágil en su narrativa (con veinticuatro capítulos y poco menos de doscientas páginas, parece casi un compendio de anécdotas), con un lenguaje que no solo facilita la comprensión de la lectura sino que concuerda con el hablar popular de la época en que fue publicado, trazados los diálogos de tal manera que no suenan extraños en la boca de personajes del siglo XIX. Otro recurso del autor que me pareció digno de mención fue su uso de la elipsis; al ser la narración una memoria del protagonista Matías Chandón años después el autor se puede permitir adelantarse o remembrar los hechos a voluntad, realizando saltos en el tiempo que más que perjudicarlo contribuyen a aumentar el interés del lector.


Sin embargo, no todo en la novela es positivo. Desde mi punto de vista, el autor abre muchas subtramas y falla en cerrarlas todas, dejándolas como meras curiosidades sin mayor impacto en la trama principal, tal como la mención de Cecilia Parada como futura esposa de Chandón. También, la relación entre Matías y Carmelita entra forzada a la narración, sin consumarse nunca y sin que involucre una evolución de los personajes, pero que sale airosa en la experiencia lectora gracias a una prosa muy bien lograda en la escena de la despedida.


Dicha evolución en personajes es escaza, prácticamente inexistente en todos los personajes excepto en dos: Periñón, quien se transforma en un personaje ciertamente negativo para el lector, y Chandón, quien desgraciadamente no llega a formar parte fundamental de su historia y funge principalmente como testigo, algo un poco frustrante. A los otros personajes simplemente no se les otorga la atención necesaria para llegar a conocerlos, mientras que Adarviles en particular es despreciable, pues al necesitar de un antagonista principal en la obra el autor reúne en él los papeles históricos de muchos personajes, y esta mezcla de funciones lo convierte en un personaje gastado que no parece tener otro objetivo que volverse aborrecible para el lector. La presencia de un villano también evita que se termine de cumplir uno de los propósitos de la obra, la crítica histórica, pues la traición de Adarviles distrae a Chandón y al lector de los errores de los “héroes” de la historia, situación que impide a la sátira llegar totalmente a su objetivo, pareciendo una simple comedia en ocasiones.


En cuanto a la adaptación de personajes históricos, creo que Periñón (Hidalgo) es por mucho el mejor logrado, dado que Ibargüengoitia se regodea, por un lado, en las contradicciones morales del personaje y por el otro lado en sus errores como jefe político y militar. Aunque mucho menos desarrollados, Ontananza (Allende) y Aldaco (Aldama) también reciben una caracterización interesante, que permite balancear la perspectiva autoral, crítico sin llegar al conservadurismo de autores como Lucas Alamán. La primera mitad de la novela se centra en la conspiración de Querétaro y en contextualizar el entorno social y político de la Nueva España al involucrar sacerdotes, comerciantes y militares. Sin embargo, desde mi punto de vista es la segunda mitad, una vez comenzada la insurgencia la que no sólo es más aguda en su comentario sino también con un humor mejor trabajado (la parodia, cuando bien escrita, debe reforzar el tema), con los capítulos que adaptan los hechos de Dolores y Guanajuato especialmente bien escritos.


Cierro con una aclaración sobre el título, pues el que leerán en la ficha técnica fue con el que se publicó originalmente en España, mientras que el nombre de la publicación pertenece a su posterior publicación en México. El título original es directo, más claro en su posicionamiento como novela histórica, mientras que el segundo título, que me parece mucho más acorde al tema, combina de un modo intradiegético a Periñón y a un personaje ficticio de la primera mitad de la novela, en un contexto de teatro y algarabía, indicando de esta manera que el movimiento insurgente fracasó en gran medida porque los líderes seguían inmersos en una aventura de fantasía, casi una puesta en escena. ¿Pero qué no acaso la Historia es una gran obra? Las maneras en las que, en tres niveles de análisis, Hidalgo, Periñón y López confluyen y contrastan es una invitación poderosa de la novela al constante repensar de la Historia.




  • Título original: Los conspiradores

  • Autor: Jorge Ibargüengoitia

  • Año de publicación: 1981



Hasta el próximo encuentro....


Navegante del Clío

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1 comentario


raul221063
27 oct 2024

Habrá que leerlo.


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