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Matilda

¡Bienvenidos pasajeros! Esta semana celebramos un especial de día del niño, y para arrancar la programación, dediqué tiempo a pensar en qué tan constante es la presencia de niños actores/niñas actrices en la esfera del teatro musical. Aunque hay sus excepciones (Peter Pan es tradicionalmente interpretado por una mujer), cada vez es más común que los personajes infantiles sean interpretados por artistas de la edad correcta. Sin embargo, en muchas de esas ocasiones el rol es más bien menor, por lo que hoy comentamos una de las obras en la que los niños son el foco de la historia: Matilda.


Uno de los musicales más exitosos en taquilla de la década de los 2010, rompió récords en los premios Olivier (mayor número de galardones y mejor actriz más joven, entre otras). y cuando se transfirió a Nueva York ganó cuatro Tonys (de un total de 12 nominaciones): Mejor Libreto, Mejor actor de reparto, Mejor diseño de escenografía y mejor diseño de iluminación. Antes de comenzar con los aspectos técnicos, debo hacer una mención especial a la coreografía, que juega en las canciones más tranquilas con humor físico y utilería agrandada, mientras que en las más movidas imprime de energía eléctrica a la obra, con influencia de rock, y considerando que algunas de las coreografías más complejas deben ser interpretadas por actores infantiles y juveniles, este es un logro que no se debe demeritar.


Quienes hayan tenido la oportunidad de ver la obra en vivo, o videos en redes de algún montaje, estarán de acuerdo en que lo primero en capturar la atención del público es la escenografía, pues el equipo de diseñadores se esforzó en extenderla a las filas de asientos, e incluso al recibidor. Combinando proyecciones (como la pizarra de la escuela) con utilería de madera, Aunque el escenario se transforma dependiendo de las necesidades de cada secuencia, y la iluminación hace maravillas para lograr las transiciones (de hecho, creo que el juego de luces de colores es más efectivo que el propio decorado para construir atmósfera), un estilo maximalista es la constante, en la que el objetivo es lograr que todo se vea grande, ya sea para reflejar la imaginación ilimitada de los personajes, o para hacerlos ver aún más pequeños. Los responsables de este diseño han afirmado que tomaron como inspiración un tablero gigante de Scrabble, y parte del juego es ver como del caos absoluto se encuentra cierto orden conforme Matilda y sus compañeros retoman el control (dinámica en la que participa la audiencia, a la que se le invita a buscar mensajes ocultos en el decorado).


No me detendré mucho en la historia, pues creo que la mayoría de ustedes estarán familiarizados con el libro de Dahl, o la adaptación fílmica de 1996. La estructura básica es la misma, y muchos de los momentos icónicos (la salamandra, el pastel de chocolate, las trenzas, etc.) son recreadas con acierto. En cuanto a las modificaciones, son dos las significativas, y creo que benefician a esta versión de la historia. Por un lado el hermano de Matilda es eliminado, lo que permite dar otra lectura a la subtrama de sus padres (simplemente, no querían tener hijos, no es tanto que la ignoren a ella en específico). y por el otro se agrega al personaje de la bibliotecaria, que cumple cuatro funciones: proporciona a la obra intermedios en los cuales respirar, le da a Matilda alguien más con quien hablar aparte de la señorita Miel, da exposición de manera disimulada y profundiza en el papel protagónico al darle el rol de cuenta cuentos, aprovechando los recursos visuales de estos pasajes para incorporar más el elemento fantástico.


El musical se caracteriza por una energía constante, y en ese mismo sentido el libreto se esfuerza por ser ingenioso y divertido, sin sacrificar los momentos emocionales, por lo que se requiere de un elenco totalmente comprometido, desde el coro infantil hasta los personajes adultos. Oír la participación de estos (sobre todo de los Wormwood) en el álbum es un buen ejemplo de priorizar la narrativa por encima de la acústica, pues se optó por voces poco convencionales que, sin sacrificar la integridad de las piezas, son más acorde a la caracterización antagónica. En cuanto al rol de la villana principal, me parece que la obra cumple un buen papel construyendo al personaje de Tronchatoro antes de su primera aparición, realzando la semejanza de la escuela con una prisión, y no puedo dejar de mencionar la costumbre de contratar a un hombre en drag para este papel, pues creo que la voz masculina y el esfuerzo físico que se le demanda al actor (que debe hacerlo con prostéticos y un traje especial) vuelven a la directora un personaje más memorable de lo que sería en el libreto.


Debo confesar, que la banda sonora en su conjunto no es mi aspecto favorito del musical, pues creo que hay algunas canciones intermedias que se pierden y personajes (sobre todo la señorita Miel) que no tienen una identidad musical bien definida. Sin embargo, sobre todo para los números infantiles el compositor creó motivos recurrentes muy efectivos, y la obra no carece de números memorables. Con más de diez minutos, el tema inicial, Miracle, es si no mal recuerdo la canción más extensa de la era contemporánea del teatro musical, pero son tres los números musicales más memorables: Naughty, con el que cerraré esta reseña, con toques de jazz en la orquestación, Revolting children, el número rock con la coreografía más distintiva de la obra, y When I grow up, una melodía más dulce que encierra los temas del musical (soportar las adversidades, y el que ni siquiera algunos adultos han terminado de crecer).


Quiero cerrar con el aspecto del personaje principal (interpretado por varias niñas, de acuerdo con la legislación en Reino Unido y Estados Unidos), puesto que a pesar de ser una obra con niños, no es necesariamente para niños, sino que entraría en el campo del entretenimiento familiar: hay lecciones que sólo resonarán con los adultos, y aunque los pequeños se divertirán con el humor, este es lo suficientemente ingenioso para satisfacer a los padres. El mejor ejemplo de esto es la propia protagonista, quien similar a su contraparte literaria, es madura para su edad (y mucho de su diálogo son referencias a literatura adulta), pero lidia con el seguir siendo una niña. Al contrario que otros protagonistas infantiles como Billy Elliott o Annie, la dirección que la obra toma con Matilda no depende de la ternura de la inocencia, o simpatía por su impotencia ante los problemas, sino que la vuelven una verdadera protagonista con agencia narrativa al, sin sacrificar su caracterización virtuosa, se arriesga a darle una personalidad traviesa, y un ingenio un tanto atrevido, ambos como mecanismos de supervivencia (por esa razón creo que Naughty es el número fundamental de la obra, el carácter más maduro de la historia, sin perder sus toques infantiles, y la caracterización de Matilda están contenidas en esos minutos). Matilda está llena de niños que quieren ser adultos, adultos que añoran la infancia, y adultos que nunca lo fueron, y al discutir qué es lo que hace a un niño de corazón, no veo otra obra mejor para iniciar esta celebración.


  • Año de estreno: 2011 (West End), 2013 (Broadway)

  • Música: Tim Minchin

  • Letra: Tim Minchin

  • Libreto: Dennis Kelly

  • Dirección: Matthew Warchus

  • Elenco original

    • Cleo Demetriou, Eleanor Worthington Cox, Kerry Ingram, Sophia Kiely (Matilda, West End)

    • Bertie Carvel (Tronchatoro)

    • Lauren Ward (Señorita Miel)

    • Paul Kaye (Señor Wormwood, West End)

    • Josie Walker (Señora Wormwood, West End)

    • Melanie La Barrie (Señora Phelps, West End)





Hasta el próximo encuentro...


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